Duelo

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Shaoran notó el modo en el que la energía de la chica comenzó a elevarse y abrió los ojos sin comprender el porqué. Ella lo observó con las esferas verdes brillantes de lágrimas.

—Soy una tonta... en serio creí...

—Ese es problema tuyo, Sakura. Te lo dije desde un inicio. No hay forma en la que puedas salir de esta situación y no hay forma en la que yo pueda ayudarte.

—¿Podrías si quisieras? —preguntó ella con un hilillo de voz y él la observó con intensidad.

—Sí, pero no quiero hacerlo.

Esa fue la gota que derramó el vaso. El pulso de ella se aceleró y una onda de calor la dominó al darse cuenta de que el tipo era un completo egoísta y un hijo de puta.

—Eres un maldito.

—Lo soy, nunca lo negué.

—Bien... —susurró ella

—No puedes decir que te mentí en eso. Nunca te di esperanzas para creer que era lo contrario —le dijo él al darse cuenta de todo lo que ella había pensado en esos pocos segundos.

Sakura se limpió las lágrimas que le manchaban las mejillas y asintió lentamente mientras él sentía que su corazón se estrujaba al verla de ese modo.

—Es cierto. Nunca me mentiste... dijiste desde un inicio que me necesitabas y que no cambiarías de idea. Pero déjame decirte algo, no vas... a tenerme.

La muchacha se giró y corrió hacia la cocina tomándolo desprevenido. Shaoran soltó una maldición y corrió detrás de ella justo cuando la puerta se cerró y escuchó el sonido del seguro activándose.

—Abre la puerta, Sakura —demandó desde el otro lado porque no quería hacer una escena; sin embargo, el sonido de los cajones abriéndose y cerrándose le dijo que ella buscaba algo y, de pronto, todo tuvo sentido en su mente. Con un movimiento de mano quitó el seguro y entró justo en el momento en el que la chica alzaba un cuchillo con intención de atravesar su propia garganta.

El arma salió volando cuando el de ojos miel lo arrebató de las manos de la joven sin siquiera tocarlo y ella avanzó hasta el lugar en donde ésta había caído, pero él la sujetó por la cintura.

—¡Suéltame! —le ordenó ella y pataleó con fuerza para soltarse—. ¡No voy a darte el gusto! ¡Mal nacido!

—Basta, Sakura. Ya es suficiente.

—¡Quítame las manos de encima! —gritó ella con las lágrimas cayendo de sus mejillas. Forcejearon por un poco más de tiempo hasta que ella se quedó sin fuerzas.

Shaoran la obligó a pegar la espalda contra su pecho y solo se dio cuenta hasta poco después, que la máscara estaba en el suelo a su lado. Supuso que por los movimientos bruscos de ambos, ésta había terminado en el suelo sin que él lo notase siquiera. Sakura estaba tan ofuscada, molesta y a la vez fatigada, que no se había percatado de ello.

El de ojos miel la abrazó con fuerza contra su cuerpo y sintió su corazón latir desbocado. De pronto, Sakura miró hacia la izquierda y observó la máscara en el suelo. Sus pupilas se dilataron y su primer impulso fue girar y mirarlo, pero un extraño temor se desbordó por todo su cuerpo y se quedó estática.

Shaoran suspiró contra su cabello y con lentitud colocó su frente contra éste.

—Sé que... sé que no lo entiendes. Sé que nada tiene sentido para ti, pero... —susurró contra los mechones cobrizos—. Sakura, quiero que te quedes así. Es mi deseo... déjame abrazarte unos minutos.

Los ojos verdes se abrieron con sorpresa ante la petición y sin poder evitarlo se relajó entre los brazos del muchacho. Su corazón palpitó rápidamente y no pudo entender la razón. Intentó recuperar su ritmo normal de respiración y cuando lo logró, apreció el calor de la persona tras ella.

Shaoran la apretó un poco más y paseó sus labios por el cabello de la muchacha, luego llevó la punta de su nariz hacia la oreja de ella y bajó por el costado del cuello. Sakura se estremeció al sentirlo tan cerca y al poder apreciar el tacto de sus labios y la punta de su nariz. No entendía por qué se sentía así... era como si un millón de cables eléctricos hiciesen corto circuito en su piel y mandasen reacciones por todo su cuerpo. Shaoran inhaló el olor de la muchacha y exhaló sobre la delicada piel del cuello que se erizó ante el golpe suave del aire.

Se preguntó una y otra vez cuál era la razón por la que ella estaba allí con él. No entendía lo que Eriol había pensado al hacerlos coincidir, porque estaba seguro de que había sido todo por él. De pronto... una idea se formó en su mente. Tal vez la razón por la que los había hecho coincidir... era una diferente de la que él creía.

Se alejó un poco de ella y colocó la máscara en su rostro con solo tronar los dedos. Sakura se giró entre sus brazos para verlo y él la soltó y se alejó.

—Yo...

—Ven conmigo —le dijo con voz grave, la sujetó de la mano, caminó con ella de vuelta a la habitación y en seguida la encaró e hizo aparecer las llaves en su mano. Retiró los grilletes y ella lo observó confundida.

—¿Qué...?

—Escúchame muy bien, Sakura. Esta vez seré yo el que te rete.

Los ojos verdes se abrieron en total confusión.

—No... no entiendo.

Shaoran abrió el cajon del buró y tiró las llaves al suelo. Sakura observó el modo en el que sus cartas la rodearon rápidamente y su llave se colocó frente a ella.

—Es tu momento —dijo Shaoran—. Enséñame lo que puedes hacer y si me vences... si me vences, te juro que podrás irte.

La joven parpadeó confundida pero no se lo pensó dos veces, sujetó su llave y lo miró decidida.

—Libérate —susurró ante la llave que, obedeciendo de inmediato, incluso sin el conjuro completo como él lo recordaba, se convirtió en un báculo mucho más estilizado y hermoso que el que él tenía en su mente.

Sakura lo observó y lo señaló con el instrumento.

—¿Esto será a muerte? —preguntó ella con un hilillo de voz.

—Quizá.

—Entonces empecemos.

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora