Capítulo 9 parte G

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De ese modo, el primer mes transcurrió rápidamente, pareciendo que Candy de verdad, se había olvidado de todo, porque ni siquiera se acordó de enviarles alguna tarjeta postal a sus amigas de USA.

A finales de año, por la mañana y antes de salir de su casa, la rubia había sentido un dolor abdominal, al que no le tomó importancia pensando que era tiempo de su período menstrual.

Acalambrada, llegó a los campos deportivos y se preparó para el entrenamiento.

Después de treinta minutos pesados de ejercicio, otro dolor la atacó, sólo que éste fue con mayor intensidad que tuvo que detenerse para que el espasmo pasara.

Se inclinó hacia el frente apoyando sus manos en las rodillas y respiró hondamente.

Al enderezarse, un nuevo dolor la hizo doblarse y caer al suelo quejándose fuertemente.

Los asistentes médicos se acercaron hasta ella; y al notar la palidez en su rostro, la llevaron rápidamente al hospital, y la ingresaron al consultorio dejando afuera a sus compañeras que estaban muy desconcertadas y al mismo Tom que por supuesto también quiso ingresar más no se lo permitieron.

Adentro, Candy yacía sobre la cama encogida de lado y agarrándose el vientre tratando de controlar los dolores que se le estaban haciendo insoportables.

En eso, el médico que yacía a su lado, le pidió que estirara las piernas y se acomodara boca arriba para revisarla.

Ella se negaba, porque estaba segura de que sí lo hacía, algo por dentro se le desprendería.

Para su desgracia, otro dolor más fuerte le apareció acompañado de unos enormes deseos de ir al baño.

Candy, con la ayuda del doctor, se levantó de la cama y fueron hasta el privado.

Allá, tal y como lo predijera, cuando la rubia se sentó en el toilet le vino otro espasmo más, y enseguida sintió que algo salió por su parte íntima.

Con eso, el dolor cesó dejándola con cierto agotamiento.

Comprendiendo qué había sido, la joven se llevó las manos al rostro y comenzó a llorar, mientras que el doctor la llamaba preguntando si todo estaba bien y que le permitiera el acceso al no recibir respuesta.

Candy se enderezó, se aseó, se alistó y sin querer mirar, se decidió a abrir la puerta encontrándose con el médico que la miraba con pena y la abrazó sacándola de ahí para llevarla de nuevo a la cama y recostarla en ella, pidiéndosele a la enfermera hacer "el trabajo sucio"

— ¿Quiere que entre su hermano?

El galeno sentía cierta pena por aquella jovencita.

— No, no ahora. Me gustaría estar sola, por favor.

— Como guste, niña. Cualquier cosa estamos afuera.

Y en lo que Candy se volvía acurrucar sobre su lado derecho, el médico salía de la habitación encontrándose con la mirada molesta de Tom.

Él, al momento de que ver que la puerta se abría, dejó inmediatamente el sillón para informarse:

— ¿Cómo está?

— Descansando. El dolor ha pasado.

— ¿Puedo pasar a verla?

— Déjela unos minutos sola. Lo necesita.

Tom, bien o mal, tuvo que obedecer. Además, porque no sabía interpretar lo que en ese momento sentía... ¿Decepción? porque confiaba ciegamente en ella y haberle ocultado esto; ¿acaso impotencia? de no poder evitar que sufriera o... ¡de no poder ir a buscar, encontrar y golpear al infeliz que se había atrevido a tocarla y causarle este daño!; o... ¿era la culpa? porque con la excusa de que en su condición de hombre, se limitaba a hablar ciertas cosas con ella y no le había explicado del todo lo que una mujer debía conocer.

Bueno, pues con estas interrogantes a cuestas, el abogado se tuvo que volver a su asiento para seguir esperando.

Mientras tanto, de nuevo adentro, Candy no paraba de llorar porque se sentía vacía... hueca... como si otra parte de ella hubiera muerto también; ya que nunca imaginó que de esa única noche con Terry en su departamento, pudiera haberle dejado embarazada; aunque se acordó... que no usaron protección alguna y que tampoco una vez habían hecho el amor.

Sin embargo, eso a ella no le había importado porque se había entregado plenamente a él precisamente porque lo amaba y porque lo deseaba, además, Terry había sido tan tierno, tan cuidadoso de no lastimarle mucho, tan...

Candy apretó los ojos para no pensar más en él, ya que sólo de recordar lo vivido a su lado... ¡volvía a amarlo y ya no quería!

Entonces, con coraje, se limpió las lágrimas y se prometió olvidarse de todo y comenzar de nuevo; y es que, al morir aquel ser indefenso, ella también enterraba... esa parte de su vida.

Minutos después, la enfermera le anunció que su hermano deseaba verla.

Candy le dio el acceso; y cuando lo vio entrar, no quiso mirarle a los ojos porque se sentía muy avergonzada ante su mirada.

En cambio, Tom se le acercó, se sentó en la orilla de la cama y le acarició tiernamente el cabello preguntándole:

— ¿Cómo estás?

Como respuesta, la rubia se enderezó y se echó a sus fuertes brazos y volvió a llorar sin poder el abogado reprocharle nada, ya que su dolor no se comparaba con el que su pequeña hermana padecía, así que...

Tom se olvidó de hacerle comentario alguno y estuvo ahí para ella, dándole como siempre su apoyo y cariño.

Sin embargo, después de ese lamentable suceso, a Candy le dieron unos días de descanso, y cuando se presentó en el campo, todos vieron... un cambio radical en ella.

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora