Capítulo 2 parte A

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Nueva York

Fin de Verano

Era casi medio día cuando Candy hizo su arribo en el Aeropuerto La Guardia.

Después de haber buscado el carrusel correspondiente y tomar de ahí sus pertenencias, tal como se lo prometiera a su hermano, la rubia buscó una caseta telefónica para marcarle e informarle que todo estaba bien.

Posteriormente, ella dirigió sus pasos hacia la salida para solicitar un servicio de taxi que la condujera a su destino final.

Auxiliada por un guardia, la joven ingresó a la unidad que se puso prontamente a su disposición.

Ya estando en el interior del vehículo, se le proporcionó al conductor la dirección exacta a ser llevada, pero sin dejar de preguntar en cuánto tiempo estarían allá.

El amable hombre le dio un aproximado entre una hora u hora y media; bueno, todo dependía del tráfico del día.

Acordando con lo estipulado, los ojos de Candy se posaron en el taxímetro que marcaba las 12:15 PM.

Mentalmente, ella comenzó a hacer cuentas: tres horas de vuelo, casi 45 minutos esperando su equipaje, más la hora de diferencia entre Chicago y Nueva York, sí, esa era la hora exacta en la Metrópoli, a lo que de inmediato, la chica se puso a corregir la hora en su reloj de pulsera, concluyendo que con su cálculo, a más tardar a la 1:30 PM, estaría en las instalaciones del Colegio Barnard: institución que ella había elegido para cumplir sus sueños; y que gracias a su gran empeño por los estudios, le había aceptado sin dificultad.

Por ende, sintiéndose más relajada, Candy se acomodó en el sillón trasero y apoyó su cabeza en el asiento, pero conforme el auto avanzaba, la iba dejando rodar hacia la izquierda para que su mirada se fijara en el horizonte, distinguiendo a lo lejos el paisaje de la Gran Manzana y sus característicos rascacielos.

Una hora más tarde, la unidad se detuvo por un momento; exactamente en frente de las inmediaciones de la Universidad de Columbia.

Impulsada por la curiosidad, Candy se enderezó para expresar emocionada:

— WOW! Así que éste es el famoso Colegio del Rey

Y mientras su vista se recreaba con la centenaria institución, el chofer que la miraba tras el retrovisor, sonreía de ver cómo ella veía de arriba abajo el Edificio de Periodismo, luego el andador largo que atraviesa la institución como acceso libre peatonal entre las Avenidas Broadway y Ámsterdam.

En eso, el vehículo reinició su marcha; y ante el movimiento, Candy, con una gran sonrisa, volvió a tomar su lugar alcanzando apenas a leer "Teatro Miller, Escuela de Artes". 

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora