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Mateo

Estaba en mi habitación con los ojos cerrados, estaba demasiado angustiado pero no había vuelta atrás, estaba seguro de que yo iba a ganar.

Mi cuerpo se encontraba demasiado relajado, y sin necesidad de dormir como los humanos, podía descansar.

Fruncí un poco el ceño cuando sentí unos dedos acariciando mi pecho.

Abrí los ojos y me quedé totalmente estático al verla ahí, tenía dos cuernos sobre su cabeza y dos alas decoraban su espalda.

La miré desde mi lugar y ella formó una sonrisa.

—Es hora de la ceremonia. —Dijo.

Suspiré. —Me había olvidado.

Mentira, no me había olvidado, de hecho lo estuve pensando demasiado, tenía ganas de mandar todo a la mierda, pero no era capaz, así que iba a seguir con mi plan.

Algo en mi interior me hacía sentir mal, y es que era una decisión demasiado delicada, y si mi plan no salía como quería, por primera vez el infierno si que ardería en mi contra.

—Vamos. —Dije levantándome. —Hiciste el ritual por lo que veo.

—Estaba preparada, tenías razón. —Dijo ella.

Me acomodé la ropa, debía usar un traje negro, y ella llevaba un vestido negro que le quedaba realmente hermoso.

—Amelia. —La miré a los ojos.

Ella me miró también y yo sonreí.

—Te amo. —Dije.

Ella pasó saliva y sonrió.

—¿Estás nerviosa? —Tomé su mano. —Yo no lo estaría.

—Solo un poco, pero supongo que todo está bien. —Dijo simplemente,

Me miré al espejo y peiné mi cabello antes de tomar su mano, me ahorré el camino y nos teletransportamos hasta estar delante de esa puerta de madera que conocía muy bien.

Daba entrada al juicio, lugar donde había estado muchas veces, incluso una vez por culpa de Valentín.

Apreté mis dientes pensando en ese.

—¿Lista? Esto es para siempre. —Le dije y mi corazón frío y muerto se aceleró en mi pecho.

Se que estaba nerviosa, y quiero decirlo, no voy a mentir, lo disfrutaba.

Las puertas de madera se abrieron solas, y en seguida pude ver como la mayoría de habitantes del infierno estaban sentados mirándonos.

—Entra Mateo, príncipe del infierno, demonio del Trueno. —Me presentó aquel monstruo infernal.

Como lo detestaba y como detestaba sus tres horrendos ojos.

—Y su prometida, Amelia, futura princesa legítima del infierno. —Concluyó.

Apreté su mano y comenzamos a caminar, hasta llegar completamente al frente.

—Esta ceremonia es únicamente para hacer oficial este matrimonio, ambos llevan en sus cabezas sus coronas. —Reí al ver los lindos cuernos en su cabeza.

El monstruo carraspeó su garganta molesto al verse interrumpido por mi risa.

—Entonces. —Prosiguió cuando yo dejé de reír. —Tiene ella el anillo de compromiso.

Miré su mano y sonreí al ver el anillo.

—Anillo con el que hicieron el ritual antes con la bruja de corte, ¿es así? —Preguntó el monstruo.

—Es así. —Se levantó Mary desde su lugar con una sonrisa.

Volví a mirar al frente.

—Siendo así, declaro frente al principado, la bruja de corte y los miembros del infierno, que estos dos demonios están casados. —Dijo él. —Mateo le pertenece a Amelia, como Amelia a Mateo, y ésto será así hasta el fin de los tiempos que en nuestro mundo son simplemente eternos. Si están de acuerdo con esto, cada uno pondrá su anillo en el dedo del otro, y siendo así, sabrán que no habrá forma de revocarlo.

Miré los anillos en una pequeña columna a nuestro lado, que llegaba más o menos a mi ombligo, encima de esta columna había un almohadón negro, y sobre éste, dos anillos negro con rojo.

Tomé el de ella y agarré su mano, para entonces ponerle el anillo. Ella tomó el mío y noté como sus manos temblaban, agarró mi anillo y luego tomó mi mano para eventualmente introducir el anillo en mi dedo.

—Sin más preámbulos, puede besar a la novia. —Dijo el monstruo con poco entusiasmo.

Escuché la risa de la gente y yo me reí también.

Miré su lindo rostro con algo de tristeza, me imaginaba ésto de otra manera. Puse mis manos en sus mejillas y dejé un corto beso en sus labios.

Cuando me alejé había una sonrisa en su rostro, al igual que en la mía.

Al mirar al público vi como Mary me miraba con soberbia, a lo que yo le dediqué una sonrisa. Me las va a pagar la hija de puta.

Miré de nuevo en frente de mí y la abracé.

—¿Estás feliz, Ester? —Susurré en su oído.

Sentí como se tensó en mis brazos y mi sonrisa se ensanchó, me alejé de ella y miré como me miraba pálida.

—¿Creíste que no me había dado cuenta, mi amor?











El último de hoy, las amo muchoooo<3

HELL II [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora