Capítulo 10 parte G

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Cuando Candy bajó del auto, vio las largas escaleras de madera hacia abajo; y esperó a que Terry le indicara el camino.

Abriéndole una rejilla, la joven comenzó a descender; y conforme avanzaba, se maravillaba de lo hermosa que era la cabaña de arquitectura colonial.

No obstante, no ingresaron al interior de la vivienda, sino que el castaño la condujo hasta el porche, donde había una mesa deliciosamente decorada, pero dándole ese toque de intimidad muy característica de una cena romántica.

La joven, después de observar todo aquello, caminó sobre el entarimado disfrutando de la magnífica vista hacia el agua.

Cuando se recargó en el barandal, ella observó que había otras escaleras que descendían y conducían a un muelle privado donde al final de éste, había una embarcación estacionada.

Suspirando, la joven se giró para quedar frente al anfitrión y expresarle un maravillado "WOW" y contemplando la fachada de la casa de dos niveles.

— Celebro que te guste — respondió él yaciendo a su lado.

— ¡Es hermosa! ¿Es tuya? — preguntó ella sin salir de su asombro.

— Digamos que...

Terry se interrumpió al escuchar que lo tuteaba y dijo SI con la cabeza sonriendo complacido.

— Tu padre te ha consentido bien — observó ella llena de ironía.

El castaño se extrañó del comentario morboso.

— Esto es mío, Candy — contestó con firmeza. — Mi trabajo me ha costado.

— Sí, claro — respondió ella sin darle mucha importancia.

Posteriormente, Candy caminó hacia la mesa inquiriendo:

— ¿Cómo sabías que tenía hambre? —, tomó una uva del frutero y se la comió.

Terry se le acercó; y conforme le acomodaba la silla:

— ¿Quieres beber un poco de vino? — él ofreció antes de tomar su lugar junto a ella.

— No, gracias. No te olvides que soy deportista y debo pasar siempre el antidoping, sin mencionar, claro, de que luego hago "ciertas tonterías" cuando ingiero alcohol — ella siguió con el sarcasmo.

El actor sonrió por lo bajo comprendiendo que no se la pondría fácil.

En eso, un camarero salió de la casa, sorprendiendo a la joven que le sonrió a éste amablemente.

— Bienvenida, Señorita. Señor Grandchester ¿servimos ya la cena?

— Por favor, Travis.

Y en lo que los alimentos llegaban a la mesa, Candy fingía mirar el paisaje, pero la verdad se estaba sintiendo incómoda de la mirada que Terry le daba, así que entre molesta y nerviosa le diría:

— ¿No puedes mirar hacia otro lado?

— ¿Para qué? — contestó el castaño con cinismo y habiendo levantado un hombro. — Si lo que veo está bello y me gusta más.

Eso dicho hizo que Candy torciera los ojos y mirara nuevamente hacia el horizonte.

Empero, la verdad era que estaba tan nerviosa de estar con él que quería echarse a reír.

Por su parte, Terry sonreía, y mientras se recargaba en el respaldo de la silla, se cruzó de brazos para observarla con mayor descaro, ya que ese color de piel que traía le gustaba.

Su negra y larga cabellera rizada le daba un toque de erotismo, aunque la verdad él la prefería rubia.

Pero esos jeans ajustados a la cadera combinados con unos coquetos tenis y top de lycra con cuello halter moldeándole sus perfectos senos, lo estaban poniendo nervioso... ¡muy nervioso!

Para interrumpirlo y salvarla, la cena llegó; y los dos se dispusieron a disfrutar de los deliciosos manjares que eran: ensaladas de lechugas y frutas mixtas, langosta, carnes rojas, en fin... un enorme buffet para sólo dos personas.

Y conforme comían, Candy se animó a hacerle comentarios triviales, ejemplos: como lo deliciosa que estaba la cena, que le felicitaba por su buen chef y más tontería y media; pero al llegar al postre...

— Y... ¿cómo está tu hijo?

Mi Querida CampeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora