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¿P?
Nada más adentrarme en el coche marqué en el GPS un descampado al lado de la federal, allí comenzaría mi plan.

A mitad de camino mi teléfono comenzó a sonar, como pude y sin apartar la mirada de la carretera lo agarré. El número era desconocido, pero yo ya sabía de quién se trataba así que contesté la llamada.

- Los tendrás en unas horas no te preocupes - contesté revisando por el retrovisor que nadie me estuviera siguiendo.

- Eso espero... - contestó alguien con un modulador de voz.

- Tu tranquilo, aparte... tengo una sorpresita - solté.

- ¿De qué se trata? - preguntó al instante.

- Si te lo dijera no seria una sorpresa - le respondí mientras una sonrisa de lado aparecía en mi rostro.

- Bueno... confío en ti, no me falles - me dijo serio.

- Claro que no... - una vez dije eso colgué- ¿Cuándo te he fallado? - dije para mi soltando una carcajada.

Llegué al descampado, desde allí se podían ver las luces que iluminaban la federal por la noche. Bajé del coche y abrí el maletero encontrándome en el interior de este una camisa blanca junto con unos pantalones negros, me quité las prendas que llevaba en el momento y me puse las otras dos.

- ¡Esto me queda enorme! - me quejé mientras miraba como colgaban las mangas de la camisa.

Una vez puesta estas dos prendas revisé que todo estuviera correctamente.

- ¡Se me olvida lo más importante! - solté dirigiéndome a la guantera del coche, la abrí y saqué una corbata negra.

- Algún día te enseñaré a ponértela - solté al aire mientras me acomodaba la corbata ya bien puesta con un nudo perfecto.

Una vez estaba todo correctamente, cerré el maletero y me metí de nuevo en el interior del coche.

- Como dos gotas de agua... - dije mirándome en el espejo - que asco... - solté con rabia, arranqué el coche y me dirigí hacia federal. 


...


Me encontraba en la puerta principal esperando a que alguno de los guardias me abriese. Al rato se escuchó un pitido y las puertas se abrieron dejándome paso al interior, entré y aparqué el coche al lado de la puerta que llevaba a los prisioneros. Bajé del auto y entré por aquella puerta encontrándome con un guardia, sobre esas horas no solían haber tantos guardias comparado cuando era de día. Me acerqué al guardia y este al instante me frenó.

- Necesito su identificación, solo agentes de mayor rango pueden acceder - me dijo mirándome de pies a cabeza.

Yo sin decir ni una palabra saqué la placa de Jack Conway "mi placa" y se la entregué sin más.

- ¡Perdóneme Superintendente! - dijo firme nada más ver la placa.

Solté un gruñido y me dirigí hacia la puerta que daba a las celdas, pero antes de pasar la puerta una mano en mi hombro hizo que frenara de golpe y me diera la vuelta.

- Espera un momento... - dijo mirándome mejor fijamente - El Superintendente no tiene los ojos azules... -

¡MIERDA!, grite para mis adentros.

Le agarré del brazo que aún tenía en mi hombro y le di un rodillazo en el estómago, dándome unos preciosos segundos para poder esposarle una mano. Él guardia con su mano libre me agarró de uno de los pies y tiró haciendo que cayera al suelo. Con una cosa que no contó fue que siguiera con la otra parte de la esposa en mi mano y la enganchará a una de las rejillas del suelo.

Me levante después del golpe que había recibido, agarré mi pistola y apunté al guardia que intentaba desesperado romper la rejilla para liberarse.

- Yo soy peor que Jack - solté y apreté al gatillo disparándole directo a la cabeza.

Suspiré y corrí al interior de las celdas, iba revisando una por una hasta que di con la celda 47, me acerqué a ella y pude apreciar un joven de unos 22 años sentado en lo que parecía ser su cama. Abrí la celda y este me miró extrañado.

- ¡Vamos joder! - le grité, un grito que retumbó por todo el lugar llamando la atención de todos los prisioneros.

El joven se levantó y comenzó a seguirme por los pasillos. Muchos prisioneros gritaban y me insultaban al pasar al lado de sus celdas, todas sus voces retumbaban en mi cabeza y acabé cansándome.

- ¡CERRAR LA PUTA BOCA! - grité para que todos me escucharan.

El lugar que quedó en silencio durante unos segundos, yo me quedé quieto mirando de un lado a otro viendo como los prisioneros me miraban con miedo. Unas cadenas arrastrándose por el suelo comenzaron a escucharse, me giré al instante al sentir que el sonido provenía de la celda que tenía detrás.

- ¿Gustabo? - escuché aquella voz proveniente de la celda.

No puede ser... dije en mi interior intentando seguir firme. Claramente sabía de quien se trataba, pero ahora mismo no podía hacer nada más ignorarle así que me giré y seguí caminando.

- ¡Gustabo, soy yo Segismundo! - le escuché gritar a lo lejos, pero yo hice oídos sordos.

Llegamos a una puerta la cual abrí con una tarjeta que había cogido "prestado" del despacho de Conway y entramos a la otra parte de federal.

- ¿A dónde vamos? - me preguntó el joven que me seguía el paso con miedo.

- A por tu compañera - le respondí sin más.

- ¿¡Nos sacarás de aquí!? - preguntó sorprendido.

Ni siquiera hice por responderle, ¿Enserio era tan inútil para pensar que le sacaría de su celda y ni siquiera le esposaría?.

Llegamos a la celda 103 y sacamos a su compañera.

- Nos tenemos que ir, el cambio de turno es... - dije mirando el reloj que llevaba en la muñeca - dentro de 10 minutos -

Dicho y hecho salimos de allí sin que nadie nos descubriera, subimos al coche y fuimos a la sede. Una vez allí nos dejaron entrar y nos llevaron directamente a donde se encontraba Emilio.

- Muy bien... buen trabajo - me dijo Emilio mientras miraba de arriba a abajo a los dos jóvenes comprobando que estuvieran de una pieza.

Estos dos dieron un paso para dirigirse hacia su jefe pero yo les frené.

- ¿Te acuerdas que tenía una sorpresa? - le pregunté mirando fijamente a Emilio.

- Si - respondió.

Saqué mi pistola, la recargué y disparé a la joven.

- ¿¡PERO QUE HACES?! - gritó el chico mientras se agachaba para ver el estado de su compañera.

- Esta mejor muerta te lo aseguro, desde que la atraparon estuvo contando todo lo que sabía a la policía para reducir su condena, una pena que no le sirviera de nada, lo único que consiguió fue sin saberlo acortar su vida - respondí entre risas.

- Tengo que felicitarte por tu trabajo, de verdad a sido magnifico Gustabo - me respondió Emilio sorprendido.

- Prefiero que me llamen Pogo - sonreí de lado mientras miraba el cuerpo sin vida de la joven que acababa de disparar.

¿Gustabo o Pogo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora