Peter
Ay, realmente estaba en aprietos.
Ya se que todos me van a querer matar, perdí el anillo hace unos días.
Estaba en una fiesta con Mara, una de tantas en las que habíamos estado. Mara era una piba hermosa, y ni hablar ni como chapaba.
La estuve inspeccionando un poco y me parecía demasiado tierna como para ser que tuviera malas intenciones, así que la llevé a mi casa.
Bueno, desperté sin el anillo.
Era un estúpido creyendo que mi intelectualismo era mayor que el de un demonio.
Y claro, tendría que haber llamado a Amelia ya, pero no podía, seguramente me iba a joder, seguramente se iba a enojar. Quizá estaba enojada y cortaba mi cuello.
Así que decidí no decirle nada, no la había llamado y ella no había aparecido, pero tenía que llamarla rápido, porque necesitaba su ayuda.
Si necesitaba ese anillo, y sí que sabía más información de ese anillo que la que le había dado, solo que mi papá dijo que era mejor mantenerla en secreto.
Pero no iba a poder, tuve la suerte de que Amelia no fuera el demonio más malvado con el que pude encontrarme.
Necesitaba su ayuda y no la iba a conseguir sin darle información del anillo, así que sería justo lo que haría.
Tendría que hacerle un par de confesiones.
—Amelia. —Pronuncié.
Sentado en mi cama, vi como el demonio apareció frente a mí, mirándome agotada, quizá fastidiada, lo cuál me puso nervioso rápidamente.
—Amiga, ¿qué tal? —Sonreí.
—Que hipócrita, Peter. —Dijo con un tono desinteresado.
Su mirada fue con desconfianza a mi cuello y detallé como en cámara lenta su ceja derecha se levantaba.
—Así que.. Mara es.. ¿maravillosa? —Dijo antes de reírse.
—Que buen sentido del humor, che. —Dije yo y ella sonrió.
Sin embargo se veía decaída, lo sabía.
—¿Estás bien? —Pregunté.
Soltó un suspiro fuerte antes de mirarme. —¿Me llamaste? Si es por el anillo no es mi problema.
—Es el anillo pero no es solo eso, es un tema demasiado complejo y extenso, porque.. —No sabía como decírselo.
—¿Porque? —Pregunté.
—Jurá no matarme. —Le dije.
—No hago promesas que no se si voy a cumplir. Dije que no te mataría si no me dabas razones, así que.. en vez de pedirme que no te mate, no me des una razón para hacerlo. —Dijo ella y sonrió. —Y más te vale que abrás tu linda boquita para contarme porque ahora me lo tendrás que decir.
Sentí que mis pelotas se fueron a mi garganta.
—¿Te parece linda mi boca? —Pregunté coqueto.
—Sí, tanto que te la cortaría y la dejaría hundida en mi culo. ¿Vas a hablar o no? —Dijo Amelia.
No sabía si llorar o reír.
—¡Peter! —Dijo exasperada al ver que permanecía en silencio.
—Es que te mentí y omití información.. —Dije.
Ella me miró enojada y yo sonreí nervioso.
—¿Puedo decirte padre? Es que tengo muchas cosas que confesarte..
Jajaja, sorry, amo a Peter.