¿Pueden imaginar un vacío ardiendo en llamas?
No puedo explicar lo que sentía. Como si dentro mío hubiese existido una estrella que ahora explotó, y solo queda ese vacío, pero el fuego que contenía siguiera ardiendo.
Hace un rato había salido de el lugar de Lucifer. Mateo me acompañó hasta lo que parecía que sería entonces mi habitación, aquel lugar en donde había despertado.
Habían algunos trajes en el closet, eran mucho más.. ¿intensos? Y todo era negro, como la ropa que solía usar Mateo.
Saqué un vestido corto de cuero y me lo puse junto con unas medias largas.
Miré los zapatos y para mi sorpresa también eran negros (nótese el sarcasmo).
Cuando salí de la habitación no vi a Mateo allí parado, pero los reflejos hicieron que mirara hacia arriba y por efecto allí se encontraba.
Me sonrió desde allí, sentado en el techo, como si de un murciélago se tratara.
—¿Recuerdos? —Preguntó.
Alcé ambas cejas con indiferencia.
—¿Ahora podemos hablar? —Pregunté.
Él soltó un suspiro antes de pararse en el suelo.
—Supongo que tenemos que hacerlo. —Dijo.
Cuando comenzó a caminar yo también lo hice, mirando la estructura gótica del palacio.
Caminábamos uno al lado del otro guardando silencio.
—Te extrañé mucho.. —Dijo casi en voz baja.
Lo miré de reojo, él solo miraba al frente.
—¿Vos no? —Cuestionó.
—Lo habría hecho quizá de no haber sido porque me mataron. —Dije de mala gana.
¿Era tonto o se hacía?
Él largó una carcajada y yo lo miré mal.
—Había olvidado tu carácter. —Dijo.
Una pregunta nació en mí, ¿olvidar?
—¿Cuántos años pasaron? ¿o fueron acaso meses? —Pregunté.
—Diez, diez años. —Dijo él y yo alcé ambas cejas sorprendida.
—¿Diez años? —Repetí.
Él asintió haciendo una mueca.
Cuando un montón de ruido se hizo presente me di cuenta que estábamos por llegar a un lugar poblado.
Fue cuestión de segundos que una cafetería.. más bien un bar, se hiciera presente frente a ambos.
—Debes tener hambre. —Dijo.
Mi mente trajo devuelta el recuerdo en el que Mateo me engañó haciéndome comer los órganos de Freddy.
Tendría que haberme dado asco, pero no, mi boca se hizo agua.
Mateo se sentó en la mesa y yo imité su acción.
—Mira el menú. —Dijo.
Miré la carta frente a la mesa y luego miré a Mateo sin expresión.
—¿En serio? ¿hay menú en el infierno? —Pregunté y luego fruncí el ceño. —Este es el infierno, ¿no?
—Ya oíste a Lucifer. —Dijo él. —Prueba con cualquiera, ahora eres eterna, tienes tiempo para ir conociendo cuál te va a gustar.
Asentí ligeramente antes de poner mi mirada en la carta.
Solté una risa seca.
—¿Gourmet? —Cuestioné.
—Déjanos. —Dijo Mateo rodando los ojos. —¡Ey, Perla!
La “chica” que atendía en la cafetería se acercó.
—Hola, lindo. —Dijo con una sonrisa.
Rodé los ojos, no porque estuviera celosa, sino porque detestaba a las chicas así. Además, ¿no ven que solo provoca que el detestable ego de Mateo creciera?
—Hola. —Le mostró una sonrisa. —¿Podés darme un batido de cerebro?
—¿Con cereza? —Lo jodí.
—Ese es para ti. —Dijo mirándome y volvió a mirarla. —Con cereza. A mi me das hígado en trozos, y que tenga mucha sangre.
Oírlo no sonaba muy apetitoso, en el fondo incluso me provocaba asco, pero cuando la sangre aparecía en mi cabeza, mi boca se mojaba.
—Entonces... —Dije al ver que permanecía en silencio.
—Te dije que confiaras en mi antes de..
—De matarme. —Lo interrumpí.
Él asintió aún con las palabras en la boca y pasó la lengua por sus labios.
—Insistía con un plan, tenía siempre un plan para que todo saliera como yo quería. —Dijo Mateo serio.
—¿Salió como querías? —Cuestioné.
Una sonrisa apareció en su rostro.
—Sí, o no del todo. —Dijo.
—Aquí está tu pedido. —Dijo “Perla” llegando hasta nosotros.
Puso frente a Mateo trozos de carne cruda bastante ensangrentada. Frente a mi puso un licuado rosado con espuma arriba y por último un ojo.
Fruncí el ceño y miré a Mateo, quién tenía una sonrisa en su rostro.
—Dijiste que cereza. —Alzó ambos hombros.
—Veo que no perdés tu humor. —Dije llevando mi boca al pitillo para comenzar a absorber la bebida.
Sabía bien. Totalmente distinto a todo lo que había probado arriba, pero sin duda, mis papilas gustativas se habían acoplado a ese sabor.
—Y vos no perdiste tu belleza. —Dijo Mateo.
Saqué el pitillo de mi boca y lo miré mal.
—¿Qué? Antes te gustaban mis chamuyos. —Dijo y yo apreté mis dientes.
—Antes. —Dije rígida.
Él me miró serio.
—¿Cuál era tu plan? —Pregunté.
—Tenerte aquí. —Dijo.
Lo miré esperando a que dijera algo más.
—Entonces supongo que salió bien. —Dije y él negó con la cabeza.
—Tendrías que amarme también, y he fallado en eso.
¿Aman o odian a Mateo?
¿Les gusta que los caps estén siendo más largos de lo habitual?