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CAPÍTULO 39. DANIEL

Habíamos quedado en que Tobías vendría "enseguida" para la tarde de gofres que había preparado el equipo de monitores de TeDI. Ander, el de pelo cobrizo y rizado ya nos llamaba para ir a buscar las primeras tandas.
—Llegará pronto —intentó tranquilizarme Valen.
La miré y sonreí dudando.
—¿Y si le ha pasado algo?
—No —sentenció.
—¿Cómo lo sabes?
Valentina abrió la boca ofendida por tener que darme explicaciones.
—Pensaba que confiabas más en mí —dijo dándose la vuelta y cruzándose de brazos.
Un sentimiento de culpa creció rápidamente y me puse de frente aprovechando la escasa distancia para depositar besos por toda su cara.
—Perdón. Perdón. Perdón —decía yo entre beso y beso—. Es mi sentimiento protector, seguro.
Levantó la mirada como tanto me gustaba que hiciera y me derretí con esos ojos castaños.
—Echas de menos a Samu y Eloy, ¿verdad?
Que me conociera tanto era casi terrorífico, pero claro, nos conocíamos desde los tres años, fuimos juntos a la escuela, y a la misma universidad. Solo me quedaba hacer la vida con ella.
Hice un mohín.
—Les llamaré esta noche, Eloy se va a dormir a casa de Samu.
Ella asintió con la cabeza y me abrazó apoyando su barbilla en mi hombro.
—Te quiero, Rojas.
Me encontraba aspirando su aroma a jengibre y enredando su pelo con mis manos cuando sentí que algo se estampaba en mi espalda.
—¿Qué narices? —dije al aire a la vez que me giraba provocando que un gofre empapado en caramelo cayera al suelo—. ¡Alejo! Era mi camiseta de Justin.
El chico empezó a reírse de forma tonta y cuando Valen vio la mancha de mi camiseta se unió a él.
—¡A mí no me hace gracia! —dije cabreado, solo un poco.
—Pues la tiene, amor, la tiene.
Mi novia se sujetaba el estómago inclinándose hacia delante y el par se puso a interpretar la escena del gofre con unas muecas muy exageradas.
—¡Yo no hago eso! —exclamé viendo el espectáculo que montaban.
—¡Justo eso, colega!
La voz de Alejo me irritó y agité la cabeza para relajarme. «La mancha se irá», girando el cuello como una muñeca diabólica observé los restos de caramelo, «eso espero».
—Me voy a cambiar. Cuando vuelva espero tener dos gofres sobre la mesa y llenos de chocolate y virutas de colores, ¿claro?
—Cristalino, Dani —logró decir Valentina con falsa obediencia.
—También va por el del moño —Alejo me miró y se volvió a carcajear.
Caminando me alejé de la zona central y del alboroto consciente de que me tocaría hacer una fila enorme para tener mis gofres, a lo que se dieran cuanta yo ya habría vuelto de cambiarme la camiseta.
«Bueno, al menos podré ver si Tobías está a salvo y no rígido en el suelo como me temo».
Que la cabaña que compartía con Tobías estuviera más aleja del resto y rodeada de arboles, de día era encantador. Pero de noche, mientras hacíamos los recados con el cómplice de Toby, Águila, era amenazador. No esperaba que el negocio fuera tan próspero como lo fue durante la primera semana en TeDI. Fueron tres noches las que recogimos más cargamentos de móviles, que efectivamente no eran suficientes, muchos paquetes con biquinis para las chicas y las nuevas plataformas que estaban ofreciendo eran un éxito.Yo no buscaba ganar dinero, solo acompañar de adrenalina ese campamento de desconexión en el que me encontraba, y de paso aprovecharme de las ventajas del servicio.
Abrí la puerta agitado tras haber recorrido los últimos metros del recorrido corriendo.
Algo desesperado y asustado barrí con la mirada la única cabaña que no tenía literas. No fue tan complicado ni traumático encontrar a Toby. Estaba con el torso en su cama y las piernas en la mía, formando una especie de puente entre los dos lados. En sus manos sujetaba una ¿Nintendo Switch? Recordé que mi hermano Eloy tenía una.
—¿No es un juego para niños? —le pregunté olvidando por completo que estaba preocupado y cabreado con él por no acudir como prometió.
—¿El qué?, ¿la Nintendo? Para nada tío, modernízate, te queda poco flow.
Me pasé la mano por la cara.
Poniéndome en la misma posición que él y a su lado pude ver a lo que jugaba.
—¿Qué es? —pregunté al no saber el nombre, observé mejor lo que hacía—. ¿Estás pescando?
Sacó la lengua para concentrarse. En la pantalla aparecía un muñeco con el pelo azul y estaba frente al mar con una caña delante de una sombra con forma de pez y una aleta que le daba el aspecto de un tiburón.
Al ver que no me respondía le golpeé en el hombro y Toby apretó la mandíbula, ya la había liado.
—¡Iba a pescar un tiburón! ¡Un tiburón! ¿Sabes lo que es eso?
—Eh, sí, claro —dudé.
—Spoiler, no tienes ni idea. Esto es Animal Crossing New Horizons...
—¿Todo eso? —interrumpí.
—Sí, todo eso. E iba a pescar un tiburón —dejó caer la cabeza en el colchón—. Intento  ganar dinero y me has fastidiado una buena captura.
—Disculparme me parece absurdo —le dije.
—¿Estás diciendo que mi juego es absurdo? —se puso a la defensiva.
—Pues mira, si vas uniendo cabos he dicho justo eso. ¡Baja a la vida real! —mi intención fue sonar despreocupado, alegre y gracioso, pero él no se lo tomó para nada así.
Dejó la consola en la cama y dio un salto poniéndose en posición de lucha.
—Te lo advierto, Peter Pan, estoy viendo Cobra Kali —utilizó mi apodo para hacerme parecer ridículo sin saber que el absurdo, era él. Rodé los ojos y Toby bajó la voz para sonar amenazador—. Y no soy de los buenecitos.
—¡Vamos Toby! Déjate de juegos y vamos a por unos gofres.
Al pronunciar en voz alta lo de los gofres, recordé el incidente con Alejo y me incorporé lentamente. Tobías olió mi miedo y miramos juntos el enorme manchón color caramelo que estropeaba la impoluta sabana blanca.
—Se me había olvidado —murmuré viendo como los ojos del aragonés adquirían un tono fuego.
Tragué saliva, cogí una camiseta que tenía recién lavada sobre la cama y salí de la cabaña andando de espaldas y apaciguando a la bestia que amenazaba con saltar sobre mí.
—Te vas a enterar, rubito.
Grité temiendo por mi vida y salí corriendo como un condenado. El calor me golpeó en la cara y casi tropiezo por culpa de la rampa de arena.
Escuché a Alejo gritar a mi espalda palabras indescifrables y grité yo también entrando en pánico.
—¡Voy a morir! —entoné con las últimas reservas de aire que me quedaban en el cuerpo—. ¡Me queda mucha vida por delante, Toby!
—¡¡No me llames Toby, malnacido!!
Llegamos sin aire en los pulmones de nuevo a la zona central y me encerré en la cabaña de recepción para evitar lo peor. Me apoyé en la puerta y escuché la respiración agitada de mi compañero a través de la madera.
—¡No te puedes haber enfado tanto! —le dije en un intentó de que razonara.
—¡Claro que no, estoy de broma! ¿De verdad te lo has creído? Pensaba que me estabas siguiendo el juego. —dijo con parsimonia.
Abrí los ojos espantado y miré por el cristal de la puerta para verlo. Estaba apoyado y solo veía su pelo pincho.
—¿Lo dices en serio? —pregunté con la mano en el pomo redondeado.
—Solo si me das tu ración de gofre.
—No pienso —dije sin pensarlo.
—Casi —dijo él abriendo la puerta por mí y sonriéndome de oreja a oreja. Se me pusieron los pelos de punta, ¡ja! ¡Como los suyos!
—Creía que moría a manos de un amigo.
Mis hombros cayeron y sonreí yo también.
—Eres un blando.
Le respondí empujándolo por el hombro. Toby me rascó la cabeza con los nudillos y caminamos juntos hacia la fila para los gofres.
—Oye —empecé.
—¿Sí?, amigo.
—¿Me enseñaras a pescar?
—¡¿Quieres?! Nunca lo habría pensado.
—Me apetece.
—¡Claro que sí! ¡Ese es mi chico! Te consigo una consola si quieres.
—Igual es muy pronto —pensé.
—Oh, no, no. Es el momento perfecto. Ve pensado el nombre para una isla. —me dijo ilusionado.
Lo miré con las cejas rubias encaradas.
—¿Una isla?

***
¿Algún fan del juego en la sala?

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