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Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su esplendor.
Joel 2:10
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Tiempo más tarde...
—Ya sé que soy un demonio, pero estoy jurándolo en serio.. aunque no me veas como reina y aunque mi mayor poder radique en la muerte, mi interés no está en ustedes.. ni siquiera soy de esa tropa, yo estoy tranquila en mi frontera. —Le hablé al ángel frente a mí.
—Una vez más y tendrás que darle cuentas a dios. —Dijo él.
—Dale. —Rodé los ojos. —Ustedes no me interesan..
Miré los ojos de Uriel con algo de rabia, me causaba insatisfacción que no pudieran darme esa calma que me generaban los ojos azules que ya no existían.
Pero entendía que nadie iba a ser como Valentín nunca.
—Hay millones de humanos con los que puedo descargar mi ira, y si ustedes no los protegen no es problema mío. Tampoco quiero que nos estemos presentando muy seguido, ¿entendés? Verte me genera ganas de estropear tu cara de mierda, así que andá a volar y a mí dejame en paz, que a menos que se metan en mi camino no tengo pensado seguir matando desquiciadamente ángeles asquerosos. —Solté en su cara.
Él suspiró y rodó los ojos.
—Excelente. —Dijo mirándome y simplemente desapareció. Sabía que los ángeles no eran de peleas.
Sabía que en el fondo me tenía miedo pero bueno, yo solo pensaba ser respetada por ángeles y demonios. Estaba feliz en el camino que elegí, aunque yo fuera un demonio.. incluso el más poderoso, no me limité a esa corona.
Simplemente me limité a volar de extremo a extremo, haciendo lo que quería y siendo respetada de igual modo por todos.
Incluyendo al rey.
Sin pensarlo mucho aparecí frente a éste, en el infierno, no vivía aquí, prácticamente no tenía lo que vendría a llamarse "hogar", excepto él.
—Hola, rey. —Hice una reverencia y luego le guiñé un ojo.
Así era, Mateo había por supuesto heredado el trono, y la verdad me encantaba verlo ahí, solo que Mateo no se limitó a ocupar el trono cómo lo había hecho Lucifer.
Creo que más que todo.. el demonio había caído en una crisis de frustración que lo mantuvo encerrado allí mucho tiempo, reflexionando y reflexionando, quizá hasta contar cada una de las estrellas con las que contaba el universo.
Lucifer tenía mucho poder y además sabiduría.
Mateo, que estaba en su cama, se giró y me miró con mal humor.
—Tardaste, siempre tardás. Te la pasás bailando con los pajaritos en el bosque. —Dijo él y yo largué una carcajada.
—Lo siento, un ángel me detuvo en el camino. —Dije antes de sentarme en sus piernas.
Él me miró mal mientras ponía sus manos en mis caderas.
—¿Qué tienen los ángeles con vos? —Cuestionó. —¿Se te hizo el lindo? Matalo, vos podés hacerlo.