Rosa y verde

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Shaoran dejó sus manos sobre la mesa y se obligó a no tocarla cuando ella colocó sus labios cálidos sobre los suyos otra vez. 

Sus palabras tenían la capacidad para despertar sentimientos que le eran desconocidos y amaba escucharlas. Sakura colocó las manos en el filo de la playera de el, se separó y le quitó la prenda para arrojarla lejos. Sonrió en cuanto la muchacha llevó sus labios a su pecho, y él enterró los dedos de una mano en los suaves mechones de cabello largo y brillante. 

Ella bajó sus manos y recorrió el abdomen lleno de músculos visibles, disfrutando el tacto y el calor, la dureza y la fuerza, hasta que llegó al botón del pantalón. Lo abrió y el sonido de la bragueta bajando lentamente, la hizo sentir escalofríos. Su corazón martilleaba contra su pecho y, por un segundo, temió que él pudiese escucharlo.

Shaoran se alejó de ella y se retiró los pantalones, volvió a la de ojos verdes y ella, con una mirada cómplice, lo acercó a su cuerpo y lo rodeó con las piernas mientras él pasaba las manos por los muslos cubiertos por el liguero y las medias. 

Sakura suspiró cuando él apresó su labio inferior entre los suyos y lo mordió con suavidad mientras movía su erección contra ella. 

La joven temía desmayarse porque a veces sentía que le faltaba el aire, y sonrió ante el pensamiento. No podía entender el modo en el que su cuerpo siempre reaccionaba ante él. Ante su mirada, sus ojos, sus palabras o su sola presencia... la hacía sentir llena de fuego intenso y le encantaba esa sensación, pero no era solo eso... suponía que parte de lo que ella sentía físicamente por él, se debía a la seguridad que él le brindaba, la confianza y la comprensión. Nunca había creído que las almas gemelas existieran, pero, por alguna razón, estaba segura de que si lo hacían, entonces Shaoran era su alma gemela.

Él, sorpresivamente, llevó una mano a uno de sus pechos y lo acunó en ésta. Sakura puso la suya sobre la de él y la apretó contra sí misma. Shaoran la acercó más a su cuerpo y besó su cuello con delicadeza mientras la abrazaba y llevaba una mano hacia la parte de atrás de la cabeza de la muchacha.

Con el peso de su cuerpo la obligó a recostarse sobre la dura y fría superficie, luego buscó sus manos con las suyas y las llevó a cada lado de la cabeza de la joven para dejarlas contra la mesa y entrelazar sus dedos con los suyos. 

El pulso de Sakura palpitaba acelerado contra sus muñecas y él sonrió al percibirlo. 

Bajó sus labios hacia su cuello y más abajo hasta colocarlos sobre la piel de uno de sus pechos que sobresalía del bellísimo sujetador. Nunca se había sentido tan tentado de deshacerse de una prenda y a la vez de no hacerlo.

Ella apretó más sus piernas alrededor de él y se sintió extraña al no poder usar sus manos pues las tenía unidas con las de él; sonrió al pensar que probablemente así se había sentido cuando ella lo había amarrado; sin embargo, cuando él soltó una de sus manos y la llevó directo al pecho que atendía con sus labios, ella se olvidó de recuerdos y pensamientos, y solo pudo concentrarse en los labios de él sobre su piel y su mano masajeando sobre la prenda. Shaoran se alejó un poco para estudiarla desde arriba y tuvo que sucumbir ante la tentación, por lo que abrió el broche frontal del sujetador y ella lo miró al escuchar el sonido. Las copas seguían sobre sus pechos aún y él las separó con lentitud. Ante el frío y la excitación, los botones rosados se alzaron frente a él y Shaoran se inclinó de nuevo sobre ella y llevó su boca a la zona en la que la piel de la muchacha se elevaba en monte. 

Rodeó con su boca el pezón y ella soltó un grito de sorpresa y éxtasis mezclado, que continuó apareciendo por su garganta mientras él la torturaba con sus labios, sus dientes y su lengua, y usaba la mano para acariciar el otro pecho que parecía rogar por su atención. 

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora