Soledad

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N/A: Hola a todos los que siguen por aquí. Lamento no haber publicado el fin de semana, pero tuve algunos contratiempos. Como les prometí, la historia termina la siguiente semana, así que espero que estén al pendiente de la actualización para que me digan qué les pareció. Gracias por su tiempo.

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Se despertó con el latido de su corazón muy alterado; la frente y el pecho sudorosos y una sensación de fuerte malestar y náuseas. Sentía que no podía respirar, así que se obligó a tomar una bocanada que expandió sus pulmones dolorosamente, provocándole un gemido de molestia. Se incorporó un poco al concientizar que estaba en su habitación. Apoyó la espalda en la cabecera y se miró las manos vendadas. 

—Shaoran... 

Reconoció la voz de Mei Ling y miró hacia la ventana a su izquierda, cosa que le molestó bastante porque parecía que su cuello no estaba del todo bien. 

—Despertaste —le dijo con la voz titubeante y los ojos llenos de lágrimas mientras se acercaba a la cama con paso inseguro. 

Había una silla a su lado y supuso que era para sus parientes que, con toda probabilidad, se habían turnado para cuidarlo. 

—Creí... cuando llegaste, creímos que no... —se le quebró la voz y se sentó en la silla.
Estaba pálida. Shaoran supuso que tendría días de no comer y dormir bien. La mirada de su prima reflejaba pena y lástima; una lástima profunda que le caló hasta la médula. Se sintió terrible de solo recordar que Sakura ya no estaba con él. Las ganas de vomitar se hicieron presentes y tuvo que cerrar los ojos.

—Lo siento... realmente lo siento tanto, Shaoran —susurró la joven y llevó su frente al dorso de la mano de su primo. Las lágrimas cálidas mojaron su piel y él pudo sentir el modo en el que la calidez se convertía en frío.

Tembló por dentro al entender que... probablemente no podría volver a verla. No tenía idea de en qué dimensión estaba, y por mucho que pudiese viajar a distintas... sería prácticamente imposible encontrarla. Buscar una aguja en un pajar sería mil veces más fácil. De solo pensar en que ella estaba sola y lejos del mundo que conocía, lo llenaba de temor y de tristeza.

Su corazón no podía soportarlo.

Las lágrimas salieron de sus ojos cerrados y agradeció a su prima por acompañarlo en su tristeza... porque los sollozos que ella profería por él, eran los que él mismo estaba reprimiendo.

No supo cuánto tiempo pasó, pero el cansancio llegó rápidamente y lo llevó de nuevo al mundo de los sueños. A ese lugar... ese único lugar en el que podía encontrarse con ella de nuevo.

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Dos semanas después, Shaoran pudo ponerse en pie. Se enteró de que Eriol aún seguía inconsciente; de que sus padres y su clan, así como la mayoría de los demás clanes, habían salido victoriosos en la lucha contra los cazadores de hechiceros. Todo parecía ir de maravilla en el mundo mágico y él deseó sentirse feliz por eso; sin embargo, su semblante lo delataba. No había más que tristeza y desesperación dentro de él en ese momento; aún así, el día en el que se enfrentó al informante, se obligó a pensar las cosas de manera fría.

Fye y Kurogane le habían comentado quién era y le habían dicho que lo habían mantenido bajo custodia todos esos días. Shaoran se encontró con él en su estudio, en compañía de su maestro y del hombre alto y moreno.

Fuuma se hincó en el suelo en cuanto él se colocó delante de la figura esposada.

—¿Tú eras el informante? —preguntó Shaoran con lentitud y Fuuma asintió.

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora