Capítulo 1 parte D

92 15 4
                                    

Minutos más tarde, la joven caminaba sobre el largo pasillo en busca de la sala de abordaje.

A ésta distinguió a lo lejos.

Y mientras llegaba la hora de partir, Candy se detuvo a comprarse un café. Posteriormente, se metió en una tienda de revistas.

Ahí, la chica compró dulces y gomas de mascar: ¡su delirio! y sonrió por lo bajo al recordar que a su hermano le ponía nervioso su manera tan peculiar de mascar, costándole con ello mil regaños y repeticiones hasta el cansancio que esos no eran modos propios de comportamiento en una señorita.

A tal poco le importaba, pues el haber crecido, jugado y ser su hermano su único amigo, más que parecer chica, parecía "chico".

Y es que nunca en sus cercanos dieciocho años de vida se le había visto usar faldas, vestidos o actuar como una mujercita a su edad.

Candy se caracterizaba por su propio estilo; pero eso sí, haciendo que todo le combinara: camisetas con vaqueros holgados, pantaloncillos cortos o sus inseparables pantalones deportivos.

También tenía una colección enorme de tenis de todas marcas ¡ah! y otro sin fin de gorras; la mayoría autografiadas por beisbolistas, basquetbolistas y futbolistas.

Era una apasionada del deporte, gracias a que su hermano se lo había inculcado.

Desde pequeños, se salían a hurtadillas de la casa para ir a presenciar juegos de los Bulls, Cubs o Bears de Chicago.

Pero el soccer era la pasión de ella, y a pesar de que Chicago no tenía un equipo de casa todavía, seguía muy de cerca a la Selección Femenina de los Estados Unidos.

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora