El lobo contra la flor

Desliz

Shaoran fue el primero en despertar y un sentimiento de tranquilidad lo invadió al darse cuenta de que había sido la primera vez, en años, que había dormido profunda y cómodamente, a pesar de tener sobre su cuerpo, el de alguien más.

Dormir con ella había sido lo mejor que hubiera hecho en toda su vida. No había punto de inflexión en esa frase...

Su cabello cobrizo se desparramaba sobre ambos y hacía pequeños rizos en las puntas, su respiración era acompasada y calmada, como si supiera que ese era el lugar más seguro en todo el mundo para dormir. No podía ver su rostro, pero el solo imaginarlo, imaginar su hermosa piel, sus ojos, sus labios... y hacerse consciente de su calor sobre él, lo hizo sentirse terriblemente excitado. Maldijo en su mente al darse cuenta de que... su cuerpo lo evidenció en cuanto ella se movió un poco.

Sakura, entre sueños, repentinamente sintió una extraña molestia en la parte baja del abdomen, como si algo presionara contra ella. Abrió los ojos, somnolienta, y se restregó contra el cuerpo de Shaoran que gimió involuntariamente. Fue en ese momento en el que ella se percató de lo que sucedía y ambos se miraron fijamente.

—Buenos días. ¿Necesitas... ayuda con algo? —preguntó burlona y él se aclaró la garganta y negó con la cabeza.

Era una tontería y él lo sabía. Perder el habla ante lo hermosa que estaba ella... era una estupidez... era obvio que él era mucho más fuerte que eso... pero por algún motivo su mente parecía haberse desconectado.

—No —reiteró en voz alta.

Ella se deslizó un poco hacia arriba y susurró en su oído:

—A mí me parece que sí lo necesitas.

Su hermosa y delicada mano bajó por su abdomen hacia el lugar en el que se encontraba la erección, pero él, de inmediato, le sujetó de la muñeca, la hizo girar y se colocó sobre ella. La muchacha soltó una exclamación sorprendida y permaneció debajo de él, con su mirada fija en la dorada.

—Mantén tus hermosas manos donde pueda verlas, Sakura.

—Lo... —pero se quedó sin decir nada. Miró el rostro del de ojos miel cerca del suyo y sintió que su corazón comenzaba a latir con rapidez. El cuerpo de Shaoran era fuerte y cálido, y la presionaba de un modo terriblemente placentero—, siento —susurró sin dejar de mirarlo.

Shaoran la obligó lentamente a colocar las manos sobre su cabeza en el colchón y ella no opuso resistencia. Sintió todo el largo y la fuerza del cuerpo de él sobre sí y respiró entrecortadamente mientras separaba un poco las piernas con la intención de rodear la cadera de él con una de ellas.

—Shaoran... —susurró.

Él la miraba diferente, como si se encontrara en algún tipo de trance. Bajó su rostro hasta el suyo, soltó una de sus manos, introdujo sus dedos debajo de la cabeza de la muchacha y pegó su frente contra la suya. Tocó con su nariz la de ella y, sin besarla, recorrió con sus labios las mejillas de la joven, solo en una caricia suave y constante. El corazón de ella parecía querer salirse de su pecho y todas las terminaciones nerviosas de su piel llevaban señales que producían escalofríos por todo su cuerpo. Se sentía tan bien que no quiso hablar... no quiso moverse.

De pronto, Shaoran se incorporó y se alejó de ella para levantarse de la cama e irse directo a la cocina.

Sakura se quedó recostada boca arriba sobre la cama, con la respiración acelerada y un sentimiento intenso de vacío. Los ojos se le llenaron de lágrimas no solo por el hecho de sentirse rechazada o vacía... sino porque nunca había tenido emociones tan intensas en toda su vida. Se recostó de lado, se hizo un ovillo y se abrazó a sí misma como si de ese modo pudiese mantener el calor de él en su cuerpo.

Shaoran cerró la puerta tras sí y apoyó la espalda contra la madera. Se pasó las manos por el cabello y negó con la cabeza... no podía creer lo rápido que su control se esfumaba cuando estaba con ella. Era como si la joven hubiese lanzado un hechizo sobre él y por mucho que intentaba luchar contra eso... parecía que ella era la fuerte de los dos.

—No seas un estúpido, Shaoran —susurró él y enseguida decidió ponerse a hacer el desayuno.