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CAPÍTULO 12. LA PALABRA TREGUA NO PARECE SER TAN UNIVERSAL

El puñetero sol de las mañanas era tan repelente que solté un gruñido. Saqué el brazo de debajo de mi cabeza y comprobé lo dolorido que estaba por haber sido mi almohada durante toda la noche. Me llevé las manos a la cara protegiéndome de la luz. Pataleé con los pies para desenrollar la colcha y me incorporé al notar la arena.
Mierda.
Realmente había pasado la noche en la playa. No me había despertado en ningún momento, pero tenía la mitad del cuerpo dormido y probablemente unas ojeras graciosas.
Toqué mi pelo temiendo lo peor, y fue justamente eso. Estaba completamente enredado y cubierto de arena dorada. Los bolsillos de mi chaqueta de chandal gris tampoco estaban muy limpitos. «Al menos no he muerto» pensé.
Sintiéndome una mierda, me levanté y enrollé el nórdico.
Necesitaba una ducha, pero antes iba a llamar a mamá, más tarde el teléfono se llenaría de gente.
Dios mío, había dormido en la playa, una playa del norte de España y estaba viva. Realmente era algo que se suele incluir en las listas de veranos memorables. Y suspiré, como cada una de las veces que hacía una locura de esas que me daban por prontos.
El camino de vuelta me llevó más tiempo, no porque me perdiera, que casi, sino porque todo era muy distinto. Del revés.Y la verdad, cuando regresé con Alejo estaba bastante ausente.
Ostras, había dormido en una playa. Seguro que mamá se alteraría un montón.
Para cuando llegué a la cabaña de recepción ya estaba agotada. Comprobé en el reloj de pared que se veía a través de la ventana y para mi desgracia aún tendría que esperar un cuarto de hora para que se pusiera en marcha. Probé por si acaso funcionaba. No me hizo ese favor.
Con la colcha debajo del culo me senté en el suelo, apoyé la cabeza en la pared y cerré  los ojos. Unos minutos más de sueño, no pedía más.
*
Oí un grito agudo y abrí los ojos espantada. En un principio no vi nada y grité yo también como una cobarde. Sí, así, tan de película.
—Joder Theresa, me has asustado.
Pol tenía una mano en el pecho que se hinchaba con cada respiración.
La sangre se acumuló en mis mejillas, traté de peinarme el pelo con los dedos. Mierda, que estaba lleno de arena.
—No te molestes, Theresa. No sé dónde has estado, pero no me importa. Estás hecha una mierda.
—Gracias, Pol, no tenía ni idea —espeté irónica.
Se encogió de hombros acercándose en mi dirección y me di cuenta de que pretendía llamar por teléfono.
—Voy yo primero. —pronuncié rápidamente poniéndome de pie.
En mi cabeza no sonó mal, pero al parecer fue algo amenazante, pues el chico de pelo decolorado y cejas oscuras levantó las manos en señal de rendición.
—Tranquila. No soy mala persona, no me gusta enfadar a vagabundos.
Sonrió de miedo lado y gruñí.
Inflando las mejillas cansada del día que se presentaba aparté la vista de su atractivo rostro.
Le indiqué que se alejara un poco. Y marqué el número de teléfono. No pasó nada.
Pol aumentó el tamaño de su sonrisa y entró por la ventana abierta al interior de la cabaña. Así sin más, tal y como os lo cuento. Con un salto increíblemente ágil después de abrir la ventana desde fuera con una cotidianidad pasmosa, estaba dentro. Ah bueno, y yo con la boca abierta sin poder esconder mi incredulidad. Una cosa es tener un buen despertar, y otra es tener el despertar atlético e insultante de Pol.
   Una luz verde se encendió en el teléfono. Él se acuclilló en el quicio de la ventana y me observó.
—Todo tuyo, Gray. —dijo con toda la gracia que alguien puede portar.
—¿Y ahora a que viene lo de Gray? —pregunté carraspeando para disimular mis emociones hacia él mientras pulsaba los números en el aparato.
Tuve que centrarme un momento es las raídas instrucciones que venían en una pegatina,  no tenía claro que hacer tras marcar los números, o si había algo antes. No había tocada nada igual en la vida.
—¿Tú te has visto? Pelo gris, chaqueta gris: Gray. —concluyó con obviedad.
—Casi prefiero Theresa... —murmuré en voz baja.
Al parecer no lo suficiente. Pol lo escuchó y de un salto propio de un depredador estuvo en el suelo junto a una sonrisa pícara. Se acercó y apoyó una mano sobre el grupo de botones del teléfono, es decir justo encima de de la mano que intentaba pulsar el botón para llamar, la mía.
Miré su mano pálida sobre la mía y mis pulmones dejaron de funcionar.
Descubrir que yo era la presa hizo que mi corazón empezara a palpitar y el aire saliera desigual por mis labios secos. Me estaba asfixiando, estaba completamente tensa y entré pánico. Estaba demasiado cerca. La zona que estaba en contacto intentó forcejear, pero solo sirvió para que me sujetara con más fuerza.
—Oh no, Theresa.
«Oh no» pensé yo sabiendo la liada que ser venía.
—Yo quiero escuchar eso. —continuó.
«Tú no quieres nada de mí», quise decirle para que me dejara, pero las palabras no salieron.
Empecé a marearme y las lágrimas se acumularon en mis ojos. No quería llorar, pero tampoco podía hacer nada. Era débil e iba a verlo, todos hablarían de la chica débil con comportamientos irracionales.
Estaba atrapada. Miré su pecho, su cuerpo tan cerca del mio, sus ojos azules... Sus ojos azules se cruzaron con mis ojos rasgados. Juraría que vi miedo en ellos, no estaba segura. Nada iba bien. El miedo lo sentía yo, no él.
Parpadeé con fuerza intentando recuperar la compostura con un inútil intento.
—¿Qué...? —intentó articular nervioso.
—Aléjate de mí, Pol. —mis palabras fueron suaves pero cargadas de ira, pánico y amenaza. No me hacía responsable de lo que saliera de allí.
Por suerte era inteligente, e hizo lo que le pedí. Se alejo y fue solo un poco el aire que pude tomar, seguía descompuesta.
En cuanto estuvo a un metro de distancia, me agaché para coger el nórdico rojo y eché a correr. Las lágrimas rodaron por mis mejillas.Y no pararon hasta que hube tirado le estúpida colcha encima de la mesa. No pararon hasta que el agua de la ducha se llevó todo por delante.
Me llevé las rodillas al pecho y gimoteé.
¿Es que la puta hafefobia no iba a darme ni un mes de tregua?

***
Pues ya veis que las cosas se van a poner difíciles.

Y os dejo a Pol, ese que ha visto algo que Thesa no quería enseñar

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Y os dejo a Pol, ese que ha visto algo que Thesa no quería enseñar. ¿Consecuencias? Están por ver. Eso sí, decir que es el capítulo que... nah lo dejo.
Nos vemos mañana y nos os olvidéis de votar.

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