Capítulo 9 parte C

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En lo que aquel hombre esperaba la conversación con el solicitado, Candy salió de ese edificio para ir a casa y de nuevo empezar a empacar.

Así, se pasó ese día y el miércoles, cancelando los Stevenson, debido al viaje que estaban a punto de realizar, todo tipo de compromiso en la celebración de ese Jueves de Día de Gracias donde tal y como Sire Richard lo ordenara...

En una Mansión de Nueva Jersey se hacía público el próximo enlace Grandchester – Marlowe, y donde, por supuesto, ante la propuesta hecha, los aplausos de los invitados no se hicieron esperar, atreviéndose algunos osados a pedir un beso entre la pareja, a lo que Susana no perdió el tiempo; y aprovechándose de la cercanía de Terrence, se colgó del cuello de éste y se complació ella misma a su entero gusto.

Terry, sin discreción alguna, la tomó de las muñecas, se deshizo de su amarre y salió a toda prisa de ahí para encaminarse a la salida más próxima y poder gritar afuera la molestia que le embargaba.

Más, no había llegado ni al porche, cuando alguien le había seguido, y a sus espaldas, le decía:

— ¡Caramba, hermanito! Tú sí que nunca dejarás de ser la atracción en las fiestas.

Por el sarcasmo lanzado se advertía:

— ¡Roger, hazme el favor de callarte y largarte, ¿quieres? ¡porque te aseguro que contigo me desquitaré!

— ¿Y por qué la violencia contra mi persona que únicamente vengo a consolarte?

El hermano menor de Terrence hubo fingido verdadera consternación, porque cuando pretendía retirarse, se regresó para notificarle:

— ¡Ah, por cierto! Mi padre manda a decirte que los invitados a TU fiesta de compromiso, te están esperando para que vayas a atenderles como el "digno anfitrión" que eres.

Roger tuvo que correr rápidamente, y es que Terry ya venía detrás de él agradeciendo que su hermano mayor no lo pescara, porque si no hueso sano no iba a dejarle.

Y así, conforme los días siguieron su marcha, el castaño los siguió viviendo entre molesto, triste y mayormente frustrado.

Mientras que en Chicago, los hermanos estaban tan ocupados empacando sus pertenencias, que toda esa actividad ayudó a la rubia a apaciguar su pena.

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora