Capítulo 9 parte E

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Nueva York

El lunes por la mañana las actividades en el colegio se retomaron.

Para ese día, Terry ya impartía la segunda clase al grupo de Candy, que al no distinguirla entre los presentes, el castaño se sorprendió un poco y eso que ya sabía de su ausencia.

En cambio, algo en su interior lo asustó, más optó por no alarmarse, porque a pesar de lo ocurrido entre ellos dos, el profesor sabía que la chica no era una alumna desobligada.

Cuando se llegaba al medio día, Terry fue citado para una reunión de maestros en la sala de juntas de la universidad, siendo allá su sorpresa mayúscula al ver entre los presentes al profesor Williams a quien de inmediato se fue a su encuentro.

— ¡Albert, amigo!

— ¡Terry! ¿Cómo estás? Bueno, eso ni te pregunto. ¡Felicidades por tu compromiso y por el bebé que viene el camino! — había dicho el rubio muy sonriente y estrechando la mano de su amigo que no le causó para nada de gracia su comentario.

— No estás hablando en serio, ¿verdad? — dijo Terry; y Williams rió.

— Terry, tan bromista como siempre.

— Si tú lo dices, Albert. Pero dime ¿acaso no estabas de curso en Suiza? ¿Qué haces aquí?

— Pues sí, pero... ciertas circunstancias me han hecho volver.

Y en ese momento Neil hizo su aparición y se acercó a los dos guapos hombres.

— Hey, Grandchester, qué guardadito te lo tenías ¿eh?... felicidades.

El antipático ese palmeó la espalda de Terry que le masculló un improperio y prefirió alejarse antes de propinarle un golpe.

— ¿Y tú, Williams? No me avisaste que regresarías tan pronto.

— ¿Qué tal, Legan? Ya ves. Hubo un cambio de planes — Albert sonó cortante. — ¿Me permites un momento?

Y también se alejó para encontrarse con Terry que ya se servía un poco de café.

— ¿Pasa algo, amigo? Te noto molesto.

— No, nada, Albert. Mejor cuéntame tú, ¿qué te hizo volver?

— Mejor pregunta ¡quién! me hizo volver — respondió el rubio sirviéndose café también.

Mientras el castaño lo miraba, el rubio preguntaba:

— ¿Cómo han estado las cosas por acá?

— En la escuela, todo normal. Aunque ahora el que me preocupa eres tú, Albert.

Terry observó cuando su colega posaba su mirada azul en Neil que se sentaba fanfarrón a un lado de un grupo de maestros.

— No, nada. No me hagas caso. Oye, quiero preguntarte... ¿qué sucedió hace una semana?

— ¿Qué sucedió con... qué? — preguntó Terry con intriga y enarcando una ceja.

— ¡Sí, hombre! Del rumor acerca de... Candy Stevenson.

— ¿Cuál rumor? — el castaño volvió a cuestionar.

Albert rió un poco al notar la confusión de su colega.

— No, no puede ser que le esté preguntando a la persona equivocada.

— Bueno, es que... no sé de qué me hablas.

— ¡De Candice Stevenson! Entre el alumnado y profesores hablan de un partido que ofreció el sábado pasado... que goleó y que... golpeó a Eliza, la hermana de Legan.

— ¡¿Qué golpeó a Eliza?! ¡¿Cuándo?! — se preguntó con sorpresa.

— ¡Ah! o sea ¿qué si la conoces?

— Sí, por supuesto, es mi... alumna — contestó Terry.

Pero ante la negación que Albert le dedicó con su dedo índice mientras le daba un trago a su bebida caliente, puso al castaño en alerta y quiso saber:

— ¿Qué significó ese "no"?

Albert suspiró, dejó su taza en el gabinete y miró a su alrededor asegurándose de que nadie estuviera cerca.

Ya luego de pensarlo por unos instantes, se habló, sin imaginar que lo que contaría haría sufrir en verdad a su amigo.

— Voy a contarte algo que no debería, pero como mi amigo que eres, sé que puedo confiar en ti.

— Está bien; gracias.

— El Presidente de la Federación de Soccer: George Johnson, me ha nombrado Head Coach del equipo femenil para este mundial en Estados Unidos.

Terry lo interrumpió para felicitarlo diciéndose:

— Gracias, fue por eso que me mandó a FIFA para ponerme al tanto de todo.

— Pero... ¿qué tiene que ver... Candice Stevenson en esto?

El corazón del profesor se había emocionado con tan sólo mencionarla.

— ¡Ah, mi amigo, casi nada! Cuando la chica llegó a mí, traía con ella una carta de recomendación.

— ... que Neil rompió en pedazos.

— ¡¿Que hizo qué el imbécil?! — se alteró el guapo rubio.

— Lo que escuchaste. Además, de que la chica nunca fue parte del equipo. Bueno, lo fue como... asistente o "Mascota" como la llamaban entre ellos. Un mes estuvo en completa inactividad hasta que un equipo de afuera la aceptó. Por eso jugó contra la casa.

— O sea que... ¡demonios, Terry!

— Y puedo contarte más, pero esperemos a que ella vuelva. Se fue a casa y no...

— No, Terry —. Lo sacarían de su error: — La chica no volverá.

— ¡¿Qué estás diciendo?! ¡¿Cómo que no volverá?! 

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora