Guardianes

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Una luz se abrió paso desde su propio pecho hacia afuera y, frente a él, aparecieron dos formas, una animal y una femenina. La chica, alta, con un traje negro con rosa y unas bellas y enormes alas, le guiñó el ojo y se echó en sus brazos.

—¡Mi querido Shaoran! —soltó emocionada. El joven sonrió con tristeza al recordar a su prima.

—Quítate de encima, Ruby.

La muchacha hizo un puchero y lo miró molesta.

—Hace meses que no nos vemos y ¿así es como me recibes? Inadmisible.

—¿Una nueva palabra en tu vocabulario? —se burló el ambarino—, seguro que estuviste buscando una oportunidad para usarla.

La chica se sonrojó y se cruzó de brazos.

—Deja de burlarte de mí; Eriol nunca fue tan irrespetuoso.

—Ah, es que tu problema está en que te la pasas comparándonos. Nunca seré él.

—Y te quiero como eres, pero a veces, Li, eres insufrible.

—También me da gusto verte, Nakuru —le dijo con una sonrisa tranquila.

La chica lo besó el la mejilla y luego observó el lugar. Spinel se acercó a Shaoran en su forma real y él estiró la mano para acariciar el lomo de la bestia guardiana.

—Es bueno volver a verte, amo. Hace tiempo que no sabíamos de ti... y comenzábamos a preocuparnos.

—Lo siento, Spinel. Tuve dificultades y preferí no comunicarme a menos que fuera una emergencia. Te ves bien.

—Quisiera decir lo mismo sobre ti, pero... me parece que luces demacrado y, dentro de ti, hay sentimientos que se mezclan como un tornado. 

Shaoran asintió y Nakuru, preocupada al escucharlo, giró hacia él y se acercó.

—¿Pasó algo malo? 

Él no sabía si decirlo o no, al final supo que debía hacerlo.

—Es Sakura.

—¿Sakura? —preguntaron los dos al unísono.

—¿La pequeña Sakura? —inquirió Nakuru y Shaoran asintió—. ¿Qué pasa con ella?

—Está aquí. La traje... como prisionera.

Los rostros de ambos guardianes reflejaron sorpresa e incredulidad al mismo tiempo.

—¿Ella será...? —comenzó Spinel y calló cuando el ambarino dijo que sí con la cabeza—. ¿Es por eso que estás tan disperso? 

—¿Ustedes lo sabían? —quiso saber sin contestar la pregunta anterior y sus interlocutores negaron con la cabeza.

—Juro que no teníamos idea, Shaoran —susurró la joven con gesto preocupado.

Él asintió y suspiró mientras se pasaba una mano por el cabello.

—Dejemos la plática. No tenemos mucho tiempo.

—¿Es seguro que estemos aquí? —quiso saber la joven dándose cuenta de que no había cámaras por ningún lado—. No veo ninguna cámara... es extraño.

—De hecho, no —sostuvo Shaoran y se cruzó de brazos—. Lo más dificil es entrar a la sede. No puede entrar cualquier persona y son muy selectivos con la gente que vive dentro. La única manera de entrar es si has recibido una invitación o, como en mi caso, si tienes una excelente reputación que te preceda. Las cámaras son obsoletas aquí por el uso de la magia, cualquiera podría hacerse invisible, así que más bien... el trámite de entrada es la parte difícil.

—¿Es decir que nos podemos mover a donde queramos?

—Sí... mientras no nos topemos con alguien a quien le parezcamos sopechosos, todo estará bien. Los pasillos están un poco menos transitados hoy, pero lo mejor será que adopten sus formas falsas, para no levantar sospechas.

Ambos guardianes asintieron y se transofrmaron; se miraron en seguida y cerraron los ojos para concentrarse mientras él hacía guardia, hasta que Spinel señaló en una dirección, a través de la ventana.

—¿Qué hay por allá? —quiso saber con una ceja alzada.

—No lo sé. ¿Sientes la energía?

El pequeño animalito asintió y Nakuru abrió su bolsa para pedirle que se introdujera en ésta.

—Vamos, rápido. Este lugar es gigante —susurró la joven y se adelantó, con el ambarino pisándole los talones. 

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora