Delirio

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Shaoran continuó comiendo mientras estudiaba la situación. Por lo menos ya sabía en qué lugares no debía buscar.

—Estás invitado el día de mañana a presenciar el ritual —le dijo el anciano de repente y Shaoran alzó la vista hacia él. 

No supo qué decir, porque no quería rechazar la invitación, pero no podía aceptarla... y debía pensar en un pretexto rápido para no asistir.

Se aclaró la garganta e inclinó la cabeza en señal de agradecimiento.

—Aprecio la invitación, pero estoy más interesado en los libros que en ver a otros recibir poderes que no podré recibir yo —susurró y Shuji lo miró con las cejas alzadas por su muestra de reto, pero soltó una carcajada al darse cuenta de que el joven tenía el valor para hacerle un desaire.

—En ese caso, seguro que nuestra biblioteca te parecerá interesante.

—Escuché que es inmensa... y, sinceramente, solo vine para verla.

Shuji volvió a reír ante la broma del muchacho y asintió.

—Puedes leer lo que gustes.

—Se lo agradezco —dijo el de cabello chocolate. 

—Bueno... —interrumpió el hombre alto con una sonrisa triunfante—, iré a divertirme un rato. Si me disculpan.

Se limpió los labios con la servilleta de tela, se puso de pie y avanzó por entre las mesas.

—Yo... yo también tengo que retirarme —comentó Shaoran e inclinó la cabeza en señal de despedida.

—¿Tan pronto? —quiso saber el anciano y el ambarino se puso en pie.

—El viaje fue muy tedioso. Me vendría bien descansar y dudo que requieran de mi aburrida presencia. 

Shuji dijo que sí con la cabeza y Shaoran se despidió de todos.

Avanzó por entre las mesas con paso más rápido del normal y observó a ambos lados del pasillo al salir. Vio al sujeto alto a lo lejos por la izquierda y se encaminó hacia allí revisando que nadie lo siguiera, justo estuvo a pocos metros de él, se dijo que era una locura, que no debía exponerse así, pero su corazón no le hizo caso, así que desbloqueó su fuente de poder y sopló hacia el sujeto:

Deliriwm.

Volvió a bloquearse y se mareó como siempre que hacía esos ajustes rápidos. Volvió a girarse para todos lados y se dio cuenta de que nadie estaba allí. Suspiró aliviado y avanzó hacia el otro lado. Le interesaba saber la ubicación de todo, incluido el salón en donde se haría el ritual.


++++++

La joven abrió los ojos repentinamente y se incorporó con el corazón acelerado y una mano en el pecho. El rostro le dolía horrores; lo sentía hinchado y sensible, incluso el aire que entraba por la ventana y que chocaba con su piel, le lastimaba.

Se llevó una mano a la nariz y, aliviada, notó que a pesar de que estaba muy herida, no la tenía rota y esa era buena señal. Fue solo después de eso que observó la enorme alcoba y el lugar terriblemente ordenado y lleno de lujo. La cama en la que reposaba tenía doseles de madera y era probablemente tres veces más grande que la que ella había tenido toda su vida.

El lugar tenía un balcón. Se apeó de la cama y caminó hasta allí, deslizó la puerta corrediza y vio que estaba a más de treinta pisos de altura. No había manera de moverse de allí.

De repente, escuchó unos pasos cerca de la puerta y volvió a recostarse con el corazón acelerado. Se cubrió con las mantas y le dio la espalda a la puerta justo cuando ésta se abrió.
La persona que entró hablaba sola. Estaba diciendo cosas ininteligibles y que le pusieron los nervios de punta. Escuchó que se quitaba la ropa y se recostaba a su lado mientras continuaba hablando; Sakura creyó que eran quejas porque por su tono fastidiado daba la impresión de que hablaba mal de alguien. El peso de la persona hundió el colchón a su lado y sin prestarle importancia a ella, repentinamente, comenzó a roncar. Sakura alzó una ceja, sorprendida y esperó unos minutos hasta que fue demasiado obvio que el tipo estaba dormido. La joven se giró para observar la espalda desnuda del sujeto y se asqueó de saber que dormiría con él; sin embargo, en el momento en el que estaba por girarse, sintió algo... algo conocido en él. 

—Shaoran... —susurró la joven al notar los residuos de la magia que ya conocía. Seguro que él había tenido algo que ver con que el tipo llegase como un borracho o una persona inestable.
Lo extrañaba tanto... sus brazos, sus labios, su cuerpo, su voz y su mirada. Estaba segura de que se había arriesgado al realizar el hechizo sobre el tipo a su lado... y eso la hacía preocuparse al mismo tiempo que se sentía agradecida.

Se recostó de nuevo y cerró los ojos para pasar su última noche relajada, porque sabía que, al menos por esa noche, estaba a salvo gracias a él.

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora