Capítulo 5 parte G

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Hasta que un día la realidad golpeó a Candy y eso; en el auditorio donde y conforme eran reunidos diversos grupos para recibir una clase del profesor Grandchester, en lo que éste terminaba de arreglar unas proyecciones para dar inicio, una bella rubia elegantemente vestida irrumpió en el lugar seguida nada menos que por Eliza Legan.

— ¿Quién es ella?

Candy preguntó por aquella mujer a la persona que tenía a lado en lo que mantenía su vista fija en las dos exuberantes féminas.

— Susana Marlowe: futura señora de Grandchester — respondió su compañera que leía un libro sin darse cuenta que con su dato, provocó un fuerte pinchazo en el corazón de Candy quien ahora escuchaba mofa de la informante: — bueno, eso cree la ingenua — se alertó.

— No entiendo.

— Se dice que tienen un compromiso de varios años... pero el guapetón no tiene ni la más mínima intención de ¡desposar a la rogona!

Con eso, la joven de ojos verdes ya no preguntó más, sólo se dedicó a observar a Susana que ya se acercaba a Terry y lo besaba vorazmente en los labios, notándose el enojo inmediato en éste; y no tan sólo por el atrevimiento irrespetuoso, sino por el desorden que provocara entre los alumnos varones.

— ¡¿Qué crees qué haces, Susana?! — el profesor se deshizo de su amarre.

— Vengo a saludar a mi prometido, ya que al parecer "él" se ha olvidado de mí.

— ¿Será porque ha estado demasiado ocupado? Además, "nuestro compromiso" no te da derecho de venir y ridiculizarme frente a mi clase. Esto... —, Terry circuló en el aire, — es mi área de trabajo y lo respetas. Ahora, hazme el favor de marcharte —, él pretendió retomar lo dejado.

— Ahora te haces el ofendido conmigo cuando bien sabes que la que debería estarlo ¡soy yo! que tengo varios días en la ciudad y ni siquiera te has dignado en buscarme. Pero está bien, cielo... te perdono como siempre — dijo aquella acariciando el rostro de Terry.

— ¿"Me perdonas"? —, pujó él; y con vil ironía diría: — No te engañes, Susana, porque bien sabes que esta "fingida relación" que me has impuesto con ayuda de mi padre, se terminará pronto. Así que, la salida es por allá.

El castaño apuntó hacia atrás con su pulgar.

— Ahora el que se engaña eres tú, querido. Y no, no me iré. Eres difícil de encontrar y cuando me dijeron que estarías aquí... vine en tu búsqueda — se le aseveró; y con cinismo, la rubia ojo azul fue a ocupar un asiento detrás de aquel escritorio.

De la necedad de esa mujer, Terry se frotó la cara con fastidio y pasó sus manos en su cabellera para preguntar con "serenidad":

— ¿Qué es lo qué quieres?

— Que me invites a comer y que por hoy dejes tus clases para dedicarme el resto de la tarde.

Por supuesto y de la propuesta, el castaño se rió con descaro; sin embargo, para quitársela de encima:

— Aunque pides demasiado, Susana, está bien — él accedió. — Te invitaré a comer, tú elige el lugar. Ahora sí... ¿ya te puedes retirar?

Frente a la falta de caballerosidad por parte de él, la mujer le dedicó una mirada fulminante; no obstante, como se había fijado conseguirlo a como diera lugar, optó por cambiar ese gesto molesto por uno lleno de hipocresía.

— Sí, amor —, ella se puso de pie; y tomando su bolso, pedía: — sólo no tardes; te estaré esperando en tu oficina.

Confiado, Terry la vio pasar de largo.

Pero en el instante de distraerse, la rubia retrocedió; y de un rápido movimiento le plantó otro beso provocando que el guapo hombre mascullara por lo bajo algo no muy decente, logrando también que con su reacción, Susana se alejara rápidamente de él llevando consigo una risa burlona y caminando coquetamente en frente de algunos alumnos que comenzaron a silbarle.

— ¡SILENCIO, TODO MUNDO! — espetó furioso el maestro advirtiéndoles: — La persona que vuelva a hacer el más mínimo de los ruidos... ¡reprueba el semestre automáticamente!

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora