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Mathias

Dormía plácidamente, cuando el sonido de unos platos moviéndose me despertó. Respiré hondo aún con los ojos cerrados y pude oler el aroma a comida, para ser exactos, se podía decir que era lasaña.

Abrí mis ojos lentamente mientras me removía en la cómoda cama en la que me encontraba. Estuve un par de segundos mirando la pared a la que estaba pegada la cama cuando reaccioné, me levanté de golpe provocándome un ligero mareo que al rato se me pasó. Miré detenidamente el cuarto en el que me encontraba, ¡Estaba en casa!.

- ¡Mamá!,¡Papá! - grité mientras salía de mi habitación a toda prisa.

Miré en la planta de arriba, pero no encontré a nadie así que bajé las escaleras corriendo, les echaba mucho de menos y quería estar con ellos, apenas me quedaban dos escalones cuando tropecé y caí por las escaleras. Mis rodillas dolian mucho, pero la emoción que tenía era mayor, así que me levanté y corrí hacia la cocina, allí me encontré a mi madre de espaldas a la puerta mientras cocinaba.

- Mamá... - dije casi susurrando, apenas me salía la voz y mis ojos comenzaban a cristalizarse.

- ¡Hijo! - dijo dándose la vuelta.

Cuando se dio la vuelta me quedé en shock viéndola, ella no era mi madre, seguía encerrado en aquella pesadilla y no iba a poder salir jamás.

- ¿Qué te pasa hijo? - me preguntó.

Yo me encontraba en medio de la puerta llorando, no quería estar más allí, eso era el infierno.

La mujer se me acercó y me agarró en brazos para abrazarme.

- ¡Suéltame! - grité mientras pataleaba para que me soltara.

- Tranquilizate y dime qué te pasa - me abrazó más fuerte impidiendo casi mi movilidad.

De pronto el timbre de la casa sonó haciendo que me quedara totalmente quieto.

- ¡Ya han venido! Y tú con la cara así - con la manga de su jersey me limpió las lágrimas, dejándome totalmente atónito.

La mujer caminó hacia la puerta conmigo en brazos y la abrió.

En la puerta había dos personas paradas, uno mucho más mayor que el otro, probablemente padre e hijo por el parecido. Dejé de fijarme en ellos para dirigir mi mirada hacia la calle, en la cual se podía ver que la casa estaba localizada en un barrio.

- ¡Luna! - respondió animado el más joven.

La mujer me dejó en el suelo y se dirigió hacia los dos hombres para darles un abrazo.

- Pasad, estoy súper contenta de que hayáis venido a comer hoy - dijo Luna dejando paso a los dos hombres.

Yo me quedé quieto en el recibidor viendo cómo entraban estos dos, uno ofreciéndome una sonrisa y el más mayor mirándome con odio, cosa que me asustó.

Me quedé en el recibidor mientras miraba a los dos hombres que se dirigían hacia la sala principal.

- Vamos - dijo dándome golpecitos en la espalda para que avanzara.

Una vez llegué al salón me senté en el sillón contrario al de padre e hijo y agaché la cabeza para no mirarlos.

- En unos minutos vuelvo - dijo la mujer.

Estuvimos aproximadamente un minuto en silencio cuando se escuchó una voz.

- Quiero que me devuelvan... - en ese momento se cortó, la voz era grave y con tono de superioridad, al instante reconocí la voz y levanté la cabeza.

¿Gustabo o Pogo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora