Mathias
Allí me encontraba tirado en el suelo esperando la llegada de Pogo para saber cuando terminaba mi "castigo" . En ese tiempo estuve replanteándome muchas cosas, me giré quedando tumbado de lado y mire la puerta de cristal que daba al jardín.¿Por qué aquel niño me dijo que los demás no eran reales?. Cosa que no me extrañó mucho... eran... muy raros...
¿Por qué el solo tenía nombre?. Uno que no llegué a escuchar por culpa de Pogo.
¿Salir de aquí?, ¿A que se refería con eso?, ¿Hay un mundo aparte de este?.
Me estaba empezando a sentir incómodo en aquella posición, tumbado en aquel sucio y frío suelo. Pase el dedo por este sacando de el polvo, estaba súper sucio como si hubiera pasado mucho tiempo desde que alguien no viviese allí. Me senté en el suelo, miré a mi alrededor y mi vista fue a parar a un reloj de pared súper bonito perfectamente posicionado en la pared de aquella habitación.
- Algo va mal... - me dije a mi mismo.
Mire más detenidamente aquel reloj y efectivamente no era normal. El reloj contaba los segundos normal, pero cuando llegaba a los 60 segundos este retrocedía rápidamente para volver a contar los mismos segundos de antes. Aquí no pasaba el tiempo... ni las noches... eran siempre las 3:30 de la mañana.
- ¿Por qué no pasa el tiempo? - me pregunté.
Mire debajo de mis pies y vi una mancha enorme en el suelo, como si algo lo hubiera manchado, pero la mancha ya estaba muy seca. Avancé lentamente por los pasillos de la casa, vi unos cuantos marcos, pero sin ninguna foto en ella cosa que me extrañó. Subí a la segunda planta y entré a la primera habitación que vi.
Dentro vi algo que brillaba encima de la mesilla, me acerqué y agarre el objeto. Parecía una placa de policía y en estas estaban grabadas unas iniciales "J.C". La volví a dejar en su sitio, no conocía a nadie con esas iniciales. Abrí el cajón de la mesilla y encontré un cuaderno, lo abrí pero este totalmente en blanco. Escuché el sonido de la puerta, decidí dejar todo como estaba y bajé. Allí me encontré con Pogo.
- ¿Dónde estabas? - me preguntó.
- Yo... estaba... tumbado en la cama - le respondí nervioso mientras entrelazaba mis manos.
——————
Ya pasó mucho tiempo desde ese día, más o menos calculé unos 5 años, aunque no fueran muy exactos.
Le acabé cogiendo cariño a Pogo, este estaba siempre jugando conmigo, me regalaba todo lo que quería y lo más importante me hacía compañía, ya que me daba miedo juntarme con los demás niños, muchas veces los vi enfrente de casa vigilándome, pero estando con Pogo me sentía seguro. Todo iba perfectamente, hasta que Pogo empezó a tener un comportamiento muy extraño. El solía estar siempre conmigo, pero un día él empezó a marcharse.
- ¿A dónde vas? - le pregunté, no era la primera vez que se iba y quería saber que hacía mientras no estaba conmigo, porque según él no hay nadie más en este lugar.
- Tengo cosas que hacer, más tarde vengo y seguimos jugando - me respondió y se marchó.
Ya me estaba empezando a cansar, me estaba escondiendo muchas cosas y estaba harto, después de todo éramos amigos, ¿Por qué no me lo contaba?. Así que un día decidí seguirle, estuve como 10 minutos andando hasta que vi a Pogo adentrarse en una casa abandonada. Cuando vi que cerró la puerta me acerqué a esta y pegué la oreja para escuchar.
- ¡Ya no sirves para nada Gustabo! - le escuché gritar.
¿Quién era Gustabo?, ¿No que no había nadie?.
Empecé a escuchar unos pasos hacia mi dirección, rápidamente me tire al suelo escondiéndome entre unos arbustos que decoraban la entrada de la casa y vi salir a Pogo, se le veía muy cabreado. Suspiré al ver que no se dio cuenta de mi presencia, me levanté y me sacudí los pantalones que se me habían llenado de tierra, miré otra vez la puerta de aquel lugar. Era muy mala idea entrar allí, pero la curiosidad me pudo. Entre en aquella casa encontrando solo una habitación vacía con un peluche en medio de esta.
- ¿Con quién estaba hablando?, aquí no hay nadie - pensé.
Me acerqué más al peluche y lo agarré.
Un túnel blanco apareció enfrente de mi, provocando que me sobresaltase.
¿Cómo había aparecido eso ahí?, me pregunté.
Para sacarme de dudas decidí avanzar por este. Estuve andando un buen rato, parecía no tener fin, iba a dar la vuelta si no fuera porque escuché una risa, me giré y vi a un chico de unos 15 años aproximadamente, me paré para verle detenidamente.
- ¿Gustabo? - pregunté esperando una respuesta. El chico se giró y me miro.
Empecé a avanzar lentamente hacia él, sentí un líquido recorrer mis manos, extrañado me las miré y vi como el peluche estaba empezando a soltar sangre. Lo tiré al suelo asustado, en cuanto lo solté volví a aquella habitación, el túnel había desaparecido. Volví a agarrar el peluche con la esperanza de volver a ver a ese tal Gustabo.
- No, no, no ¡Vamos! - dije balanceando el muñeco, este ya no estaba bañado en sangre.
Estuve un buen rato intentando volver a contactar con él, pero me acabé rindiendo, aparte no quería que Pogo me pillase cotilleando entre sus cosas. Dejé todo como estaba y salí de la casa.
- Yo también vi lo mismo hace tiempo - me sorprendí al ver al niño del banco, este llevaba una mochila roja a la espalda, hacia mucho tiempo que no lo veía y apareció así tan repentinamente que me asustó.
- ¡Que susto!, pensaba que eras Pogo - dije poniendo una mano en mi pecho mientras agradecía que no fuera el nombrado.
- Se como llegar a aquel lugar - me dijo sin más.
- ¿Para qué quiero yo estar allí? - le pregunté.
- Para ser libre, salir de este lugar, irte con tus seres queridos, ¡No ves que ese tal Pogo te está manipulando!, te está escondiendo muchas cosas - me respondió.
Estuve pensándolo un buen rato y tenía razón.
- Ven y te enseñaré lo que hay que hacer - dijo comenzando a andar.
Yo le seguí, pero tampoco tenía mucha confianza en él.
- Nosotros no deberíamos estar aquí, tenemos una vida allí afuera - dijo señalando el final de la calle.
Cuando llegamos no se veía nada una niebla cubría el final de la calle impidiendo que se viera más allá de esta. Intenté dar un paso pero el niño me paró.
- ¡No des un paso más o te matarás! - me gritó.
- ¿Qué hay más allá de la niebla? - le pregunté dando un paso hacia atrás.
- Depende de cómo lo quieras ver... puede ser tu muerte o tu salvación - dijo sacando un cuaderno de su mochila.
- ¡¿Y cómo pretendes salir de aquí?!, ¡¿suicidándote?! - le pregunté.
- Más o menos - me respondió como si nada.
- ¡Estas como una puta cabra! - Nada más decir esas palabras me tapé la boca, nunca había dicho una palabrota. El niño me miró sorprendido.
- Eso es bueno, tú otra parte del cerebro sigue viva - me dijo mientras apuntaba en su cuaderno - Te tengo que explicar muchas cosas - dijo sentándose en el borde de la acera.
ESTÁS LEYENDO
¿Gustabo o Pogo?
De TodoToda esta locura empieza con el asesinato de una familia hace varios años, que provoca que el niño menor de esta viva en la calle provocándole serios problemas mentales. ...