Capítulo 1 parte C

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A las cinco de la mañana, una camioneta Explorer color gris se estacionaba frente a la entrada principal del Aeropuerto Midway de Chicago.

¿Has traído todo contigo? ¿No olvidas nada? ¿Tienes tus documentos a la mano?

Sí, Tom — contestó Candy cansada de escuchar las mismas preguntas desde que hubieron dejado la casa.

Una última cosa...

¿Ahora qué? — dijo ella con enfado.

No olvides llamarme en cuanto bajes del avión.

Está bien, así lo haré.

Tom, al ver la cara de fastidio que ponía la chica, le bajó la gorra que llevaba puesta:

Grosera — la llamó.

Posteriormente, descendieron del auto.

Él se dispuso a ayudarle con las maletas.

En sí, con una maleta grande deportiva que él usara cuando hubo sido jugador de Football Americano; y una mochila negra ya raída que él le regalara cuando ella cumplió 15 años; por lo mismo, se observaba con asombro:

No me dirás que esto es todo lo que llevas, ¿verdad?

— respondió la muchachita echándose la mochila negra al hombro y arrastrando la otra.

Ay, Candy, ¿qué voy a hacer contigo? — se quejó el hermano conforme se la quitaba.

Es mi favorita — aclaró ella con puchero. — Además, no pensaste que iba a dejarla, ¿cierto?

Tom no quiso alegar al saber muy bien la respuesta:

"Es la de la buena suerte, plus me recuerda mucho a ti, fue regalo tuyo" y más bla bla bla.

Por cierto, Tom, dejé otra maleta lista. No olvides traerla contigo cuando vayas a visitarme a Nueva York.

La cara del hombre no pudo ser más graciosa al observar:

O sea, de colmo... ¡espera, un momento!

¿Qué? — respondió Candy deteniéndose justo antes de ingresar por la puerta giratoria del aeropuerto.

¿Cuándo quedamos que iría visitarte?

¡Ay! ¿No me digas que no lo harás, hermano ingrato? ¿me abandonarás allá, sola en Nueva York, a mi suerte?

Pero si eres tú la que se quiere ir.

Hey! pero tú conoces mis razones.

Con su decir, ella consiguió que su hermano se detuviera abruptamente en el momento de estar a punto de ingresar al lugar.

Lo que a aquel hombre no le quedó de otra más que reír del descaro de la chica y seguirla.

No obstante, al alcanzarla ya formada en la aerolínea correspondiente le diría:

Eres una embaucadora chantajista, ¿lo sabías?

— contestó la cínica.

Consiguientemente, Candy soltaba una fuerte carcajada al haber sentido que su hermano le picaba las costillas.

Al cabo de unos instantes, Tom la acompañó hasta que ella obtuvo su boleto de abordar en mano. Luego, la llevó a la restringida área de seguridad y acceso. Y allá:

Bueno, es hora de partir — él dijo sacando de su pantalón un sobre blanco.

Y mientras se lo entregaba a ella, Tom decía:

Como no me diste el tiempo suficiente, toma este dinero que te servirá para la primera semana, y ya que estés instalada, llámame por teléfono y tendré preparada una cuenta de banco para tus necesidades y no quiero que protestes — Tom ordenó al ver que Candy estaba lista para decir lo siguiente:

No, sólo iba a decir... gracias —, entonces Tom sonrió.

Ahora sí, no queremos que te deje el avión.

De un rápido movimiento la atrajo hacia él y la abrazó fuertemente, depositándole un beso en la frente y dos más en cada una de las mejillas.

Cuídate, por favor, Candy.

Lo haré.

Se separaron.

Cualquier cosa, no importa la hora... ¡llámame!

Sí.

Y... sabes que te quiero ¿verdad?

Lo sé, Bro.

Bien — se dijo, siendo ahora ella la que se lanzara a los brazos fuertes de Tom y a punto del llanto, a lo que él le recomendaba:

— Vamos, nada de lágrimas, ¿de acuerdo? En cuanto pueda iré a visitarte.

Candy asintió con la cabeza; y las lágrimas le corrieron por las mejillas al escuchar:

Desde siempre he estado orgulloso de ti; y sé que cumplirás tu sueño.

Cerrando su puño, Tom le dio un suave golpe en la barbilla para llamarla:

Mi Campeona.

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora