A pesar de verse un hombre delgado, ella podía predecir que detrás de esa simple camiseta de algodón, se escondía un cuerpo sumamente bien marcado.
Bueno, eso tenía una explicación, ya que su hermano había sido un buen jugador en sus tiempos de colegio, y por lo mismo, la chica conocía muy bien la forma de esos músculos.
De repente, Candy tosió porque se atragantó con su propia saliva al pensar en ¿cómo se vería el profesor Grandchester sin esa estorbosa camiseta?
Pero el sonido del silbato, la sacó de su ensoñación tan ¿pecaminosa?
Sí, eso era lo que la señorita Pony, Madre superiora del colegio donde estudiara, le hubiese dicho si tan sólo viera la mirada que la rubia tenía en ese preciso instante mientras se seguía deleitando y también descaradamente con la anatomía de aquel guapo hombre.
No obstante, el equipo femenil se dispersó y por momentos le atajaron el paisaje, pudiendo ver así Candy a las jugadoras dirigirse a las bancas y al profesor Grandchester reunirse con el Coach Williams justo en el centro del campo para saludarse amigablemente.
Por supuesto, la mirona no negó que le dieron deseos de ir a presentarse personalmente con ellos, más no fue necesario, porque el entrenador se despidió de su colega y emprendió camino en dirección a la joven.
Ella, por su parte, de un ágil brinco, bajó las gradas para ir a su encuentro llamándole:
— ¿Profesor Williams?
— A tus órdenes, hijo — contestó amablemente el hombre que sin detener su andar, se colocó unas gafas oscuras.
— Mi nombre es Candice Stevenson y me han pedido presentarme con usted.
El rubio, al escuchar el nombre tan femenino, detuvo en seco sus pasos; y bajando los oscuros lentes, miró a su interlocutora de pies a cabeza y corrigió su falta.
— Perdón, señorita Stevenson, por un momento pensé que era...
— No se preocupe, todos me confunden.
La joven hizo un mohín forzado y resignado; a lo que de nuevo el hombre extendía:
— Lo siento —, y casi enseguida fue al punto. — Ahora dígame, ¿qué puedo hacer por usted?
Candy, de entre los bolsillos de su pants, sacó un sobre blanco y se lo entregó.
Williams lo tomó, lo abrió y comenzó a leer el contenido de la carta, lográndose que con cada línea que se leía un gesto de expresión fuera en aumento que no pudo evitar unos: "Vaya, vaya" impresionados.
Luego, él bajó el documento para decirle sonriente:
— Siendo así, señorita, bienvenida al equipo.
— Gracias.
La rubia también sonrió ante la gentileza de aquél, que a pesar de agradarle su integración, debía aclararle prontamente:
— Pero desafortunadamente yo no podré entrenarla por un tiempo. Salgo del país para asistir a un curso y no volveré sino hasta... dentro de seis meses.
Obviamente, el rostro de Candy se descompuso y su interior lloró; y es que...
Albert Williams era catalogado el mejor entrenador de Soccer Femenil en los Estados Unidos, y escucharle decir que se iba, la desilusión la embargó, lo cual él notó.
— Vamos, no se preocupe, mi asistente Neil Legan la podrá ayudar en todo lo que usted necesite.
Fueron las palabras de aliento que el coach le regaló, haciendo que Candy sonriera.
— Así está mucho mejor; ahora, si me lo permite debo retirarme.
La rubia asintió oyendo:
— Preséntese mañana a las 7 en los campos de entrenamiento — le indicó precisamente las áreas de arriba; y devolviéndole su carta. — Entréguele este documento a mi asistente.
— Sí, Coach. Gracias y buen viaje.
— De nada, pequeña, y gracias a ti por la confianza.
Con eso, se llegó al fin de la conversación; y la rubia vio al entrenador partir y subir por la colina hasta que su persona desapareció.
Más, en el ser de ella un mal presentimiento la invadió.
La joven inhaló profundo, infló las mejillas y sopló lentamente el aire contenido para calmar su angustia.
En eso, el nuevo silbatazo que se escuchara a sus espaldas, la hizo sentirse mejor; y se giró para encontrarse con el inicio de un partido de rugby: deporte de contacto y de origen británico, y que como si fuera un imán, la devolvió a las gradas a ocupar un espacio y disfrutar del juego o... ¿del profesor?
Lo que fuera, ella sólo sabía que estaría encantada de verlo jugar, ya que la pinta de excelente jugador lo comenzaba a demostrar así como su carácter explosivo y sumamente arrogante.
Candy hubiese estado más que feliz de seguir viéndolo lucirse en la cancha, pero nuevamente su estómago le estaba recordando que no le había dado a probar bocado alguno.
Por consiguiente y con desgano, la chica abandonaría su lugar para dirigir sus pasos hacia la salida del estadio.
Estando allá, caminó a la parada de autobuses; y ésta vez sin dudarlo, abordó uno para llegar al colegio, donde su recorrido comenzó, buscando precisamente la refresquería y donde se arrepintió de haber llegado ahí, porque los alimentos ofrecidos no fueron mucho de su agrado.
Aun así, ella los aceptó, y al estar el comedor completamente solo, la rubia se los llevó consigo a su dormitorio, ya que el viaje hecho estaba haciendo mella en ella.
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Mi Querida Campeona
FanfictionUna joven soñadora deja su casa para emprender su propio camino, topándose en ese al amor. Uno lleno de comprensión y apoyo. Una amistad que terminara uniéndolos más. (2010)