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CAPÍTULO 11. DANIEL

Abrí un ojo, solo uno, porque el otro estaba pegado por culpa de las legañas. Me los froté con la mano y pude abrir los dos solo para después cegarme con la luz que entraba por las ventanas. Eso sí que es empezar bien.
    —Bienvenido a tu primera mañana en TeDI —dijo mi compañero de habitación.
    Aún no me había acostumbrado a tenerlo todo el día alrededor.
    Incorporándome en la cama descubrí que para ser un colchón ajeno había dormido sorprendentemente bien.
    Fui a mirar la hora en el móvil por instinto y al ver que la mesilla estaba vacía, hice pucheros. Eso iba a ser muy duro, sobretodo porque yo no sabía que iba a pasar.
    Toby señaló un reloj encima de la puerta de la cabaña, pero estaba demasiado dormido todavía como para esforzarme, es lo que tienen estas nuevas generaciones, que con un simple vistazo rápido no saben deducir la hora en los analógicos, hum.
    Decidí observar pues a Tobías quién tenía unos papeles encima del escritorio, parecía profesional y no le pegaba en absoluto. A ver, era el mismo con pelo pincho, abuela dueña del campamento y rabietas por cabañas ¿cómo va a ser profesional?
    —Voy a ir a llamar a mi hermano. —anuncié con mi instinto protector activo y la necesidad de algo normal.
    —Tío —se giró con los ojos como platos—, vas media hora tarde, son las nueve y media. Y date vida porque el desayuno acaba a las diez.
    Me puse de pie de un salto poco ágil y lo miré con el rostro desencajado.
    —¿Por qué no me has despertado? —le pregunté medio iracundo.
    —Discúlpame —dijo burlándose de mí—, no sabía que fuera la niñera del niño pijo. He estado haciendo negocios.
    —¿Tú? ¿Negocios?
    —Sí, negocios que te contare igual hoy. Nah, seguro que hoy, necesitaré tu ayuda.
    Como estaba cabreado con él por no despertarme, no le contesté. Me pase una mano por el pecho desnudo y me acerqué al armario para poder vestirme e ir a buscar a Valentina.
    El día anterior quedamos en volver a vestirnos a juego, de hecho, casi toda la ropa que traíamos la teníamos igual o en distinto color. Hoy tocaba la camiseta del merch de Harry Styles, se la regalé cuando sacó su último álbum.
    Me lavé los dientes, la cara y dejé la ducha para después de desayunar, Valentina no me perdonaría si no llegábamos a tiempo.
    —Voy a desayunar con Valen, ¿vienes?
    Y no me pasó desapercibido el cambio de planes y el tono normal de "no ha pasado nada antes".
    —No, y tú tampoco. Aún no has hecho tu cama, tío —medio grito con un tono de voz excesivamente alto e irritante—, y como mi abuela se entere... Ya nos ha dejado cambiarnos de cabaña.
    —Luego la hago, pesado.
    —Pesado ni leches, rubio. Tienes suerte de que nuestra habitación sea la séptima, hacer la cama en una litera empotrada es un asco.
    Me dispuse a hacer la cama con prisa y de mala gana para que no dijera nada más. Es patética, lo sé, pero dudé un par de segundos, en los que se me colorearon las mejillas, sobre como empezar a hacerla, la niñera era siempre la encargada. Tragué saliva avergonzado y dirigí una mirada de soslayo a la suya, estaba impecablemente estirada. «Ah, claro, primero hay que estirar la ¿sábana bajera?». Comprendiendo y asintiendo con la cabeza orgulloso, realicé mi tarea de forma eficaz y anoté mentalmente contarle en suceso a Valen, seguro que le gustaba "mi anécdota de niño mimado".
    Nuestra habitación, además de tener dos rayas de wifi todavía inútiles, también era la más grande y tenía dos camas individuales en vez de una litera, por si os lo preguntabais.
    Cuando lo dejamos (dejé) todo decente ya solo quedaba un cuarto de hora para las diez. Fuimos medio corriendo por la cuesta en dirección a la cabaña de Valentina. Una vez en la zona residencial, nos encontramos a la chica que cantó en el bus, Thesa y a un chico con un moño que creo que era Alejo. Toby se quedó charlando con ellos y yo aproveché para poder estar un rato a solas con mi novia.
    Llamé con el puño a su puerta y abrió con la camiseta de Harry Styles anudada a un lado y unos shorts de rayas azules y moradas.
    —Te has acordado, tenía dudas de que te pusieras la camiseta.
    A ella le quedaba mil veces mejor.
    —¿Qué yo me he acordado? Pues claro. Yo era la que dudaba si te la pondrías o no.
    —¿Ah sí?—murmuré tirando de su brazo y dandole el beso que necesitaba para empezar bien el día. Me separé solo para poder hablar—. Pues es lo primero que he hecho nada más levantarme, aunque creo que tampoco te hubiera importado si hubiera venido sin ella.
    —¿Sin ella y sin ninguna? —preguntó ensombreciendo su mirada.
    Asentí.
    —No me habría importado en absoluto —dijo antes de empezar a besar mi mandíbula—. Vas a tener que enseñarme en algún momento esa cama tuya, no me creo que no tengas literas, Daniel Rojas.
    A pesar que llevábamos meses saliendo, seguía llamándome de vez en cuando por mi nombre completo, a mí me encantaba y creo que a ella también.
    —Es posible que esta noche Toby encuentre super entretenido dormir al aire libre. —comenté.
    Se empezó a reír y de repente entre carcajada y carcajada, se escapó de entre mis brazos y saltó a mi espalda. Inclinó la cabeza para poder susurrarme al oido.
    —Amor, ¿sabes que solo nos quedan diez minutos para desayunar?
*
A las diez y diez estábamos los dos sentados en unas mesas de picnic con una montaña de ensaimadas en el centro. Para cuando llegamos al comedor ya no quedaba nadie, pero una cocinera nos hizo el favor y nos trajo un par de cafés (no hubo otra opción) y cinco ensaimadas llenas de azúcar glasé.
    Tobías bajó al rato vestido solo con un bañador rojo.
    —Oh, gracias chicos, veo que me habéis guardado desayuno. —se bebió lo poco que me quedaba de café y se sentó encima de la mesa mientras cogía la última ensaimada—. Mañana os quiero puntuales, ¿eh? Que no sabéis la cantidad de comida buena que preparan, y los cotilleos, lo mejor.
    Valentina le sonrió como si dijera las cosas más entretenidas del mundo. Yo, como ya estaba cansado de Tobías Rodríguez, solo puse los ojos en blanco.
    —¿Por qué vas en bañador?... Vas a la piscina y nadie me avisa. —me miró Valentina casi suplicando—. ¡Yo también quiero!
    —Efectivamente, hoy empieza el torneo de vóley en la piscina. Dura todo el verano, te metes en un equipo, ponéis un nombre con buenas vides y a acumular puntos. Cuando acaba el equipo con más puntuación se lleva un premio, cada año es distinto pero siempre es una mierda. Lo divertido es jugar.
    Valen apoyó la cabeza sobre las palmas de sus pequeñas manos y suspiró. Era tan adorable.
    —No sé jugar al vóley. —lo dijo de forma tan dramática que tuve que tragar de golpe.
    —Ni nosotros. Casi nadie sabe jugar, parecemos idiotas. Pero es muy intuitivo y el balón no hace daño. Pol es el único bueno de verdad, a ese chico parece que se le da bien todo.
    —¡¿Verdad?! —exclamó Valentina haciéndome sentir celoso—. Aún no sé de nada que no se le de bien.
    —Venga vente —la animó Toby. Yo me quedé flipando, me iba a tocar jugar al vóley—. Y no te preocupes, Pol suele ser juez.

***
Estos dos y las cinco ensaimadas os desean una buena tarde. No os olvidéis votar si os gusta el vóley, y de hacerlo también si no es el caso. Nos vemos el lunes.

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