Agradecida la breve entrevista, Candy salió de ahí para ir a donde la secretaria.
Ésta le pidió a la chica unos minutos.
Concluidos, ambas fueron al área de admisión.
Allá, la empleada encendió la computadora para hacer el registro de recién ingreso; pero al parecer la encargada del área sabía de la llegada de la chica, porque cuando la secretaria movía los teléfonos, vio un sobre que tenía una nota con el nombre de Candice C. Stevenson.
Al revisarlo y ver que todo estaba en orden, Margaret llamó a una de las estudiantes para que le diera a Candy un breve recorrido por la institución y tuviera mejor ubicación de sus aulas, pero lo harían después de pasar y dejar sus pertenencias en el dormitorio designado.
No obstante, en el momento de que las jóvenes atravesaban los pasillos hacia el edificio indicado, la rubia preguntaba:
— ¿Es necesario el recorrido?
— Pues...
— ¿Sabes? Debo presentarme urgentemente con el profesor Williams. ¿Podrías decirme dónde puedo localizarle?
— Normalmente, el coach está en los estadios. Solo lo encuentras aquí los primeros días de la semana, y eso, por las tardes cuando da clase.
— ¿Y quedan muy lejos de aquí los estadios?
— Algo.
— Entonces, ¿me podrías decir cómo llego hasta allá y después damos el recorrido? Es fin de semana; puedo aprovecharlo y recorrerlo por mí misma; así no te quito tu tiempo, porque me imagino estarás muy ocupada — dijo consideradamente la rubia.
La chica que era de cabellos castaños y lacios, hizo una leve sonrisa y aceptó.
— Como gustes. Solamente te indico dónde está tu dormitorio, y por supuesto, cómo llegar a los estadios.
Candy sonrió ampliamente acompañado de:
— Gracias —; y también quiso ser amigable: — por cierto, ¿cómo te llamas?
— Hilda.
— Mucho gusto, "ilda"
— No. Es Hilda. Se escribe con H, pero suena "J"
— ¡Ah! está bien — expresó la rubia volteando la cabeza para poner los ojos en blanco ante la chocantes; y a partir de ese instante, en silencio, se recorrieron varios andadores.
A determinado punto, Candy preguntó si ya estaban por llegar, porque la verdad sus maletas se le estaban haciendo muy pesadas.
— Ya estamos aquí — contestó la guía, abriendo la puerta del edificio de dormitorios.
Al entrar se distinguió una amplia escalera y la recorrieron hasta llegar al tercer piso, donde cuestionaron a Candy:
— ¿Qué habitación te tocó?
— 325 — respondió la rubia observando la numeración en las puertas de las habitaciones.
En cambio, Hilda diría:
— Es hasta el final del pasillo.
La recién ingresada se emocionaría al expresar:
— ¡Qué bien! —. Y queriendo ser nuevamente amable, Candy preguntaba: — Y ¿cuál es el tuyo, Hilda?
— Yo estoy en el edificio de enfrente —. La respuesta dada hubo sido seca. También: — Bueno, pues aquí estamos.
Las dos se detuvieron al pie de la puerta.
En ello, Candy introdujo la llave en la abertura y la abrió, y por supuesto, su emoción resaltó otra vez.
— WOW! Cuarto compartido.
Sin piedad alguna, aventó sus maletas en el suelo para recorrer la pieza que constaba de: dos camas, dos closets, un escritorio amplio, un librero y un baño.
Y en lo que la guía hacía una anotación, Candy se acercó a la ventana para preguntar desde ahí:
— ¿Adónde da esta calle?
Con los mismos feos modos, la castaña se acercó hasta ella para informarle, señalándole cada punto que le mencionaba:
— Ésta es la Calle 120 Oeste, una cuadra abajo está Riverside Drive y lógico, el Río Hudson. Todas estas construcciones de enfrente son parte del seminario. En la esquina de allá arriba está el Colegio de Maestros —; y ya.
Eso hubo sido todo lo compartido porque:
— Bueno, aquí tienes la dirección del estadio. Puedes usar la salida de aquí, sólo tienes que subir a la avenida y cualquier autobús que diga Broadway te lleva hasta la Calle 218 que es donde están los estadios.
— Muchas gracias, Hilda.
Candy estiró su mano para recibir la nota y escuchar un cortante:
— De nada.
Luego, la joven guía emprendió retirada; empero, a medio pasillo Hilda se giró al recordar:
— ¡Ah! una última cosa.
La rubia la miró con interés.
— No olvides presentarte con tu consejero académico. En el sobre te dice con quién debes ir.
— Claro, gracias — respondió Candy; y desde su lugar, que seguía siendo al pie de la ventana, observó como aquella muchachita finalmente salía de su habitación.
Al cerrarse la puerta, la rubia sonrió y se giró de nuevo para abrir ahora la ventana y disfrutar de la brisa que corría en la ciudad.
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Mi Querida Campeona
FanfictionUna joven soñadora deja su casa para emprender su propio camino, topándose en ese al amor. Uno lleno de comprensión y apoyo. Una amistad que terminara uniéndolos más. (2010)