Recuerdos del futuro en el pasado

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Después de la tarde en el parque de diversiones, el amigo de Kaito se fue y Sakura, Tomoyo y Kaito fueron directo a casa de la primera con la intención de pasar un rato juntos, comer pastel y charlar; mientras caminaban, la de ojos verdes se dijo que, en efecto, algo muy extraño estaba pasando con ella.

Primero, se había detenido para jugar al tiro al blanco y había logrado ganar un peluche... había observado entre todos los muñecos y un pequeño lobo de felpa había cautivado su atención... tanto, que se había quedado paralizada mirándolo por minutos. Según Kaito, la había llamado más de diez veces antes de que ella reaccionara. El desasosiego la invadió y se fue de allí sin el peluche.

Después de eso, habían subido a la montaña rusa y, cuando habían terminado, ella se había quedado con la mirada clavada en la cadena de metal que le rodeaba la cintura. De nuevo, tanto su prima como el muchacho le habían hablado y ella no había reaccionado.

Y lo último y lo más extraño que había sucedido en el parque, había sido que, cuando se habían formado para entrar en la casa del terror, Sakura se había alejado de la fila casi a la velocidad del rayo cuando había visto a alguien similar a... ¿quién? No tenia idea... lo único que sabía era que el cabello color chocolate y los ojos dorados le habían obligado a moverse y cuando llegó a la persona y le tocó el hombro, el sujeto se giró y la interrogó con la mirada. Sakura se había sentido la mar de avergonzada, se había inclinado en señal de disculpa y había vuelto a la fila. No podía entender qué rayos se le había metido en la cabeza. 

No comprendía qué era lo que estaba mal con ella... quizá su mente se negaba a funcionar con normalidad.

Durante el trayecto a casa, Tomoyo le lanzó algunas miradas preocupadas e intentó hacer plática con el muchacho que se veía un poco incómodo por el mutismo de Sakura.

Al llegar a la casa de Sakura, su padre, su hermano, y el mismo Yukito, estaban sentados en la sala esperándola. La muchacha abrazó a su padre con mucha emoción y a Yukito también. 

Sentados en la sala, comenzaron a platicar, pero luego de unos minutos, la de ojos verdes no pudo evitar volver a repasar lo sucedido; se sentía tan extraña. Tomoyo notó su repentina incomodidad y dijo:

—¿Por qué no subes a dejar tus cosas mientras servimos el pastel? 

—Es tu favorito, cariño —dijo Fujitaka con una linda sonrisa.

—Gracias, papá. Sí, yo... subiré a dejar mis cosas.

En el momento en el que entró en su cuarto, cerró la puerta tras sí y Kero salió de su bolsa. Sakura lo miró preocupada.

—Algo muy malo me está pasando.

—Noto que estás mucho más despistada de lo normal. 

Sakura hizo un mohín con la nariz y deslizó la espalda por la puerta, camino al suelo.

—No... no entiendo... —miró el anillo y se quedó perdida en el brillo de la argolla—. ¿Crees que tenga algo que ver con esto? 

—No tengo idea, ¿por qué no llamas a Eriol? Seguro es un buen momento para hacerlo.

Sakura asintió, metió la mano a su bolsa para buscar su celular y entonces... escuchó un ruido y brincó asustada.

—¿Qué...?

Ambos miraron hacia el lugar de donde procedía el ruido. Era el cajón de las cartas que, al parecer, intentaba abrirse.

Kero voló rápido hasta el mueble y abrió el cajoncito. De inmediato, una de sus más recientes cartas se alzó por encima del mueble y voló directo a su dueña quien, sorprendida, se pegó más a la puerta.

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora