La marca del lobo

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Sakura no creyó que un tanque con agua pudiese provocarle tanto temor; en especial porque amaba el agua y era excelente nadadora, pero cuando lo observó a mitad de la sala de entrenamiento casi como esperando por ella, sintió que su corazón palpitaba con más fuerza que nunca. 

Eriol y Shaoran eran los únicos que estaban presentes. Shaoran se retiró el anillo del dedo anular sin que ella lo notara y lo guardó en la bolsa trasera de su pantalón.

La joven respiró profundamente y se dijo, de nuevo, que no había límites y que si la muerte era el límite... estaba segura de que lograría superarlo. El tanque era de cristal grueso; sería imposible romperlo sin su magia, y la tapa, de metal, tenía candado. 

Miró hacia el de ojos miel y dijo con voz tranquila:

—No importa lo que pase, tienes que prometerme que no abrirás el tanque, aunque sea difícil y aunque yo te lo pida. 

El sintió que su corazón se encogía ante esas palabras, pero no le quedó de otra más que asentir. Shaoran subió a la parte de arriba del tanque con el pulso latiéndole apresurado y luego la ayudó a subir; abrió la pequeña puertita y ella le sonrió. 

—Estoy lista. 

Shaoran asintió y ella se sentó en la orilla del agujero cuadrado y se introdujo en el tanque aún sujeta de la orilla. El agua le llegaba al pecho. Respiró profundo tres veces más y se soltó. Dentro del tanque el agua le llegaba a la barbilla y sentía como el espacio reducido de dos metros cuadrados le provocaba claustrofobia aunque ella no era claustrofóbica.

Sakura miró hacia arriba, asintió y él, frustrado, cerró y puso el candado. 

Bajó del tanque y avanzó hasta Eriol. Sakura colocó sus manos contra el vidrio y le dio una última sonrisa antes de asentir para decirles que estaba lista. 

—La llenaré —dijo Eriol, porque Shaoran no se había animado a hacerlo. 

El agua comenzó a subir despacio y cubrió la cabeza de la muchacha; incluso se desbordó por la compuerta. 

Sakura retuvo el aire mientras observaba hacia él y esperó. Estaba nerviosa y tenía miedo, pero se dio ánimos. 

Shaoran, fuera del tanque, sentía una desesperación creciente, pero se obligó a mantener una tranquilidad aparente. Se cruzó de brazos mientras los minutos interminables pasaban, y de pronto, la actitud serena y resuelta de ella, se transformó en algo diferente.

Desesperada comenzó a golpear el vidrio mientras los miraba con rostro desencajado. Las manos de Shaoran temblaron y se dijo que no debía dejar de mirarla. Ella ya se estaba quedando sin aire y en un último esfuerzo había nadado hacia la compuerta para intentar abrirla. 

Shaoran quiso ir hacia ella e incluso dio un paso al frente, pero Eriol lo retuvo por el brazo. Los ojos miel interrogaron al hechicero que se encogió de hombros.

—Me pidió que no te dejara ir. 

Shaoran volvió de nuevo su mirada a la joven y se quedó estático. 

Ella siguió golpeando con desesperación el vidrio. Los pulmones comenzaron a dolerle horrores y sintió que su cuerpo se enfriaba muchísimo; se negó a respirar debajo del agua, pero al final tuvo que hacerlo.

Cuando por fin el agua se introdujo en ella, Sakura comenzó a convulsionar dentro del tanque. Shaoran intentó avanzar de nuevo, pero Eriol lo retuvo.

—Espera —le ordenó. 

De pronto, ella cerró los ojos y dejó de moverse. La mano de Eriol apretaba el brazo de Shaoran con mucha fuerza. 

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora