(MARATÓN 4/4)
Había una emoción dentro mío, y no podía identificar bien si realmente se trataba de miedo o eran simples nervios.
El demonio me miró una última vez antes de que la puerta se abriera sola y mirara hacia ésta. Yo me acerqué un poco hacia Mateo.
Odiaba admitirlo, pero a su lado me sentía un poco más segura. Es decir, estaba en un lugar nuevo para mí, lleno de seres nuevos para mí, y además con un sistema nuevo para mí.
Claro que sí, esto no se trataba de izquierda o derecha, y en cualquier comparación humana parecía ser que esto se trataba de una monarquía.
Cuando Mateo entró, caminé suavemente detrás de él. Era un lugar con poca luminosidad, quizá del tamaño de mi cuarto, solo que un poco más ancho para los lados. Era como un rectángulo.
Frente a nosotros se encontraba un pequeño altar, en el cual había un trono de piedra.
Mateo me miró de reojo antes de inclinarse haciendo una especie de reverencia al trono, así que entendiendo lo que decía, hice lo mismo.
Cuando recuperé mi postura anterior miré el trono y quedé estática al ver como había una silueta, solo una sombra, pero segundos después comenzó a arder en llamas, dejando mi vista hipnotizada.
Cuando el fuego se fue apagando dejó ver entonces su rostro, ya no era una simple sombra, lucía como Mateo, muy real.
Era Lucifer.
Sus ojos estaban vacíos, no había nada, simplemente un vacío.
Miré por un segundo a Mateo recordando que antes éste lucía los ojos blancos, y que ahora los tenía normales. Yo también los tenía normales, ¿qué sucedía?
—Bienvenida, hija. —Dijo él.
Lucía demasiado joven como para decirme hija, pero entendí por supuesto la intención con la que me lo decía.
—Hola. —Dije y me felicité internamente por el resultado de mi esfuerzo por no titubear.
Una sonrisa asomó por sus labios, quizá no me asustó, pero definitivamente si había sentido un escalofrío.
—Hola, Mateo. —Dijo por último.
Mateo solamente lo miró fijamente pero no pronunció nada.
—¿Por qué estoy aquí? —Me decidí en preguntar.
—¿En dónde? ¿en el palacio, o frente a mis pies? —Preguntó.
—Supongo que la segunda. —Dije.
Claro, la primera no estaba del todo clara, pero creo que ahora había que hacerle énfasis a el por qué estaba frente a él.
—Ésta es mi casa. —Dijo. —El palacio. Vos vas a vivir aquí ahora, y por ello te he citado aquí, no podés vivir en una casa sin siquiera conocer al dueño. Eso sería un tanto descortés.
Asentí con la cabeza.
Por ser un demonio creería que no tendría miedo, pero él traía consigo un aura oscura y la energía más pesada que hubiese sentido, reflejaba peligro, y él solo hecho de estar frente a él me hacía sentir amenazada.
Su voz me provocaba lo que en un inicio cuando era humana, hacía la voz de Mateo. Me daba escalofríos y me gustaba a la vez.
—Voy a tratar de no hacerla larga. —Dijo y yo lo miré atentamente. —Acércate.
Miré de reojo a Mateo pero él ni me miró. Caminé dando pequeños pasos hasta estar en toda la orilla de el altar.
—Sube. —Demandó.
No me molesté en asentir y simplemente subí como él lo ordenó.
—Cuando dios creó al hombre.. —Todo mi cuerpo se estremeció cuando éste tomó mi mano. —Sopló en él aliento de vida.
Mi mente se dividió en dos pensamientos cuando su mano me jaló acercándome más a él, dejando mi cuerpo a un paso del suyo, y mi torso inclinado provocando que mi rostro quedara cerca del suyo. Una parte pensaba en sus oscuros ojos y lo nerviosa que me ponía su acción; y el otro lado se dirigió al hecho de el por qué aunque estuviera muerta mi corazón seguía latiendo.
La mano que sostenía la mía dejó de hacerlo solo para ésta vez dirigirse a mi nuca, provocando que me alterara más.
Tenía miedo, me sentía bajo amenaza frente a él, porque parecía poder provocar todo en mí.
Suavemente acercó su rostro al mío y en cuanto nuestros labios rozaron, sentí como un frío aliento salía de su boca y se introducía en la mía.
Podría haber cerrado los ojos, pero me encontraba totalmente hipnotizada por sus ojos negros.
Caí de rodillas ante él mientras sentía mis ojos no poder retirarse de los suyos.
Solté un quejido cuando pude sentir como mi alma comenzaba literalmente a arder, estaba quemándose, y me dolía.
—Aliento de muerte, estás en llamas, no esperes que tu alma no arda. El infierno existe, y está dentro nuestro.
Con éste finaliza el maratón y nos vemos mañanaaa♥️
Las amo mucho, mucho, mucho. Gracias a ustedes ésto se ha vuelto muy especial para mi.