El fin de un encuentro

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Shaoran, Fye y Kurogane, se encontraban en ese momento en el tercer piso del edificio, luchando con el quinto grupo grande de guardias que los había interceptado. 

—¿Cuántos más hay? —preguntó el de cabello chocolate, al alto.

—La verdad es que son más de los que imaginas... necesitamos seguir avanzando o no lograremos llegar a donde se encuentran las aguas del tiempo —dijo con tono molesto.

—¡Vayan ustedes! —gritó Fye mientras con su báculo creaba una onda de luz azul que lanzó a un grupo de guardias contra las paredes—. ¡Están intentando hacernos perder el tiempo!

Kurogane se adelantó con otro grupo pequeño, movió su espada y creó un poderoso viento que los golpeó a todos lanzándolos lejos.

Shaoran, que ya se sentía algo cansado de pelear solo con su magia y su cuerpo, se dio cuenta de que era el momento de sacar su espada. Ésta apareció en su mano y con un rápido movimiento la colocó frente a él:

—¡Dios del agua, ven! 

Un chorro de agua ondulante salió de su espada y fue directo hacia los sujetos que iban hacia él, empujándolos con una enorme fuerza. Bajó la espada y se limpió el sudor de la frente.

Siguieron avanzando mientras luchaban con los nuevos guardias que llegaban a ellos como una marabunta, por todos lados.

—¡Cuidado! —gritó Shaoran cuando observó que desde el siguiente piso bajaban más guardias justo hacia Kurogane, que peleaba de espaldas a la planta alta.

El hombre alto brincó con facilidad al sujeto con el que peleaba, le rebanó el cuello y cayó a su espalda justo para volverse y continuar peleando contra los que venían de arriba.

—¡Kurogane! —llamó Fye de nuevo—. ¡Ve con Shaoran! ¡No puede teletransportarse sin conocer el lugar a donde va y solo tú sabes en dónde es! —exclamó mientras intentaba lanzar hechizos hacia adelante y golpes con su báculo hacia atrás.   

—¡No voy a dejarte! —le gritó el hombre alto—. ¡Son demasiados! 

Fye apareció frente a él antes de que el moreno pudiera dar un paso y lo sujetó del cuello de la playera.

—Te lo estoy ordenando —le dijo con mirada seria, y luego sonrió divertido—. Volveremos a vernos, Kurogane. 

Y antes de que el moreno pudiera decir algo, Fye sopló y alejó con un viento suave al hombre. Se giró hacia Shaoran y sonrió:

—Hubiese querido que nuestro reencuentro fuese más largo, Shaoran. No te recordaré... así que asegúrate de contarme todo lo que hicimos juntos.

Shaoran sintió una opresión en su pecho e inclinó su cuerpo hacia adelante en señal de respeto.
Sin despedirse, se giró y corrió hacia donde Kurogane había caído. Lo sujetó del hombro y ambos desaparecieron en cuanto Shaoran observó la imagen del lugar, en la mente del moreno.

Cuando ambos aparecieron en la planta alta, se enfrentaron una vez más a los guardias que ya los estaban esperando y mientras hacían eso, Shaoran cerró todos los accesos al ultimo piso.
Acabaron con los guardias en menos de cinco minutos y apuraron el paso; el moreno guiando el camino hacia unas puertas blindadas. 

—No tiene ningún hechizo —susurró el ambarino al llegar, sorprendido al notar que tenían libre el acceso.

Kurogane asintió.

—El problema más grande de Shuji siempre fue el hecho de que confiaba demasiado en sí mismo y en lo que había construido. En cinco años nadie logró atravesar la seguridad inicial de la sede... aunque muchos lo intentaron, en revueltas y en ataques directos. Nunca se imaginó que lo atacarían desde adentro; siempre se creyó excelente leyendo a la gente. Somos la excepción —dijo.

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora