Colmillo blanco

209 32 8
                                    


—No lo digas así; lo que sucede es que llevabas muchos días sin comer bien y... cualquier cosa podría saber rica si uno se priva de comer por mucho tiempo.

—No me lo parece —contradijo la joven—. ¿Te enseñaron tus hermanas o tu madre?

—No —negó él de inmediato y se reprendió porque hubiese sido más fácil contestar que sí aunque fuese mentira—. Un... un amigo. Hacía demasiado tiempo que no cocinaba.

Solo recordar a su mayordomo lo hizo sentir un nudo en la garganta. Sakura apoyó la cabeza contra la madera y asintió como si el pudiese verla.

—Pues lo haces muy bien. Creo que pediré un pastel hecho por ti antes de que me entregues.

Shaoran sonrió.

—No hay horno —dijo con lentitud y ella rio con suavidad.

—Entonces sí sabes hacer pasteles

Shaoran rio sin darse cuenta y la muchacha parpadeó al escucharlo. Era la primera vez que escuchaba su risa; se le erizó el vello de la nuca por el sonido que rebotó con suavidad en la madera contra la que estaba sentada. El de ojos miel se mordió el labio inferior sin poder recordar cuando había sido la última vez que había reído... había pasado tanto tiempo que incluso él no podía identificar el sonido de su propia voz riendo.

No supo qué decir y simplemente comió en silencio. Sin verlo, Sakura pudo saber que él se había sentido incómodo por haberse reído.

—No puedo... imaginarte haciendo un pastel, Hien. Me pareces demasiado serio para eso —dijo ella e intentó, con sus palabras, hacerle ver que no había escuchado su risa.

—¿La gente seria no puede hacer pasteles? —quiso saber él con la misma seriedad de siempre.

—La verdad es que no lo sé. Yo siempre he relacionado el cocinar postres con la diversión. ¿Sabes cómo divertirte?

—Lo he olvidado —dijo Shaoran—. Ya no sé cómo hacerlo; además de que no me interesa y generalmente no tengo tiempo.

Sakura terminó su desayuno y dejó el plato en el piso. Observó hacia enfrente con determinación y se puso en pie.

—Ya lo veremos —susurró sin que él llegase a escucharla.

—¿Sakura? —preguntó segundos después cuando no escuchó a la joven, pero nadie le respondió. Dejó el plato, se incorporó, volvió a ponerse la máscara y abrió la puerta. Ella no estaba, pero la cadena le decía que la joven había ido al baño y el agua de la regadera corriendo, se lo confirmó.

Avanzó nuevamente al sillón de una plaza y se sentó. Apoyó los codos en las rodillas y se preguntó una y otra vez qué demonios estaba haciendo. Incluso cuando deseaba poner una barrera entre los dos, parecía como si ella fuese capaz de brincarlas y atravesarlas como si fuesen totalmente invisibles. Negó con la cabeza y sujetó el libro que había dejado en el piso para continuar con la lectura, pero no pudo concentrarse y justo cuando lo logró, ella salió del baño y lo miró sonriente mientras se secaba las puntas mojadas del cabello. Caminó hasta la cama y se sentó en la orilla con una pierna sobre el colchón y la otra la dejó colgar del filo de la cama.

—¿Y la televisión que me prometiste?

Shaoran recordó que ella se lo había pedido y asintió. Se concentró y con facilidad logró aparecer una pantalla pequeña de plasma. Sakura silbó sorprendida.

—Eres un hechicero muy hábil —reconoció ella con envidia—. ¿Por qué decidiste aprender magia negra?

—Hien no usa magia negra —dijo Shaoran de inmediato—. ¿Qué es lo que quieres ver? —quiso saber y señaló la televisión como para dar por zanjado el tema.

—Quiero ver una película. ¿Hien tiene alguna película favorita? —preguntó ella con expresión de fingido interés, pero él sabía que ella se burlaba.

—A Hien no le gusta ver televisión —continuó Shaoran con la broma.

Sakura sonrió y volvió el rostro hacia el aparato.

—Supongo que la decisión será mía —dijo al final con un suspiro—. Nunca pensé decirlo, pero creo que ha llegado el momento de preguntarme... si pudiera ver una película por última vez, ¿cuál sería?

El la miró con interés reflejado en sus orbes miel y esperó pacientemente a su veredicto.

—Creo que me decidiré por "Colmillo Blanco" —susurró ella y Shaoran preció sorprendido por su elección.

—¿Por qué?

—No lo sé... creo que te pareces al lobo de la película y me refiero al tú real, quien quiera que seas. Me da la impresión de que te sientes solo, rechazado y que incluso tienes miedo; lo noté por el modo en el que te pusiste hoy en la mañana. Por otro lado, eres fuerte y una amenaza para muchos, y aun así... eres noble y un buen compañero cuando lo deseas. Nunca había conocido a alguien tan misterioso como tú. 

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora