El lobo contra la flor

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Fastidiado, el ambarino bloqueó una patada baja y otro golpe con puño que iba dirigido a su abdomen. Con un movimiento rápido colocó el antebrazo en la garganta de ella y la obligó a retroceder hasta la pared de cristal.

Sakura gimió por la presión, que aunque no era mucha, le molestaba al respirar. Con la otra mano, él sujetó la buena de ella en contra del vidrio.

—Te vas a quedar quieta —le dijo con voz aún más grave que antes y ella después de poco, asintió. Shaoran disminuyó la presión aplicada sobre el delicado y magullado cuello para casi enseguida colocar la mano del antebrazo con el que la tenía acorralada, en el hombro herido de la joven. Los ojos verdes se abrieron con temor y él, con movimientos verdaderamente rápidos, apretó el hombro con la palma de su mano y con la otra, sujetó la muñeca del brazo herido y jaló al mismo tiempo en el que rotó la extremidad hasta que se escuchó un tronido que le avisó que el hombro estaba de nuevo en su lugar. La muchacha gritó con tanta intensidad que incluso él sintió el dolor.

La soltó y retrocedió. Ella se deslizó por el vidrio hasta el suelo y comenzó a llorar. Estaba enojada, frustrada y desesperada, pero por otro lado, el cansancio y el miedo eran aún mayores.

—No vuelvas a hacerlo. Te aseguro que la siguiente vez no voy a hacer nada por ti y te dejaré el brazo así —le dijo con tono molesto. Ella alzó el rostro y luego se abrazó a sí misma como si de pronto se sintiera incómoda.

—Quiero... ropa —susurró la muchacha—. Y necesito ir al baño.

—Te llevaré al baño cada cierto tiempo y te alimentaré cuando deba hacerlo, no cuando tú quieras. Permanecerás aquí y es todo. No tengo ropa de mujer para ti así que te quedarás como estás. Tienes la privacidad que te brinda la manta roja sobre la caja. Yo no tengo ningún interés en verte.

Sin más, se volvió para salir de la caja, pero la voz de ella lo obligó a detenerse.

—Si no haces lo que te pido... morderé mi lengua y me atragantaré con ella —amenazó la joven con voz quebrada pero que, extrañamente, parecía segura.

Shaoran le dio la espalda y se mantuvo sin saber qué hacer.

—Sé a dónde me llevas y, aunque no sé qué es lo que me harán con exactitud... me parece que no les gustará que les entregues un cadaver, ¿o sí?

Shaoran se quedó sin palabras ante el comentario de la muchacha y supo que lo que decía era cierto; había determinación en su voz.

—Entonces, ¿debería cortarte la lengua desde ahora para evitarnos la molestia? —cuestionó con todo mordaz y se giró para encararla.

Los ojos verdes relampaguearon con emociones ocultas.

—Puedes hacerlo, no te detendré... tengo piel de sobra con la que puedo atragantarme si así lo deseo.

Shaoran avanzó los pocos pasos que los separaban y se hincó frente a ella con una rodilla en el suelo.

—Con tantas amenazas me parece que podría extraerte esa linda dentadura que tienes.

La muchacha parpadeó preocupada, pero casi al instante se recompuso y asintió.

—Veamos si puedes sacarme todos los dientes antes de que logre morderme la lengua. Si se te antoja correr ese riesgo, por mí no hay problema.

Fue inevitable que un sentimiento de admiración se abriera paso en el cuerpo del muchacho. Sonrió ligeramente detrás de la máscara porque de pronto recordó a la Sakura que lloraba en cada problema. Frunció el ceño casi ofuscado al notar que sus labios se habían curveado por ella y maldijo en su mente. No tenía idea de qué tan tenaz se había vuelto, pero las esferas esmeralda brillaban con tanta determinación que tuvo miedo por un momento de arruinar las cosas y cometer el error de dejarla morir.

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora