Capítulo 3 parte C

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El sol afuera ya anunciaba el arribo del nuevo día; y Candy seguía durmiendo plácidamente en su cama.

Y es que, después de hacer tripas corazón y alimentarse, tuvo las energías para desempacar, agradeciendo a su suerte el no tener compañera de cuarto y así pudo escoger libremente la cama que más le agradó.

Consiguientemente de ordenar sus cosas, se dio un baño y se dispuso a dormir temprano porque le esperaba un buen sábado, el cual el timbre del despertador lo recordó, marcando las 5:30 antes meridiano y despertó a la joven.

Ésta rápidamente se levantó, corrió de nuevo al baño para asearse y pasada media hora, se le veía salir del edificio.

Vistiendo nuevamente en pants y tenis, Candy llegó al campo media hora antes.

Algunas de las integrantes del equipo ya estaban reunidas; así que, sin temor alguno la recién ingresada se acercó hasta ellas y saludó amigablemente.

— Buen día.

Las jóvenes se giraron para verla. Unas le contestaron, otras simplemente no; y entre esas fue una pelirroja que estaba justo en frente de ella y la miraba de arriba abajo incesantemente, y con un poco de hostilidad le observaba

— Tú eras la que estuvo ayer por la tarde viendo la práctica, ¿no es cierto?

— Así es —. La rubia quiso ser cordial. — Hola, mi nombre es Candice.

Obviamente, la jugadora aquella no estrechó la mano que Candy le extendiera, sino que le dedicó otra mirada, pero ésta vez retadora y cuestionándole con recelo:

— Y, ¿cuál es la posición qué vienes a ocupar, Candice?

— Delantera — contestó la joven con firmeza. — Claro que también tengo habilidad para otras posiciones, pero en sí, juego la delantera.

Con la aclaración, las chicas restantes de aquel grupo comenzaron a murmurar algo entre ellas. Luego, se callaron en espera de la reacción de la pelirroja que no tardó.

— Así que delantera.

Candy asintió.

— Bueno, chicas, pues denle a Candice... la bienvenida al equipo — hubo sonado totalmente irónica.

Y sin decir más, se dio la vuelta seguida por la mayoría del equipo, dejando a la rubia con su acto rudo, un poco para no decir bastante desconcertada; pero dos jovencitas se quedaron a su lado para presentarse:

— Hola, yo soy Annie, defensa central.

— Y yo soy Patty. Juego en la media.

Sin embargo, la rubia, sin dejar de mirar a su agresora, preguntaba:

— ¿Quién es ella?

Patty y Annie primero cruzaran miradas; ya después...

— Se llama Eliza Legan.

Candy volvió sus ojos rápidamente hacia la informante que era Patty quien también le confirmaba:

— Sí, es la hermana del asistente y una presumida de lo peor.

— "Sí, claro" — segundó Annie con cierta ironía. — Por eso es la delantera y capitán del equipo.

— Ahora entiendo — respondió Candy. — Y creo que no le guste, ¿verdad?

Las dos morenas se encogieron de hombros y le sonrieron tímidamente; empero, la rubia se animó a preguntar:

— ¿Es buena? —, y vio a Eliza tomar un esférico y acercarse hasta una de las porterías, recibiendo como respuesta un:

— Sí.

— Es la que ha llevado al equipo hasta los campeonatos — comentó Annie.

En cambio, Patty decía:

— ¿Y de qué sirve que nos lleve a los campeonatos si nos regresa a casa sin el trofeo?

Candy dejó de mirar a la pelirroja para volverse a las morenas y sonreírles por el comentario y cuestionarles:

— ¿Dónde estudian?

— Yo estoy en mi segundo año en la Escuela de Periodismo en Columbia —. Annie hubo sido la primera en compartir.

— Yo, Humanidades — fue turno de Patty. — ¿Y tú?

— Yo apenas llegué a Barnard.

— ¡¿En serio?! — gritó una Annie emocionada; y ubicaría a alguien: — ¡Donde está el guapérrimo de Cornwall!

— ¿Quién? — preguntó Candy al ver los ojos ensoñadores de Annie.

— Archibald Cornwall es profesor de Danza en Barnard y... — Patty respondió; y pícaramente, — aquí mi amiga está loquita por él —, la abrazó.

— ¡Ay, y cómo no!

La morena ojo azul se disculpó para defender:

— Pero tú ¿dónde te quedas cuando suspiras por Alistear, su hermano: el presidente de alumnos?

Candy sonrió ampliamente ante el sonrojo que cubriera las mejillas de Patty.

En eso, su plática era interrumpida por unas fuertes palmadas que hicieron que las chicas voltearan y divisaran al asistente que en ese momento hacía su arribo y gritaba con voz de general:

— ¡Vamos, vamos, todas a correr!

Patty y Annie se unieron al equipo mientras que Candy dirigió sus pasos hacia el asistente: un tipo grande, fortachón y de mirada pesada al cual saludaría:

— Buenos días.

— ¿Y tú quién eres? — fue la brusca respuesta.

— Ayer me presenté con el profesor Williams y me pidió entregarle esto.

La joven le extendió el sobre.

Legan se lo arrebató no leyéndolo de inmediato, sino que volvía a gritar:

— ¡MÁS RÁPIDO! ¿QUÉ NO DURMIERON LO SUFICIENTE?

Después se concentró en la lectura. Acabada...

— ¡Yo no sé en qué cabeza cabe aceptar más gente en el equipo — masculló entre dientes, pero aún así le ordenaría: — ¡Vete a cambiar!

— Gracias, asist...

Candy no concluyó porque la mano del hombretón le había cortado el habla para corregirla:

— Entrenador Legan, a partir de ahora.

— Como usted diga, entrenador.

Sonriente, la joven lo reconoció y se fue corriendo hacia los vestidores verdaderamente emocionada; pero mientras ella se alejaba, Eliza se acercaba al entrenador suplente para demandarle:

— Neil, no me dirás que jugará con nosotros, ¿verdad?

— ¿Por qué no, Eliza? — le contestó. — Trae excelente recomendación.

Pese a eso, el hombre se negó a mirarla porque estaba pendiente a que las demás jóvenes continuaran con el calentamiento.

— ¿Ah, sí? y ¿qué posición cubrirá?

— A lo que leí es... delantera

Hubo dicho burlón y se volteó para ver a Eliza y su furiosa reacción; entonces, el varón ante su gesto, rió fuertemente.

Después la conformaba:

— Vamos, hermanita, no es para tanto —, y le pasó un brazo por los hombros. — Tú tienes más experiencia que ella, así que, anda — la palmeó ordenándole: — ve a practicar.

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora