CAPÍTULO 50. NO SÉ, ¿TAN CIEGA SOY?
A eso de las doce menos cinco, el dueño de mis pensamientos y sueños regresó a TeDI. Aunque cierto es que pudo haberlo hecho antes.
Tras reconocer a Leo, el hijo de mi psicóloga, me vi en la obligación de acercarme a saludar. Tampoco es que hubiera podido librarme, pues lo más probable era que él hubiera acabado viniendo a mí. Nos conocíamos, no había motivos para evitarlo.
Mientras charlaba con él no había podido parar de pensar en lo mucho que me hubiera gustado contar con la presencia de Leo desde el principio. No era ninguna novedad ver como cada día seguía llegando gente nueva al campamento. Tú podías ir todo el mes como la gran mayoría hacía, salía mejor de precio y realmente era un buen sitio para adquirir buenas experiencias y amigos hasta de por vida. El tiempo me lo estaba enseñando. Pero también cabía la posibilidad de que te unieras a TeDI por tu propia cuenta, un finde, una semana, tú eliges, como muchas personas. E igualmente nada de eso me explicaba la llegada de Leo.
Leo se encogió de hombros.
—No lo tengo muy claro, mi madre me dijo ayer que si quería ir a un campamento a pasar la semana mientras ella hacía no sé que intensivo de formación y... aquí estoy. —Él rió un poco ante mi pregunta y yo reí también, lo más sincero que pude y sin entrecerrar los ojos por la sospecha.
Crucé mis piernas una por encima de la otra y apoyé mi cabeza sobre las manos para seguir interrogándolo de una forma dulce y discreta.
—Oye, y... ¿eso es todo? Vienes porque ella está estudiando. ¿Y tu padre?
Si bueno, el pantano en el que me probablemente me estaba metiendo al preguntar aquellos, podía ser tremendo.
—Mi padre no tiene fiesta hasta agosto. Y para pasar el día solo, jugando al Hay day, que por cierto estoy viciado y tengo un mono al móvil de cuidado, pues me vengo.
—¿No tienes amigos?
Abrió los ojos como platos.
—¡Thesa, deja de preguntarme cosas así! Claro que tengo amigos, pero mi mejor amiga está de viaje con sus padres y el resto no merece tanto la pena.
—Vale, perdón. Ya no pregunto más. Es solo que... no sé, me extraña que estes aquí —confesé.
—A mí también, ayer a estas mismas horas estaba viendo lo primero que pasaba por la tele y ahora estoy a punto de acudir a un recital de poesía. Y no te cuento lo marginado que me siento, todos parecéis ser una piña. Me noto acoplado.
Apreté los labios con culpabilidad.
—¿En qué cabaña estás?
—1B.
Esbocé una mueca y coloqué mi pelo detrás de las orejas, preparándome para mis siguientes palabras.
—Ay, Leo, buenas vistas, mala zona.
—Estoy al lado del lago, sí, pero ¿mala zona?
—Los monitores duermen justo enfrente y eso te complicará hacer fiestas. Es lo que muchos buscan.
—¿Tú has ido a muchas ya?
Negué con la cabeza sonriendo por lo curioso que podía resultar su acento (origen desconocido) a veces.
—No, que va. De la mitad no me entero y a las otras casi nunca me apetece asistir —me vi obliga a aclarar algo, no fuera a ser que se creyera que éramos unos malotes sin causa—. Pero no es que haya habido muchas.
—No importa, si tú no vas, yo tampoco iré. Mi cabeza no encaja eso de fiestas clandestinas en un campamento con nombre de osito en inglés.
Fue mi turno de encogerme de hombros, y justo cuando iba a abrir la boca para decir algo, un tirón del brazo que me cortó la respiración, me llevó lejos de Leo. ¿Sabría Leo lo de mi hafefobia?
—Te la devuelvo en un rato —dijo Alejo sin ceder en el agarre.
Algo desesperada busqué la mirada de Pol y descubrí que había llegado, hubiera sentido alegría sino fuese por que mi brazo estaba desnudo y la mano bronceada de Alejo era la causa de mi mente nublaba. Sintiendo como el mundo encogía, me percaté de que Pol observaba fijamente el punto en que yo recibía el contacto. Separó a Emma de él y me miró con una expresión indescifrable, que bien podría rozar el cabreo y la preocupación. Sus ojos azules se clavaron en los míos y antes de que pudiera pedirle ayuda por medio de un lenguaje no verbal, recordé que yo misma me había sacado de situaciones como esa sin contar con la ayuda de nadie.
—Alejo, ¿qué pasa? —Capto su mirada... y las palabras clave—: Me estás asustando.
Con esto último soltó mi mano y sonreí triunfante, como si fuera la primera vez que hacía algo así. Al parecer, por mis pulsaciones aceleradas, mi incomodidad y pensamientos ocurrentes, tolerar el contacto de Pol Luna de forma ya no tan puntual, no implicaba que con el resto funcionara. Era posible que estuviera alcanzando el nivel de familiaridad que tenía por ejemplo con mi madre, aunque con ella siguiera siendo completamente distinto por motivos más que obvios. Pude ver como la expresión de Pol se suavizaba, el momento había pasado.
—¡Thess! —la voz de Alejo me recordó con quien estaba hablando y con quien no— ¡Que te empanas!
—Sí, ya. Cuéntame.
—Me puedes explicar qué está pasando. ¿Por qué hablas con el ganador del bingo como si fuera tu mejor amigo?
—No es mi mejor amigo —dije saliendo poco a poco del aturdimiento.
—¡Oh! Menos mal que me lo aclaras.
—Te noto sarcástico —comenté sin poder quitarme la expresión de Pol de la cabeza.
—¡Ha sido completamente sarcástico! —sus ojos marrones me obligaron a dejar de trasladar la mirada de Pol a Leo, y su risa tonta me hizo ver que estaba perdiendo los nervios.
Bajé los hombros en un intento hacerle entender que estaba receptiva para escucharlo.
—Pol. Está. Celoso. Pol Luna —dijo separando las palabras y abriendo los ojos como platos.
Solté una carcajada que no entendí muy bien de donde saqué las fuerzas, pues más de la mitad de mi ser deseaba que fueran ciertas sus palabras y no una superstición absurda.
—Mentir está feo, Alejo —le recordé, y él negó con fuerza y completamente convencido.
—De eso nada. Yo. No. He. Mentido.
—Oye, pero te veo muy histérico, relájate.
—¡Pero! ¿Pero, cómo me voy a relajar, Thesa? Llevas todo el campamento babeando por Pol —Rodé los ojos— Babeando —enfatizó— Mueres por él. Y ahora, ahora que él se muestra celoso, que lleva diez minutos mirándote mientras se besa con su novia, ahora... ¿tú vas y hablas con otro tío?
Alcé la mano tratando de paralizar sus pensamientos.
—Dios mío, Alejo, Valentina tiene un amigo que estudia cine y dudo mucho que se monte unas películas mejores que las tuyas. Estás fatal.
—Espera —su cuerpo dejó de actuar como un trastocado y pareció llegarle la iluminación a la cabeza, más literalmente de lo que me gustaría admitir—, Valentina, nuestra Valentina, ¿tiene un amigo que estudia cine? ¿Y está bueno? ¿Le gustan los chicos? Porque acabas de crearme una necesidad que no sabía que tenía.
Intenté abrir la boca para contestarle lo mejor que pudiese a esas preguntas cuya respuesta no tenía, pero abrió los ojos de nuevo y devolvió su atención a...
—¡Thesa! ¡Que estamos hablando de ti, no intentes disuadirme!
—Yo no he hecho nada.
—Está claro que no has luchado por Pol, no.
Abrí la boca y esa vez no para hablar sino para ofenderme.
—¿Y yo por qué iba a luchar por Pol? Tiene novia y...
Alejo se soltó el moño que recogía su pelo, revelando todo el potencial de su rostro.
—Siento que hemos tenido esta conversación demasiadas veces.
—Ya, y yo.
—¡No, Thesa! Tú no lo sientes porque no te das cuenta de nada. Estás pillada de Pol, demasiado diría yo. ¡Desde el primer día en que lo viste! Apuesto lo que sea que solo le hizo falta una mirada para colarse en tu vida.
Balbuceé, y no me dejó decir nada.
—Te gusta, no lo ves, o peor, no lo aceptas. Y puede que el día en que abras los ojos, sea demasiado tarde para luchar por él. Puede que Pol esté en un relación, pero no va a durar de por vida. Romperán y por como te miraba, lo harán por ti. Solo hace falta que pase algo gordo para que dejes de engañarte.***
Hum... se vienen cositas...
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Simplemente Thesa
Novela JuvenilThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...