Cruda verdad

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En cuanto Sakura y Shaoran salieron del comedor, repentinamente Touya y Yukito se levantaron. Tomoyo los miró con una ceja alzada mientras terminaba su desayuno. Ella era en serio lenta para comer.

—¿A dónde van? —quiso saber la de cabellos cortos.

—Saldremos a hacerla de turistas —comunicó su primo y le sonrió a la muchacha—. ¿Quieres venir con nosotros?

El primer impulso de la de ojos azules fue decir que sí, porque no deseaba quedarse sola con Eriol, pero Touya y Yukito no habían tenido tiempo para estar solos y disfrutar de nada desde que el entrenamiento intenso había comenzado, y ella no deseaba hacer mal tercio. Además, ya conocía Londres por arriba y por abajo.

—No, vayan ustedes. Diviértanse.

Los dos chicos asintieron y salieron del comedor platicando y riendo. Se concentró en su plato sintiendo una extraña incomodidad. Los únicos que estaban presentes y que podían ser su foco de interés, ante la mirada intensa del de ojos azules, eran Kero y Spinel, pues Nakuru se había disculpado desde antes y se había ido a la cama porque no había dormido bien; pero los dos que simulaban ser muñecos de peluche y que peleaban todo el tiempo, se fueron de ahí a los pocos minutos cuando a Kero se le ocurrió retar a Spinel a una partida de video juegos. Cuando solo quedaron el innombrable y ella, a la mesa, Tomoyo creyó que lo mejor era dejar su desayuno e irse, así que colocó el tenedor sobre el plato con comida e hizo ademán de incorporarse.

—Por favor, no dejes de comer por mí —le dijo él con tono suave. 

Tomoyo lo observó con una ceja alzada.

—¿Eres tan egocéntrico que crees que incluso mis hábitos alimenticios dependen de ti? 

—Siempre has sido lenta para comer, pero no sueles dejar nunca nada en el plato. 

A ella le molestó que él se las diera de conocedor solo porque habían salido por tres meses. Prefirió no llevarle la contra y continuar comiendo, así que se acomodó otra vez en la silla y prosiguió. No le dedicó ni una sola mirada hasta que él se aclaró la garganta y habló:

—Te has vuelto muy hábil. ¿Llevas mucho tiempo entrenando? 

—Poco más de un año —respondió ella secamente.

—Algo más que agregar a tu lista de cualidades. 

—Gracias —susurró la joven sin mirarlo.

—Seguro que te vino bien golpearme —comentó con los ojos entrecerrados. Se quitó las gafas y las dejó a un lado de su plato mientras se frotaba los párpados. 

—La verdad es que te habría golpeado más fuerte, pero... no quise hacerlo frente a ella.

—No es lo que piensas —dijo él con lentitud y la miró fijamente, tanto, que ella levantó la vista del plato y lo encaró.

—No me interesa saber qué fue, así como no me interesa saber absolutamente nada que tenga que ver contigo, Hiraguizawa.

Eriol sonrió casi de manera imperceptible.

—¿Regresamos a los apellidos, Daidouji? Bien... aunque no te interese te lo diré. Quería pedirle tu número. 

Tomoyo alzó una ceja y truncó los labios en señal de molestia.

—¿Es que no te quedó claro que no deseo hablar contigo? Me imagino que estás consciente de que tuve que cambiar mi número después de las semanas que estuviste acosándome con tus llamadas diariamente, ¿no? Me da la impresión de que no has entendido la razón por la que no te contesté. Te la diré para no dejar lugar a dudas: No quiero hablar contigo. Por tanto... no te daré mi número, ni hoy, ni mañana... ni nunca. 

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora