47

694 93 35
                                    

Gustabo
Horacio no pudo devolver al cerdo así que me tocó ir a mi. Me dirigía hacia el norte de la ciudad, lo más lejos probable para poder dejar el cerdo libre.

Miré la parte de atrás del patrulla y vi al cerdo rebozándose entre los asientos. Puse una mueca de asco y volví a mirar a la carretera.

Cuando vi que ya estábamos en un lugar indicado bajé del patrulla junto con Pablito y lo dejé en el suelo.

- ¡Vete! - intenté espantarle, pero lo único que conseguí es que se tumbara boca arriba.

Suspiré y me volví a dirigir hacia el patrulla, pero Pablito me siguió.

- Con que con esas tenemos eh... - le miré desafiante.

...

Llevábamos caminando un buen rato, cuando decidí que era el sitio indicado.

- ¡Vamos se libre! - le dije haciendo movimientos raros con las manos.

El cerdo lentamente se fue acercando hacia a mi.

- ¡Aléjate! - por instinto saqué la porra que llevaba colgada del cinturón.

Pablito pegó un brinco y me quitó la porra de mis manos. Ahora corría por el bosque intentando escapar.

- ¡Ven aquí Pablito! - le grité, pero no sirvió de nada. Así que comencé a correr tras él.

...

¡JODER CON EL PUTO CERDO!, no paraba de correr y yo ya me estaba empezando a cansar.

Llegamos a un barrio con varias casas, ni siquiera sabía dónde me encontraba, estaba totalmente perdido.

Pablito corrió hacia una valla y se metió en un pequeño agujero que había en esta.

- ¡Agh! - solté cabreado.

Salté para poder engancharme al borde de la valla y conseguí pasar al jardín de aquella casa. En cuanto vi al cerdo parado mirando aquella casa me abalancé sobre él y le quité la porra.

— ¡JA! Ahora quien... — me corté a mi mismo al ver aquella casa.

La casa era muy grande, pero al parecer llevaba abandonada mucho tiempo, por el mal cuidado que tenía.

Me acerqué a una sucia puerta de cristal y la intenté abrir, pero algo la estaba obstruyendo. Limpié un poco el cristal con la manga dejando ver el interior.

Agarré de nuevo el pomo de la puerta pero un pequeño flashback vino a mi cabeza, fue tan rápido que ni siquiera pude llegar a ver lo que era. La intriga me pudo así que busqué una piedra en aquel jardín y rompí el cristal de la puerta.

Antes de entrar tragué saliva y miré hacia atrás viendo a Pablito salir por el mismo sitio que había entrado. Me armé de valor y entré a aquel lugar.

Lo primero que había nada más entrar era una cocina, miré un poco a mi alrededor y al parecer todo estaba normal así que decidí adentrarme más.

Lo que vi a continuación me dio mucho miedo. Un salón... un salón lleno de cintas policiales, algunas rotas o otras simplemente tiradas en el suelo. Manchas por las paredes, no sabía de que se trataban ya que casi no se podían percibir, vi otra mancha en el suelo mucho más grande.

Comencé a temblar de miedo... ¿¡Qué coño era todo eso!?.

A lo lejos vi algo tirado en el suelo, me acerqué y vi que se trataba de una marco roto, con cuidado de no cortarme agarré la foto y la miré.

- No puede ser... - dije en un susurro al verme en aquella foto.

De repente el sonido de como alguien bajaba las escaleras a toda prisa inundó la casa.

- ¡Papá! - escuché un grito de un niño.

Me giré y me vi, estaba allí, yo de pequeño... Venía apresuradamente hacia a mi, pero este no frenó, el niño me atravesó como si de un fantasma me tratase. Nada más atravesarme me giré para ver a dónde se dirigía.

- ¡Ven aquí Mathias! - escuché.

- No puede ser... - dije al ver a Jack elevando a aquel niño y dando un par de vueltas con el alzado, el pequeño reía mientras este hacía la acción.

Una brisa de aire entró por una ventana rota y desaparecimos como si fuéramos polvo.

- No, no, no... - dije desesperado al ver que desaparecimos.

- ¿Gustabo? - volví a escuchar aquella voz infantil. Me giré y me volví a ver.

- ¿¡Me puedes ver!? - le pregunté.

- ¡Claro que si! - me respondió con una tierna sonrisa.

— ¡Mathi mamá te lla-... ¿Con quién estas hablando? — le preguntó una niña que acababa de entrar al salón.

- ¡Con Gustabo! - respondió alegre.

La niña miró detenidamente mi posición, se acercó a mi y hizo movimiento al aire con la mano, pero lo único que consiguió fue atravesarme.

- Yo no veo nada... ¿Seguro que está aquí? - preguntó dudosa.

- ¡Claro que si, está ahí junto a Pogo! - dijo señalando al lado de mi.

Me giré asustado y lo vi, pero este no estaba haciendo nada, ni tampoco hacía por atacarme.

- Debes hacer lo que te dije... - le dijo Pogo a mi yo pequeño, este negó con la cabeza.

Pogo furioso agarró un peluche y... fue muy raro la verdad, pero es como si se hubiera metido en el cuerpo de Mathias a través de él.

Mathias sin ningún motivo se giró y mordió a la niña en el brazo.

Sabía perfectamente que Pogo la había mordido y no Mathias.

La niña gritó de dolor y apareció una mujer pelirroja.

- ¡Mamá, Mathias me a mordido! - dijo entre lágrimas mientras corría hacia la mujer.

- ¡No es cierto, yo no la he mordido! - gritó Mathias.

La madre agarró el brazo de la pequeña y lo miró.

- ¿Por qué has mordido a tu hermana? - le preguntó.

- ¡Qué yo no he sido! - repitió.

Una risa un poco aterradora se escuchó al lado de mi, me giré y vi que el que se reía se trataba de Pogo. Apreté mis puños fuertemente de rabia y fui a darle un puñetazo, pero desapareció, miré a mi alrededor, ¡Todos habían desaparecido!.

Miré al suelo y me encontré con el peluche que anteriormente Pogo sostenía, pero este parecía más viejo y estaba manchado al parecer... de sangre. Lo agarré y de la nada apareció Mathias.

- ¿¡Tu no estabas muerto!? - dije con la voz temblorosa.

- No, no estoy muerto - dijo rápido - No tengo mucho tiempo, no sé cuánto tardará Pogo en volver. Lo primero es que necesito que guardes ese peluche, con él podrás contactar conmigo, no siempre... lo segundo es que Pogo... - no le dio tiempo a terminar porque de la nada desapareció.

Y allí me quedé de pie mirando a la nada intentando asimilar lo que acababa de pasar...

¿Gustabo o Pogo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora