Capítulo 7 parte B

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Después de veinte minutos de recorrido, las chicas entraban a un estacionamiento público.

Instantes seguidos de entregar las llaves del auto y recibir un boleto, comenzaron a caminar entre las calles de la Avenida Broadway, metiéndose no sólo en la tienda recomendada por Annie, sino a todas aquellas que encontraban a su paso.

Llegado un determinado momento, a la rubia se le combinó lo muerta del cansancio con su desvelada anterior y empezó a sentir deseos de devolver el estómago.

La amiga que conocía esas áreas, la metió rápidamente a JC Penney, otra tienda departamental; y la condujo hasta los sanitarios.

Estando allá...

— Candy, no estarás embarazada, ¿verdad? — preguntó de lo más normal la morena mientras se arreglaba el rimel de las pestañas.

— ¡Por supuesto que no, Annie!

Llena de indignación, Candy hubo contestado desde uno de los baños:

— ¡Es la cruda de anoche!

— Bueno, pero no te enojes; además, no tiene nada de raro que tú y Anthony... tú sabes... son novios.

Annie se expresaban con señas por el reflejo del espejo al verla aparecer con rostro por demás pálido.

— No, todavía no.

Candy aseguró abriendo la llave de agua para refrescarse la cara.

— ¿Y no te gustaría?

— ¿Qué? — se contestó con fingida inocencia conforme se limpiaba con un pedazo de papel.

— ¡Vamos, Candy! ¿Tener sexo con él? — soltó como si nada Annie, que en lo que se aplicaba labial, no dejaba de observar las reacciones en su amiga que diría:

— No.

Sin embargo, la morena se quedó pensativa ante la contestación y la urgencia de la rubia al pedirle:

— ¿Podemos irnos?

Y es que Candy hubo recordado que la noche anterior cuando Anthony se despidió, su beso había sido completamente diferente a los de antes compartidos y sus caricias habían rebasado lo limitable, pidiéndole ella detenerse y causando en él, lo que nunca: enojo.

Recordando además, que con su gesto, él le había mirado también molesto y dicho...

Creo que ya entendí perfectamente —, y se marchó rápidamente de su lado.

Entonces, en lo que Annie metía sus pertenencias al bolso, Candy salió del sanitario y comenzó a caminar en busca de la salida.

Cuando estaba por llegar a la puerta, una bella rubia de cabellos largos y lacios se estrelló contra Candy que la reconoció de inmediato a pesar de llevar puestas gafas oscuras.

Sin importarle que aquella insolente ni siquiera se disculpó, la pecosa se hizo a un lado y la vio pasar, admirando de pies a cabeza su atuendo que era: una chaqueta corta que combinaba con sus jeans ajustados moldeándole su curvilíneo cuerpo, una blusa de algodón blanco con el cuello alto dejando a la imaginación su proporcionado pecho, y calzando zapatillas de aguja que la hacían verse más alta; por supuesto, notándose que todo aquello era de marcas exclusivas y haciendo que Candy dijera para sus adentros con desesperanza...

Ahora entiendo por qué es la prometida de Terry. Sí es guapísima.

La rubia de ojos azules se detuvo en el mostrador de perfumería; y bajándose un poco los lentes, se giró levemente para dedicarle una mirada a Candy que se volteó rápidamente y buscó la salida.

Allá, su amiga la alcanzó, y que al haberla perdido de vista, salió primero del local; y ahora estaba en la esquina comprando una pañoleta a un vendedor ambulante.

Al ver a su amiga a lado, se pagó presurosamente y ambas se dirigieron al estacionamiento para luego de solicitar el auto, subirse e ir a donde se llevaría a cabo la fiesta que sería en una lujosa mansión de arquitectura colonial en Long Island.

Aunque lo que le extrañó a la morena fue que la rubia no pronunció palabra alguna en todo el camino y claramente se le veía su mirada perdida y... triste.

Por consiguiente, en lo que aguardaban a que la reja fuera abierta para ingresar al lugar, Annie lanzaba cuestión:

— Candy, ¿estás bien?

— Sí, Annie — respondió la copilota suspirando primero con nostalgia y sonriéndole después para afirmarle conforme se miraban. — Sólo tengo hambre.

Con la contestación dada, la morena también sonrió y continuó manejando cuando se les dio finalmente el acceso.

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora