—¿Hace falta presentarme de nuevo? —Pregunté.
Nadie dijo nada y yo asentí.
—Amelia, princesa del infierno, demonio de la muerte. —Dije con una pequeña sonrisa. —Futura reina..
Miré a Miguel y a Gabriel notando sus malas miradas, las cuáles decidí ignorar.
Volví a mirar a los demonios, sin ninguna expresión.
—De.. rodillas.. —Dije con calma, mirando a los demonios.
Esperé unos segundos en silencio y vi como alguien se arrodilló, miré hacia allí y me di cuenta de que se trataba meramente de Daniel.
Él me miró con algo de pena y bajó su mirada. Sentí a Peter arrodillarse a mi lado y lo miré de reojo con una sonrisa.
Lo quiero.
De pronto, los demonios comenzaron a arrodillarse uno tras otro hasta no quedar nadie de pie, miré a Mateo y vi que estaba arrodillado, con su cabeza inclinada, sin mirarme.
Sabía que estaba enojado conmigo, que había acabado con su plan.. que me habría atacado de no haber sido que había matado a un demonio frente a él y temía que pudiera hacer lo mismo consigo.
—Gracias.. —Dije y me burlé internamente de mi tono altivo.
Mi mirada se desvió a los ángeles, hasta mirar a Valentín, él me miraba con tristeza, me miraba con pena, y detestaba que pudiera hacerme sentir mal, pero no era el momento.
—¿Qué están esperando para arrodillarse? Supongo que otra muerte es innecesaria. —Dije mirando a Gabriel.
—Nadie se va a arrodillar, aunque muramos.. —Dijo él.
—Bueno, las muertes nunca sobran, parece ser.. —Dije.
Miré los ángeles sin saber que hacer, ¿a quién iba a elegir?
¿Un ángel cualquiera, Miguel o Gabriel?
—Amelia.. —Escuché la voz de Valentín que me hizo salir de mi trance.
Saqué mi mirada de los ángeles y dirigí mi mirada hasta Valentín, topándome con sus ojos celestes.
Esos que me hacían sentir incómoda con lo que yo era, esos que me traían tanta paz.
Pero no ahora, me hacía sentir nerviosa sabiendo lo que hacía.
—¿Qué? —Pregunté de mal humor.
Él no podía interferir en mi plan.
Me puse alerta cuando se empezó a acercar a mí y negué con la cabeza.
—Tenés razón. —Dijo él y yo alcé una ceja.
—¿En qué? —Cuestioné.
—Fue culpa nuestra que terminaras en manos de Mateo. —Dijo él y yo alcé una ceja. —Debimos protegerte..
—Pero no lo hicieron. —Acoté molesta.
—Exacto, es nuestra culpa.. —Dijo.
Sus ojos me demostraban tanta comprensión que hicieron que mis ojos se mojaran.
—Y ahora tienen que pagar. —Dije mordiendo mi labio mientras mi ceño se fruncía un poco y trataba de retener las lágrimas.
Él asintió con una pequeña sonrisa y se puso de rodillas, no lo había notado pero estaba frente a mí, solo a unos pasos.
Miré atrás y noté que Mateo se había levantado y nos miraba atento.
Yo volví mi vista a el ángel y asentí con la cabeza.