Capítulo 11 parte D

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Una semana más tarde, un hombre —en shorts tipo cargo, tenis y playera sobre el hombro—, caminaba con respiración agitada al haber estado corriendo por un buen rato sobre las arenas de la playa Malibú en California.

Consiguientemente, se le veía escalando un leve peñón para entrar por la parte trasera de una preciosa casa de dos niveles de arquitectura moderna con muros de concreto, acabados de madera y fachadas de cristal.

Poco después, atravesaba el jardín pequeño que tenía como detalle una sala de piedra y almohadones cómodos, conduciéndose hasta la puerta corrediza del primer nivel.

Al estar ahí, cambió de parecer a su punto destinatario, y usó las escaleras traseras que conectaban a su recámara que estaba en el segundo piso.

Acto seguido de cruzar otra puerta de cristal, se aventó la camiseta a la amplia cama; y el hombre dirigió sus pasos hacia la habitación continua que conectaba a su despacho.

Allí, el ocupante checó algo en su computadora personal.

Pasados unos minutos la cerró para salir de esta área y dirigirse al baño donde se tomó su tiempo en la ducha, sin enterarse que abajo alguien consiguientemente de haber tocado varias veces, estaba sentado en la puerta principal de la casa, esperándole impacientemente.

Hacía dos horas que Candy había arribado a aquel domicilio, dándole el tiempo suficiente para admirar la lujosa residencia en la playa, observando tras las rejas de la puerta: un pequeño jardín porque la piscina lo ocupaba casi todo, dejando solamente una angosta vereda que conducía a la casa y al porche que estaba decorado con un juego de sala comedor de madera con tapicería en color azul marino.

Al no haber obtenido respuesta del habitante que se buscaba, Candy se había sentado en el segundo descanso de la entrada e hizo memoria de cómo había llegado hasta ahí.

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora