CAPÍTULO 2. F DE FOBIA
14 de enero
Las mallas negras se me pegaban al muslo y mi cuerpo estaba anclado en el cómodo sillón, por decir algo, el sitio me ponía nerviosa, con esas velas aromáticas y los diplomas decorando la fría pared azul.
—Hola Thesa, me alegra volver a verte, es una buena señal.
«Pues yo no me alegro tanto» pensé. Y mucho menos justo ese día, después de que esa misma mañana la psicóloga Vera llamara a mi madre y le dijera que ya tenía un diagnóstico. Y no me hacía ni pizca de gracia, estaba aterrada, obvio.
Solo llevaba tres sesiones y ya no tenía ganas de volver nunca más. Durante todos los años anteriores, era yo misma la que trataba de superar mi miedo a ser tocada, de forma individual, y no me iba tan mal. Cierto que llevaba casi dieciocho años intentándolo (no recuerdo cuando empezó todo, estoy exagerando) y que los avances no eran nada llamativos, pero ir al psicólogo, lo hacía todo más real, más auténtico. Y solo me daba ganas de llorar, mucho mucho.
Coloqué mi pelo rubio ceniza detrás de las orejas.
Vera estaba sentada en otro sillón azul marino enfrente de mi madre, y yo un poco más apartada.
Pasamos unos eternos segundos en los cuales me falto poco para escuchar a los grillos, mamá se dio cuenta de que no pensaba contestar y se encargó de llenar el vacío.
—Estamos impacientes por saber tus conclusiones.
No necesitaba que lo confirmará, eso solo me haría desear derramar lágrimas. No era imbecil, sabía que algo en mi cerebro no funcionaba bien, y gracias o por desgracia, Google me había ayudado a darle nombre a mi problemilla.
Vera inclinó el cuerpo hacía delante y un nudo se formó en mi pecho, apreté la mandíbula, estaba entrando en mi espacio personal. Era una intrusa. Me hundí en el sillón en un intento de alejarme de ella, entrelacé las manos en mi regazo para aparentar normalidad y giré el anillo plateado de mi dedo.
—Sé que puede ser difícil, y no quiero que te agobies. No pienses en ningún momento que es tu culpa, vamos a solucionarlo. Juntas. Nos va costar, no lo negaré, la fobia lleva demasiado tiempo contigo. Deberías haber acudido a ayuda profesional antes, pero no importa, lo solucionaremos igualmente.
Mi mente se estaba empezando a nublar y todavía no había empezado. Me mordí el labio y levanté la barbilla, estaba preparada.
La psicóloga dejo unos papeles en la mesa de centro, no los miré, solo quería recibir el golpe lo antes posible.
—¿Qué me pasa? —conseguí articular con la voz rota.
El rostro de Vera esbozó una sonrisa perfectamente estudiada con los labios juntos. No me gustó.
—Thesa, tienes un trastorno de ansiedad. Más concretamente una fobia. Hafefobia, se llama, es el miedo irracional a tocar o ser tocado.
Sentí como me derrumbaba, todo a mi alrededor perdió su alegría y su color. Mis ojos dejaron de enfocar y me obligué a cerrarlos, sobrepasada por las emociones. Emociones no demasiado positivas. Así que era verdad, la hafefobia era real, y completamente mía.
«Thesa, la chica con hafefobia».
Hafefobia, esa repulsiva palabra de nueve letras era la causante de todas mis desgracias. La causante de que mis compañeros de clase me consideraran fría y distante. La causante de que no pudiera abrazar a mi madre por las mañana sin tensión o dificultad para respirar. La causante de que no hubiera podido sentarme nunca en parejas en clase, pareciendo rara, a pesar de lo mucho que me gustaría poder hacerlo. La causante de que a mis dieciocho años aún no hubiera besado a ningún chico y aún no hubiera sido siquiera rozada por esas manos grandes y perfectas que tanto deseaba que me abrazaran. La palabra de nueve letras que me amargaba la vida, existía de verdad, y vivía conmigo.
Un escalofrío me sacudió de arriba abajo y me tapé la cara con las manos tratando de procesarlo todo mientras Vera seguía soltando datos totalmente irrelevantes para mí en esos momentos. Oh Dios, mío, iba colapsar.
De repente sentí una mano que se apoyaba en mi pierna y di un respingo alterada. La sangre corría por mis venas y me incendiaba de dentro a fuera. ¿No acabamos de decir que tenía hafefobia? Distancia personal, gracias. Por lo menos fue mamá y no esa señora con la que iba a tener que pasar tantas horas.
—Toma aire Thesa, respira. —dijo la psicóloga. No sé como su voz consiguió colarse en mi cabeza, pero lo hizo—. Una y dos respiraciones. Lentamente. Una y dos.
Hice lo que me pedía. La primera respiración fue completamente irregular pero tras soltar el aire por la boca y cerrar los ojos con fuerza, me concentré en la segunda, tuve que hacerlo con mucho mucho control. Funcionó.
Abrí mis ojos color café y durante unos segundos me sentí mareada. Fue breve la sensación.
—Hafefobia —dije para mí misma—. Cualquier otra palabra habría sido mucho más bonita.
Una risa sarcástica y carente de alegría escapó de mis labios.***
Y con esto empezamos de verdad. Capítulo corto pero con revelaciones.
Mañana más y mejor, y recordar votar si os ha gustado.
Por cierto, de momento publicaré capítulos LUNES, MARTES y JUEVES.
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Simplemente Thesa
Teen FictionThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...