El profesor, por su parte, no dejaba de mostrar su blanca, perfecta y bella sonrisa; y para ponerla peor, se inclinó para buscarle el rostro, consiguiendo que Candy soltara una carcajada ante el gesto juguetón del guapo espécimen.
— Lo siento — expresó ella.
— ¿Por qué? — él cuestionó.
— Por mi tonto comportamiento.
— Bueno, es entendible. Ese es el impacto que provoco en las mujeres y a veces en algunos muchachitos, como tú —, el hombre guiñó un ojo.
La joven, indignada por la arrogancia de aquél, diría:
— ¿De casualidad su nombre no es Modesto, profesor Grandchester?
El mencionado, primero soltó una carcajada; y casi enseguida se presentaba:
— No, mi nombre es Terrence —, estiró la mano. — Y el tuyo, ¿cuál es?
— Candy —, ella sin descortesía la aceptó.
— Muy bien — dijo él.
En cambio, la joven sintió un sudor frío al escuchar futuramente su nombre en su boca.
— Candy, mucho gusto, aunque... es un nombre demasiado dulce para un niño, ¿no lo crees?
De otra mofa, enfadosa la chica se soltó, estallando el castaño de nuevo en risas; sin embargo, le pidieron a éste:
— ¿Dejará de burlarse de mí?
— Está bien, ya no me reiré.
El hombre serio se apoyó sobre los maderos, cruzó los brazos y los pies fingiendo mirar hacia el horizonte.
Candy, en verdad, estaba fascinada de tenerlo así ¡tan de frente y tan alcanzable!
Por consiguiente, aprovechando que él no la miraba, ella comenzó a admirarlo, empezando desde los pies protegidos por unos tenis muy modernos; luego esos pants ajustados a sus musculosas piernas y glúteos; la camiseta con las mangas dobladas dejando al descubierto sus bíceps; el rostro perfectamente perfilado y ese cabello castaño corto con flequillo hacia un lado luciéndolo a la moda, pero a la vez muy conservador, haciendo que todo eso en conjunto, el hombre se viera cuán más ¡deseable! No obstante...
— ¿Te gusta lo que ves? Aunque te confieso que me estás poniendo muy nervioso, ¿eh? — él, por supuesto, hubo bromeado.
— ¿Ah? — ella exclamó idiotamente al verse descubierta.
Y la pondrían peor porque como si hubiese encontrado algo nunca antes visto, medio cuerpo del profesor se inclinó hacia el frente para quedar muy cerca del rostro de Candy y mostrarle una sensual sonrisa que la chica pudo apreciar y ¿saborear?
— ¿Sabes? No te había visto bien, pero tienes millones de pecas, ¿acaso las coleccionas?
Candy seguía tan embelesada con la forma tan perfecta de sus labios que ni reaccionó ante eso, sino cuando:
— Sí, yo creo que sí. ¡Eres un niño muy pecoso!
— ¿Cuándo dejará de decirme niño?
— Entonces... ¿sólo pecoso?
— No, tampoco. Mi nombre es Candy o Candice Caroline para usted.
— ¡Caramba! Ya te enojaste.
— No. Pero si sigue diciéndome niño, sí lo haré.
Ella se cruzó de brazos fingiendo seriedad y quedando en silencio por los siguientes instantes, dejando así oír clara y únicamente el ruido del agua que corría en aquel riachuelo.
De repente, Terry se reincorporó invitándola:
— ¿Quieres caminar conmigo?
Candy finalmente aceptó, y enseguida comenzaron a andar por las veredas del parque mientras que el profesor iniciaba una plática.
— Y, ¿de dónde eres, pecoso?.
Ante su pesada necedad, le reprochaban:
— ¡Profesor!
— Perdón ¡qué carácter, mujer!
Candy sonrió al ser reconocida como tal por él que se le confiaría:
— Soy de Chicago.
— ¡Qué bien! Y ¿qué te trajo hasta Nueva York?
Un tronar de boca fue la respuesta a la pregunta hecha consiguiendo que el castaño indagara:
— ¿Pasa algo, Candy? Como que no estás muy feliz que digamos.
— No; todo está bien.
— Vamos, cuéntame. Te aseguro que soy una persona confiable. Además, a partir de la siguiente semana, seré tu maestro.
— ¡¿Cómo?!
El cuerpo de la rubia se detuvo al escuchar tremendo notición; y al no poder ocultar el gusto así lo miró, logrando que el maestro sonriera y le afirmara:
— Así es. He estado al tanto de tus créditos; y ha llegado la hora de iniciar mi clase contigo. Además, como profesor, debo conocer a mis alumnos y he notado que algo te pasa.
Con ello, Candy resopló con frustración, reinició su caminar y se dirigió a una fuente.
Ahí, se paró; intrigándose el maestro y acercándosele para decirle:
— Si de algo te sirve... soy bueno guardando secretos.
La rubia se volvió sobre sus pies para quedar de nuevo frente a él; y después de pensarlo por unos instantes, le decía:
— Me preocupa mi hermano.
— ¿Tu hermano? — hubo dicho él con extrañeza.
— Sí. Le he estado mintiendo con respecto a la escuela.
Culpable, la joven agachó la cabeza, queriendo él más información:
— Y, ¿cuál es el problema?
Levantando el rostro, ella sonaría titubeante.
— Él que cree que... bueno, porque yo le he dicho que... estoy jugando en el equipo de soccer.
— Y, ¿no es así?
El castaño frunció el ceño aseverándole:
— Porque yo te he visto varias veces por allá
Con ese, dato la rubia se sorprendió; y lo cuestionaba:
— ¿Me ha visto?
Terry asintió con la cabeza observándole:
— Pero te notas desanimada.
— ¿Será porque lo estoy?
La chica se talló la cara en señal de desespero.
— ¿Quieres contarme?
Él le pidió; también el que se sentara a su lado en el filo de la fuente.
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Mi Querida Campeona
FanfictionUna joven soñadora deja su casa para emprender su propio camino, topándose en ese al amor. Uno lleno de comprensión y apoyo. Una amistad que terminara uniéndolos más. (2010)