—¿Cuál era la otra pregunta? —Cuestionó ella.
La miré fijamente, había sido muy honesta conmigo, y me había ayudado con esa información.
Sin embargo, no estaba muy segura de hacerle esta pregunta, seguramente porque se trataba de ella.
Lo primero que hice fue poner en su mano una hoja arrugada, a lo que ella algo desconcertada la abrió hasta dejar a la vista aquel retrato en donde tenía una corona.
—En la cabaña. —Respondí antes de que preguntara de donde lo saqué. —Fui por curiosidad. —Respondí también.
Ella me miró fijamente.
—Sabía que ibas a ser coronada, lo vi en un sueño. —Dijo ella.
—¿Es todo? —Dije.
Ella levantó una ceja y asintió.
Sonreí con soberbia. —Y por qué lo divulgaste con.. ¿fanáticas? Que se yo, una chica me detuvo en la calle y dijo que era la princesa que le habían prometido, la bruja se los prometió. Mary.
La miré esta vez seria, esperando una respuesta de su parte.
—Estaba muy orgullosa de que mi hermana se fuera a convertir en la princesa del infierno, hay más como esa chica, esperando a la futura princesa para postrarse a sus pies. —Dijo. —La futura princesa que prometí, va a ser demasiado poderosa, y nadie va a poder detenerla.
—¿Y para qué necesitás que me adoren? —Pregunté confundida.
—Cuando los humanos adoran a alguien se vuelve más poderoso. —Dijo ella. —La princesa va a ser suprema.
—¿Por qué hablás en tercera persona? —Rodé los ojos.
Pero una alarma se encendió en mi cabeza, la miré fijamente y fruncí el ceño al ver su sonrisa.
—No sé si sobrevaloraste a Lily, pero a vos también te sobrevaloramos. En serio. —Se rió. —Creí que eras más lista.
—¿Qué mierda te pasa, perra? —Pregunté sin miedo.
Mirá si le iba a temer a una humana.
Tosí y arrugué mi nariz nuevamente cuando sentí que ardía.
—Estuviste respirando este aire intoxicado por tierra santa todo éste rato. —Dijo ella.
—Te vas a ir a la mierda por meterte con un demonio, y más con una futura princesa. —Me reí.
—La futura princesa está con Mateo, Amelia. —Dijo y mi sonrisa se desvaneció. —¡Sorpresa!
Antes de que pudiera reaccionar ella agarró una bolsa detrás de ella y solté un grito al sentir la tierra santa caer en mí, ni siquiera podía ver y mi piel ardía.
Un demonio no podía morir pero sí que lo podían herir, y aquí estaba yo agonizando.
—Lo lamento, nena. Debiste ser más lista. —Dijo por último antes de dejar caer más tierra santa en mí.
Mis pies no soportaron y caí al piso, trataba de teletransportarme pero no podía. Trataba de llamar a Mateo con mi mente, pero me sentía perdida.
En la oscuridad, en mi propio infierno, encendida y ardiendo, cerré mis ojos.
Ay, ay, ay. Se pone intensa la cosa.