Para el siguiente día, mientras Tom ponía en orden pasaportes y visas, Candy vistiendo unos pantalones capri de algodón y un bonito suéter, se presentó en las inmediaciones de la Torre Sears.
Ya estando en el interior, la joven buscó y tomó el elevador conduciéndose al piso 45 donde había un lujoso restaurante que al abrirse la puerta se distinguió de inmediato su entrada y se caminó hasta donde la encargada de atender a los clientes.
Ella, al ver a la rubia, de inmediato le preguntaba:
— ¿Puedo ayudarle en algo?
— Buenos días — saludó la joven ante la descortesía de la otra. — ¿El señor George Johnson?
— Ah, sí. Por aquí, por favor.
En su mutua compañía, las dos mujeres cruzaron el enorme salón, conduciendo a Candy hasta una mesa con vista panorámica de la ciudad, que ya era ocupada por cinco elegantes caballeros, y donde uno de ellos se levantó de su lugar para decir amorosamente:
— Mi querida niña.
Unos brazos simultáneamente se abrieron para recibir a la recién llegada que ya se acercaba para saludarlo también.
— Buenos días, padrino.
A éste, la joven dio un beso en la mejilla y una inclinación de cabeza a los demás.
— Señores, permítanme unos minutos, por favor — pidió Johnson llevándosela abrazada para ocupar otro reservado.
Estando ahí sentados, se decía:
— Me da mucho gusto verte, hija.
— A mí también. Sólo espero no importunar.
— ¿Tú, preciosa? ¡NUNCA! —, le acarició el rostro. — ¿Cómo está Tom?
— Bien, Tío.
— ¡Ah! Ese título me gusta más. Aunque más me agradaría que llevaran mi apellido. Pero, en fin, cuéntame, ¿qué dice la universidad?
— De eso precisamente quiero hablarte.
— Te escucho.
— Tío, antes de que tú me dieras tu apoyo, yo hice solicitud a... un importante club; y ayer recibimos la oferta: una beca de estudios y trabajo; pero lo más importante: los gastos para cubrir la operación de Tom.
— ¿Y dónde es eso?
— En... Brasil
Candy se hubo encogido en la silla esperando la reacción del hombre.
— ¿Brasil? WOW, niña. ¡Felicidades! Entonces, lo que me vienes a pedir es...
— Primero que nada, agradecerte todo lo que haces por mí y por las molestias que te causo.
— Eso queda fuera de contexto. Tú y tu hermano son mi única familia y es mi obligación velar por ustedes, aunque desafortunadamente con Tom ha sido diferente; pero dime ¿qué debo hacer ésta vez?
— Retirar la beca del colegio. ¡Ya no la necesitaré!
— Pero... ¿no es allá donde está Albert Williams, el único que cubre tus expectativas?
— Las cubría, sí. Pero lo mandaste de curso — se oyó reproche total.
— Bueno sí, era necesario... porque sabes que él es mi prospecto para hacerse cargo del equipo femenil en la próxima copa, pero no dudo que te haya dejado en buenas manos, aunque esa ironía regalada, me dice otra cosa. ¿Es qué acaso te han tratado mal? — el funcionario frunció el ceño.
— No, no, no. Es sólo que... Tío, tú siempre me has dicho que oportunidades como ésta, no puedo dejarlas pasar.
— ¡Ni me lo recuerdes! Porque en este instante me levanto para irme a dar de golpes contra la pared ¡Brasil está demasiado lejos! — refunfuñó el hombre.
— ¡Vamos! Sólo necesito tu consentimiento. Por favor, no seas tú el que nos corte las alas. ¿No dices querernos? Anda, ¿sí? Di que sí — Candy sonaba llenamente zalamera.
— ¿Me das otra alternativa? — se preguntó; y la chica dijo NO.
— Y para colmo ¡eres una chantajista de lo peor! porque sabes que nunca te negaría nada. ¿Cuándo deben marchar?
La chica se levantó de su asiento para arrojarse a los brazos de aquél agradeciéndole con besos en la mejilla e informándole:
— Queremos partir la siguiente semana.
— ¡¿Tan pronto?!
Candy lo recriminó con la mirada.
— ¡Está bien, está bien! Le diré a mi asistente que cancele la beca. Tienen mi permiso y bendición. Sólo una condición.
La rubia dijo SI
— Que cuando seas famosa te acuerdes de que soy tu tío, porque mi puesto no durará toda la vida y después ¿quién me mantendrá?
Con eso, dicho la chica soltó una carcajada que se escuchó en gran parte del lugar.
— No. Ya en serio. La única condición que te pido es que llegado el momento... me apoyarás.
— Claro que sí, tío George.
Éste se puso de pie y se alejaron de la mesa para llegar hasta la puerta del ascensor. Estando allá:
— ¿Sabes, hija? Cada día estás más hermosa y te pareces tanto a tu madre, mi hermana, que si te viera, estaría orgullosa de ti como lo estoy yo.
— Gracias, tío. Tom siempre me dice lo mismo.
— Bueno, hija. Desafortunadamente, debo viajar a California esta tarde, así que —, la abrazó. — Feliz Día de Gracias. Al rato me comunico con tu hermano... y nuevamente felicidades. Pon bien alto tu nombre, porque después sé que lo harás por tu país —, y besó la rubia caballera.
En eso, la puerta del ascensor se abrió; y los familiares se despidieron otra vez.
Y mientras Candy descendía, George tomó su celular y marcó un número.
Al contestarse, se demandaba:
— Sullivan... sí, Johnson... comunícame de inmediato con Albert Williams en Suiza. Dile que es urgente.
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Mi Querida Campeona
FanfictionUna joven soñadora deja su casa para emprender su propio camino, topándose en ese al amor. Uno lleno de comprensión y apoyo. Una amistad que terminara uniéndolos más. (2010)