Capítulo 1 parte B

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Cuando los hermanos ingresaron a la casa, Candy se marchó de inmediato a su habitación para asearse un poco en lo que su hermano se iba a la cocina a preparar la merienda que consistiría en un delicioso guisado de pollo que le salía para chuparse los dedos; y de postre, para consentir como siempre a su pequeña hermana, un exquisito pastel de chocolate.

¡Mmm! ¡Qué bien huele... y sabe! — expresó la chica chupándose el dedo que hubo metido en el pastel que ya ocupaba su lugar en el centro de la mesa de aquel pequeño comedor.

¡Eee! ¡Deja ahí! — Tom la regañó dándole con la cuchara en la cabeza.

Pese a que ella se había quejado por el golpe, lo volvió a hacer, ganándose por ello una nueva reprensión.

¡Candy, si lo vuelves hacer te irás a la cama sin postre y ésta vez hablo en serio!

¡Ay, ya! ¡Qué carácter, Abogado!

Anda, traviesa, mejor pon los cubiertos sobre la mesa.

Hecho así, minutos más tarde y al estar cada uno ocupando sus lugares en el comedor, Tom sostenía la mano izquierda de su hermana para decirle paternalmente:

La casa no será igual sin ti, y desde que nuestros padres fallecieron, siempre estuve consciente de que llegaría el día en que volaras del nido. Es extraño y me duele, porque no esperaba que fuera tan pronto —, él sonrió con tristeza. Seguidamente, carraspeó para decir: — Solo recuerda que aquí estaré siempre para lo que necesites y vuelve cuántas veces así lo desees.

Gracias — dijo ella; y como aprecio, se arrojó a los brazos varoniles confesando: — yo también te quiero, y juro que ya te estoy extrañando.

Tom cerró los ojos y oró para sus adentros, implorando fervientemente que su hermana lograra sus metas deseadas, pero lo principal que nada le pasara estando lejos de casa.

Al sentir las lágrimas de ella correrle por el cuello, él la apretó más fuerte diciéndole al oído ¡cuánto la quería y significaba en su vida!

Segundos después:

Bueno, ya, basta de lágrimas y mejor cenemos porque esto se enfría, y no es por nada, pero me ha quedado riquísimo —, él guiñó un ojo.

Candy, por su parte, sonrió; y su hermano secó las lágrimas de su rostro llamándola con cariño:

Mi traviesa llorona.

Para el resto de la cena, la disfrutaron en su mutua compañía entre pláticas y mil carcajadas recordando sus aventuras y también travesuras.

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora