Ciruelo

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Shaoran la había llevado a dar un recorrido por la ciudad. Habían ido al ojo de Londres en el cual los dos se habían subido y habían recordado cuando ambos, antes de que la carta vacío atacara la ciudad, habían subido juntos a la rueda de la fortuna; cortesía de Mei Ling. Sakura observó con gesto sorprendido y emocionado el largo y bello río Támesis que corría debajo de ellos, y él solo la miró por minutos interminables mientras la joven señalaba, sonreía y decía cosas graciosas y que reflejaban su emoción.

Después de eso la había llevado al palacio de Buckingham y más tarde, a Hyde Park. 

Sakura era una amante de los parques y le fascinaba el ambiente tan tranquilo y lleno de vida verde del lugar que era conocido como el pulmón de Londres. Avanzaron por los caminos y senderos entre los enormes y tupidos árboles y cuando, a lo lejos, vieron el puente Serpentine, ella corrió emocionada hacia el centro del mismo y se asomó por el barandal para ver el lago. Shaoran no podía evitar que cientos de recuerdos llegaran a él. Se detuvo a su lado y la miró de reojo.

—Es hermoso —observó ella.

—Lo es —dijo sin prestar atención a nada más que a la dueña de los ojos verdes. Sakura se sonrojó al percatarse de eso, pero no dijo nada.

—Recordé aquella vez que me salvaste de caer al agua y caíste tú en mi lugar —susurró con la mirada fija en el lago—. Siempre... siempre terminabas salvándome.

—Quizá fui yo el que te auxilié y te ayudé en todo lo que necesitaste, pero... si alguien de los dos salvó al otro... fuiste tú, Sakura.

Ella frunció el ceño y ahora sí lo miró. Shaoran observaba al frente y tenía los codos apoyados en el barandal, con ambas manos entrelazadas y mirada seria.

—¿A qué te refieres? 

Shaoran esperó unos segundos antes de contestarle.

—Me refiero a que... cuando llegué a Tomoeda, sabía cuál era mi destino. Estaba seguro de lo que tenía que hacer y no me importaba nada más. Había sido educado de una manera muy rígida y en mi mente no había lugar para nada más que para destacar y honrar el honor que mi familia me había otorgado de llevar las cartas Clow. No solía pensar en nadie más que en mí y en mis responsabilidades... pero tú me enseñaste a vivir de una forma diferente. Tú siempre te preocupabas por los demás... siempre intentaste ver por quienes lo necesitaban y eso me impactó... y me impactó tanto que sin saber cómo, comencé a querer ser como tú. Me enseñaste con el ejemplo a ser una persona diferente. Me salvaste de lo que estaba destinado a ser... y eso me dio mucha libertad emocional; algo que antes no tenía. 

Los ojos de ella brillaron con la sonrisa que le regaló. 

—Te equivocas... ambos nos salvamos el uno al otro, Shaoran. De ti aprendí a ser fuerte y a no dejarme vencer... a ser valiente. De no haberte conocido, probablemente no hubiera logrado nada. Fui... fui una tonta al terminar nuestra relación —dijo ella en un susurro. Shaoran la miró fijamente porque era la primera vez que se mencionaba el tema de su noviazgo—. ¿Por qué aceptaste mis términos tan fácilmente? 

Shaoran suspiró, se giró para encararla y ladeó su cabeza en gesto pensativo. Sakura ya había escuchado las conversaciones que ambos habían tenido en el vagón con respecto al tema... pero quería escuchar sus razones más a fondo.

—Porque me sentía mal de decepcionarte todo el tiempo. Creí que tenías razón... y que era lo mejor para ti. El hecho de saber que era yo la causa de tus lágrimas, tus desvelos y tus preocupaciones constantes... eso no me dejaba en paz. Después supuse también, que estabas muy enojada conmigo y que no querrías volver a saber de mí. Quise volver a ti tantas veces... pero tenía tanto que hacer, muchas obligaciones, y olvidé la más importante. 

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora