Chicago
La tarde del día siguiente, —después de haber dormido el resto de la noche y gran parte de la mañana—, Candy, vistiendo pijamas, salía de su habitación.
Cuando llegó al pasillo del segundo nivel de su casa, ella se detuvo para recargarse en la baranda de madera y mirar hacia la entrada principal.
Sin embargo, su vista la dejó fija en el candelabro colgante que pendía del techo.
Al distinguir las telarañas que lo decoraban, la rubia sonrió levemente; y casi enseguida se le desprendió un suspiro generado desde lo más profundo de su ser.
Consiguientemente, Candy comenzó a descender las escaleras encaracoladas.
A su arribo abajo, caminó atravesando por el recibidor, luego, el comedor para llegar a la cocina, donde encontró una nota pegada en el refrigerador que decía:
"Bienvenida a Casa".
"Procuraré estar temprano para comer juntos"
"Te quiero."
"Tom"
— Yo también te quiero — ella le mandó decir telepáticamente; y conforme abría el aparato doméstico para tomar un poco de jugo.
Ingerido, la rubia salió de la cocina para irse a acostar en el sofá largo de la sala, donde Tom, cuando llegó, la encontró dormida enredada en una manta y sonrió al verla tan indefensa.
No obstante, la sonrisa del abogado desapareció al recordar que en la madrugada cuando se encontraron en el aeropuerto, su hermana había aventado las maletas y corrido para arrojarse a sus brazos y llorar sobre su pecho desconsoladamente.
Tom de inmediato supuso que no era su gusto por verle como le había asegurado, sino que había algo grave; pero como la conocía y sabía que no le contaría fácilmente, lo dejó así, diciéndose ser paciente hasta que ella le confiara.
Comprensivo, Tom la dejaría descansar un rato más; y para hacerlo se dirigiría al despacho.
Allá, sentado tras su escritorio, tomó el teléfono y ordenó algo de comer.
Posteriormente, comenzó a revisar el correo: sobres de los estados de cuenta del banco y pagos rutinarios.
Empero, una carta en especial llamó su atención; y al momento de leer el remitente, el abogado se levantó tan aprisa que se lastimó la columna.
Aguantándose el dolor, fue adonde su hermana para despertarla quedamente.
— Candy, Candy.
— ¿Tom? — la joven lo nombró tallándose los ojos. — ¿Estás bien? — le preguntó al verlo con una mano en la espalda.
— ¡Oh, sí! Sólo hice un movimiento brusco, pero ya está pasando. Sin embargo, no te he despertado para eso, sino... ¿a qué no adivinas que contiene este sobre?
El hombre sacudió la mano y ponía una sonrisa que hacía mucho tiempo Candy no le veía en su guapo rostro.
— ¿Es... para mí? — preguntó ella con una mezcla entre dudosa y emocionada mientras que Tom asentía con la cabeza y logrando que los ojos de la chica se fueran abriendo poco a poco, al mismo tiempo que su corazón comenzaba a latir rápidamente.
En cuanto el hermano, —al ver esa emoción—, le extendió el sobre, ella decía:
— No, ábrelo tú. Yo no podría de los nervios.
Candy abandonó el sofá insistiendo el profesional:
— ¿Estás segura?
— ¡Sí, hombre, hazlo ya!
Nerviosamente, la rubia comenzó a caminar por la alfombra yendo de un lado para el otro y recibiendo el consejo de su hermano:
— Tranquila, tranquila.
Pero la verdad era que él estaba más nervioso que ella.
Aun así, el abogado comenzó a leer en silencio y con mucho cuidado cada una de las líneas.
— ¿Y? — quiso saber la rubia, más obtuvo una señal de espera.
Cuando se hubo terminado de leer, Candy vio como su hermano se fue sentando lentamente en el borde del sillón con un gesto indescriptible.
— Tom, ¿qué pasa?... ¡¿Qué dice la carta?! — preguntó ansiosa y asustada.
No obtenida una respuesta, la joven arrebató el papel.
Esa parte del documento que se leía no se entendió porque estaba escrito en portugués; y rápidamente se volteó la hoja que estaba traducida en su idioma y se comenzó a leer.
Al llegar al último párrafo, Candy diría en voz alta:
— POR FAVOR, SI SIGUE USTED INTERESADA, COMUNÍQUESE INMEDIATAMENTE AL NÚMERO TELEFÓNICO ANEXO, YA QUE NOSOTROS LO ESTAMOS DE USTED Y NOS COMPLACERÍA QUE ACEPTE LA PROPUESTA OFRECIDA Y FORME PARTE DE NUESTRO EQUIPO.
Finalizada la lectura, Candy bajó bruscamente el documento; y de inmediato buscó los ojos de su hermano para mirarse brevemente sin decir ninguno nada, hasta que "a la cuenta de tres", los dos comenzaron a reír histéricamente, combinándolo la rubia con brincos, primero en su lugar y después saltaría por toda la sala pegando gritos de alegría.
En cambio, su hermano, con dificultad se enderezó.
La rubia, al verlo de pie, se lanzó a sus brazos llorando de felicidad, manteniéndose así por varios minutos y diciendo él:
— Entonces, quiere decir que... ¡Oh, Dios, Candy!... ¡la oportunidad que tanto habíamos esperado!
Era tan grande la emoción de ambos que hasta al hombre se le olvidó el dolor.
— Lo sé, Bro, lo sé.
La rubia fue puesta en el suelo para decírsele seriamente:
— Pero lo que tú decidas, te apoyaré. Si quieres pensarlo, tómate el tiempo que quieras; yo puedo llamarles y decirles que...
— ¡SÍ, aceptamos!
— ¿Lo has pensado bien? — Tom quiso su corroboración.
— ¡Por supuesto, tonto! —, la hermana también le hubo dado un golpe en el brazo.
— ¡Oh, Candy! ¡Qué orgulloso me haces, pequeña!
El hombre la abrazó fuertemente besándole la cabeza.
— Sólo tendremos que hablar con...
— Sí — ella tomó la palabra; — aprovecharé que está en Chicago.
Y se caminó hacia el teléfono; y conforme lo agarraba, ella seguía diciendo:
— Pediré una cita para verle mañana, en lo que tú respondes a la carta.
— ¡No puedo creerlo, Candy!... ¡Tu sueño! — decía Tom una vez más lleno de incredulidad.
— No, hermano. ¡Es el de los dos!
— Bueno, voy a comenzar a arreglarlo todo desde ya —, se pretendió ir en busca del despacho; empero, se acordaron: — Oye... ¿y Nueva York?
— ¡Ya no más! ¡porque nos iremos a BRASIL!
Loca de emoción, la joven comenzó a bailar samba, provocando las carcajadas de su hermano que se decía para sus adentros:
— "Espero que esto te ayude a olvidar, preciosa"
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Mi Querida Campeona
FanfictionUna joven soñadora deja su casa para emprender su propio camino, topándose en ese al amor. Uno lleno de comprensión y apoyo. Una amistad que terminara uniéndolos más. (2010)