Moira

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No tenía idea de por qué había decidido darle ese nombre. Había pensado que Lang sería demasiado arriesgado y no tenía tiempo ni ganas como para inventarse alguno. El nombre de su padre había llegado a su mente con increíble rapidez y simplemente había decidido tomarlo. Los ojos verdes se abrieron con sorpresa y él pensó que tal vez a ella le había parecido conocido, pero su siguiente comentario lo tranquilizó:

—¿Eres de oriente? —quiso saber confundida—. ¿No dijiste que usabas magia celta?

Shaoran sonrió tras la máscara.

—¿Y no dijiste tú que debía inventarme un nombre?

Eso pareció regresarla a la realidad y él se dijo que no podía dar crédito al hecho de que ella fuese tan ingenua como para pensar que realmente le daría su nombre real.

—Lo... lo siento, yo... —ella se sonrojó avergonzada de que él hubiese descubierto su ingenuidad y negó con la cabeza segundos después. Shaoran observó con atención las marcas rojas que su mano le había dejado en el antebrazo y sintió una horrible emoción recorrerle el cuerpo. Ella pareció leerle la mente y se sujetó el brazo lastimado—. No. Ya no me duele, estoy bien.

Él seguía preguntándose cómo era posible que ella supiese lo que él pensaba solo viendo sus ojos; era algo inexplicable.

—Lo lamento —le dijo y aunque Sakura no quiso ser igual de incrédula que antes para pensar que él hablaba en serio, no pudo evitar sentir que él realmente lo lamentaba. Suspiró, se encogió de hombros y se dijo que no podía ponerse a cuestionar cada cosa... ya sabía que nada sería cierto desde ese momento en adelante; pero ella podía tomarlo como si fuese real, al final, nadie se lo impedía.

—Soy fuerte —dijo ella con una sonrisa ligera y se encogió de hombros para quitarle importancia—. Así que... Hien, ¿no?

—Sí —afirmó él sin dejar de mirarla.

—¿Puedo preguntarte lo que yo quiera?

—Sí. Puedes preguntar lo que quieras, pero seré yo quien decida qué contestaré. No tengo mucha imaginación.

—Me basta con eso —susurró ella y se cruzó de piernas en posición india—. Dime, Hien: ¿usas algún objeto mágico?

Shaoran asintió de inmediato.

—¿Y qué es? —quiso saber la muchacha.

El de ojos miel se quedó pensando por unos segundos. Podía no decirle la verdad, pero de igual manera... ella no sabría que se trataba de eso o de una mentira.

—Una espada —susurró él con tono tranquilo, pero por alguna razón se sintió nervioso al revelarle ese dato.

—¿Una espada? —repitió ella con interés—. Suena increíble; yo también tengo una —comentó con una sonrisa suave—, y conocí a alguien que también usaba una, hace muchos años. ¿Cómo es la tuya?

—No tengo la imagen clara en estos momentos. Pasemos a la siguiente pregunta.

Ella lo miró con las cejas alzados y de un segundo a otro comenzó a reír como si él hubiese dicho algo sumamente gracioso. Shaoran se sintió incómodo porque hacía años que no escuchaba la risa de alguien y recordar la de ella le hizo sentir un tirón extraño en el pecho.

—Bien, ¿tienes familia?

—Sí —mintió él—. Mujeres la mayoría. Mujeres como tú que no tienen pelos en la lengua y quieren que todo se haga como ellas quieren.

Sakura parpadeó confundida y luego ladeó su cabeza con gesto extrañado.

—¿Eres casado?

—No.

—Supongo que tampoco tienes novia, ¿cierto? Siendo un hombre tan ocupado como lo eres, imagino que no tienes tiempo para esas nimiedades. Me da la impresión de que eres el tipo de hombre que no pierde el tiempo con esas cosas.

—Exacto —sostuvo él con ligera molestia.

Sakura sonrió casi imperceptiblemente como si estuviera contenta por el modo en el que la entrevista estaba yendo.

—Dime, Hien... ¿por qué estás viajando?

—Estoy buscando algo —susurró él y ella se inclinó un poco más hacia él para poder escucharlo mejor.

—¿Qué cosa?

—Tiempo.

Fue en ese momento en el que Sakura comenzó a dudar de nuevo. Estaba confundida y le parecía como si todas las respuestas anteriores hubiesen sido ciertas... incluso la última.

—¿Y tú? —preguntó Shaoran de repente. Ella sintió un vuelco en el estómago porque, al parecer, él le pedía implícitamente que jugara también. Una extraña emoción la llenó y asintió lentamente.

—Viajo porque quiero encontrar mi Moira.

Esta vez fue él el que se sorprendió y Sakura lo notó por el modo en el que sus ojos se volvieron de miel a dorado con ese brillo casi imperceptible que le despertaba la inquietud de que había visto esos ojos antes. 

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora