Una vista inesperada

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Un año después


En cuanto bajó del avión acompañada de su comitiva personal, esbozó una sonrisa nerviosa y avanzó por las cintas transportadoras con su maleta y con los demás siguiéndole el paso hacia la salida. 

Touya, Yukito y Tomoyo platicaban animados tras ella; Sakura sentía un nudo en la garganta por el nerviosismo que se había apoderado de su cuerpo desde el mismo instante en el que había abordado el avión. Hacía un año y dos meses justamente que ella había descubierto todo gracias a la carta grabar. Había esperado ese tiempo porque sabía que la cacería de hechiceros empezaría después del cumpleaños de Shaoran, según la información que Mei Ling —quien se había enterado de todo poco tiempo después, le había dado a escondidas de su primo—; y deseaba hacerse más fuerte y más hábil... necesitaba convencer a Shaoran de que en vez de ser una carga, podía ser una ayuda. Y no solo ella. Tanto Tomoyo como Touya y Yukito se habían entrenado físicamente hasta el cansancio en ese tiempo. Los cuatro habían aprendido diferentes tipos de artes marciales, desde judo hasta kendo, pasando por karate y un poco de parkour. Sakura tenía este último más dominado por su habilidad gimnástica, pero para los demás, ese había sido el más complicado de aprender. 

Habían avanzado realmente rápido, incluso Tomoyo que no había hecho nunca tanto ejercicio, había alcanzado un nivel de habilidad increíble que bien podría ser la líder de guardaespaldas del presidente. Sakura había admirado la tenacidad de su amiga que, prácticamente, había entrenado día y noche y noche y día, durmiendo pocas horas, con la intención de hacerse más fuerte y poder ayudarla. 

Su padre había intentado ir con ellos, pero tanto Touya como ella habían creído que lo mejor era que se quedara con Sonomi, quien, amablemente, les había dado llave de su piso en Inglaterra por si llegaban a necesitarlo.

Sakura nunca había estado en Londres y su inglés la verdad que no era muy bueno, pero desde que cruzaron las puertas de salida del aeropuerto, Tomoyo se encargó de absolutamente todo, con una seguridad y maestría envidiables. Con su cabello corto y su cuerpo desarrollado y trabajado, causaba suspiros y murmullos audibles de admiración.

Decidieron que todos llegarían directo a casa del inglés pues estaban muy cansados como para ordenar la casa de Sonomi e ir a comprar víveres y demás. 

Convenientemente, Tomoyo sabía la ubicación de la casa de Eriol y, aunque no parecía muy entusiasmada de aparecerse por esos lares, se había dado cuenta de que, como mínimo, si iban a trabajar juntos, ella debía intentar dejar a un lado su odio por el ojiazul.

Cuando llegaron a casa de Eriol, fue la de ojos verdes quien, nerviosa, tocó el timbre de la casa. Sabía que Shaoran también estaba allí aunque, según Mei Ling, a veces se ausentaba para hacer algunas cosas. Por un lado deseaba verlo y por otro no; estaba tan nerviosa que sentía que el corazón se le salía del pecho.

Fue entonces, después de unos interminables y angustiantes minutos, que la puerta de la gigantesca mansión se abrió y Nakuru los recibió con una mirada sorprendida, confundida y muy extrañada.

—Oh... por todos... los cielos —susurró comprendiendo de inmediato las implicaciones de estar viendo frente a ella a ese pequeño grupo de personas—. Sa... Sakura... hola... —dijo la chica y se llevó una mano a la cabeza en gesto nervioso.

—Nakuru, cuánto tiempo —saludó la de ojos verdes y la mayor asintió. 

—Qué sorpresa verlos... a todos... p-por aquí. 

El lobo contra la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora