Entendida a la perfección el rudo sarcasmo, Candy hizo cambio en sus toques.
Y es que su juego era que bola que llegaba a sus pies, la recibía con la izquierda, pero se la acomodaba para que la derecha realizara el disparo.
Así que, prestando atención a la indicación dada por él, la rubia corrió hacia el lateral izquierdo, se abrió un poco; y el castaño, molesto, le volvía a gritar:
— ¡¿Adónde vas? ¡La bola...!
Él no terminó de indicar, porque un cañonazo ya venía justamente a su dirección, alcanzando Terry únicamente a arquear su cuerpo hacia la izquierda, porque la potencia con que venía aquel balón ¡lo haría doblarse del dolor!
Ella, al ver el rumbo que aquel tiro había tomado, corrió despavorida a su lado.
— ¡Profesor Grandchester, discúlpeme, no fue mi intención golpearlo! — la chica se escuchó en verdad apenada.
— No, no. No pasó nada, no me golpeaste.
Él la tranquilizó, apareciendo en el rostro de aquel guapo hombre un gesto de sorpresa y admiración.
Luego y conforme se acercaba a ella, le preguntaba:
— ¿Traes shorts debajo?
— Sí — fue la respuesta de la joven.
Y como él quería cerciorarse de algo, le demandaría:
— Quítate los pantalones.
Candy obedeció a la petición hecha sin malicia.
Para ese día la rubia usaba unos pants en color plateado con vivos blancos y rojos que se desabotonaban a los lados; y uno a uno esos metales se fueron abriendo hasta que la prenda cayó en el pasto.
Terry, por su parte, había posado sus ojos en las piernas de ella que a pesar de que su short le llegaba a media rodilla, el castaño pudo notar la forma, firmeza y dureza de los músculos en las pantorrillas.
Ella, por supuesto, comenzó a sentirse incómoda ante el escrutinio del profesor que le volvía a cuestionar:
— Respóndeme esto, Candy —, ésta asintió; — si coloco los balones en diferentes lugares y distancias... ¿tus tiros alcanzan la portería? ¡digo! porque los disparos que hiciste han sido a corta distancia ¿estás de acuerdo?
— Sí, sí, claro, profesor, entiendo.
— Entonces, ¿me haces otra demostración, por favor?
La deportista aceptó y fue por el balón que estaba dentro de la portería mientras que Terry acomodaría el segundo a tres cuartos de media cancha.
Posteriormente, ella, parada afuera del área chica, acomodó el esférico por el lateral derecho.
Ya de nuevo los dos en sus posiciones, a la nueva señal de él, Candy realizó el primer disparo con pierna derecha, no habiendo tomado mucho impulso para ejecutar el tiro, pero sí un efecto o "cuchareo" para elevar la pelota y que ésta fuera descendiendo, como lo hacía, rozando a escasos centímetros el poste para caer dentro del arco.
Había sido un tiro con cierto estilo y del agrado del profesor que le aplaudió en lo que la rubia se acercaba al segundo balón.
Ahí, ella sí le tomó unos segundos en concentrarse, ya que la distancia a alcanzar sería de 45 metros de largo.
Retrocediendo de espaldas, Candy se alejó unos metros del esférico; miró a Terry y enseguida a la portería.
Después comenzó a trotar en su mismo lugar para tomar impulso, dio otros leves pasitos hacia atrás y emprendió carrera hacia su objetivo sacando un disparo recto que fue a detenerse justo en el centro de la portería.
Ante lo presenciado, Terry se cruzó de brazos y se llevó una mano para cubrir su boca de la sorpresa y de la leperada que había dicho, porque la había observado detenidamente en todos sus movimientos; y acordó con ella que a esa distancia, necesitaría impulso para lograr su objetivo.
Pero cuando la vio elevarse un poco del suelo después de haber ejecutado ese impresionante disparo, le dieron ganas de correr y abrazarla... pero lo disimuló; y solamente le cuestionaría cuando estuvieron cerca.
— ¿Y dices que Neil ni siquiera se dio la oportunidad de verte jugar?
— No.
Con la negativa, el improperio que el castaño le dedicó al asistente, prefirió repetírselo personalmente a él que fue a primeras horas del lunes siguiente; pero a ella, en ese momento, le complementaba:
— ¡Tienes dinamita en esas piernas, niña, ¿lo sabías?!
Sonriente, ella sacudió la cabeza; y oiría:
— ¡Estoy impresionado, Candy, muy impresionado! Y para serte honesto, pocas personas lo logran en mí.
— Gracias, profesor —, la chica se ruborizó y aún poco más debido al cumplido.
Para desbaratar el sonrojado instante, el castaño sugería:
— ¿Qué te parece si jugamos para ver ahora tus movimientos en el campo?
La rubia prontamente aceptó; y en cuestión de minutos, el juego dio inicio quedando a desventaja el que Terry por ser más alto que ella, le ganara en la carrera, pero para quitar o burlar el balón, Candy era la habilidosa.
Así se pasó el tiempo entre un partido de risas, golpes y goles.
Transcurrido un buen rato, se veía a la pareja descansando sentada sobre el pasto, tomando agua y observando que ya había algunas personas ocupando un lugar alrededor de otra cancha para presenciar un partido del torneo del cual Terry había hablado anteriormente.
En eso, un joven rubio de ojos azules se acercó hasta ellos.
— Hola — dijo muy sonriente mirando a Candy. — Buen día — les deseó a ambos. — Me llamo Anthony; y tengo un partido por iniciar, pero mi equipo está incompleto. Te acabo de ver jugar y me pregunto, ¿no quisieras apoyarnos?
Amable hubo sido la petición extendida a ella.
Y mientras el recién llegado recibía su respuesta, Terry que ya lo había observado dirigirse a ellos se le quedó mirando con cierto "recelo".
Seguidamente, volvió sus ojos hacia Candy.
Ella lo miraba como pidiendo su autorización, a lo que él accedió.
— ¡Ve! Yo estaré aquí esperándote.
Eso bastó para que la rubia se pusiera de pie.
Ya en marcha junto con Anthony, éste le iba diciendo:
— ¡Juegas excelente! ¿Perteneces algún equipo? Yo tengo un grupo de chicas de tu edad que apenas comienzan, pero me faltan elementos... así que si tú quisieras.
Viéndolos alejarse, Terry también se puso de pie, tomando en el viaje las pertenencias de la rubia para luego caminar adonde ella había dejado botados los pantalones que él levantó. Y sin saber ¡por qué diablos! se los llevó al rostro para inhalar ese aroma muy característico de ella y que estaba impregnado en sus ropas; pero de pronto el castaño se quedó mirando con espanto la prenda que sostenía en las manos y así sonaría al recriminarse:
— ¿Te das cuenta de lo qué haces, Grandchester?
Con suma urgencia, él los metió dentro de la mochila y se encaminó para ir a observar el partido.
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Mi Querida Campeona
FanfictionUna joven soñadora deja su casa para emprender su propio camino, topándose en ese al amor. Uno lleno de comprensión y apoyo. Una amistad que terminara uniéndolos más. (2010)