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CAPÍTULO 18. POL

Si cada verano en el campamento TeDI me preguntaran si echaba de menos algo de mi hogar, diría sin pensarlo mucho que no. Me gustaba como la naturaleza vibraba a mi alrededor; como el lago, a pesar de estar calmado, lograba hipnotizarme durante horas; me encantaba la sensación de tener que agarrar con fuerzas las sandalias a mis pies con los dedos para que no se me salieran mientras bajaba las rampas de tierra; adoraba la luz entrando por las ventanas con quicios de madera... Lo amaba todo. Desde que descubrí TeDI a los dieciséis años, no había dejado de ir, y ahora tenía veinte. Cada verano volvía y pasaba el mejor mes del año. Me olvidaba de casa, de Barcelona, de mis padres... de todo.
No es que odiara mi vida en la gran ciudad, simplemente no encontraba nada que me atara a ella. Yo sabía que no viviría para siempre en Barcelona, lo único que me hacía quedarme allí durante unos años más, era la universidad y Emma. Lo demás me importaba una mierda. Mi sueño era montar un hotel en medio de una montaña, aun no sabía si lo quería moderno o clásico, mi eterna pregunta, pero si estaba claro que lo quería.
Con mis pies enfundados en calcetines de Adidas y chanchas blancas de la misma marca, bajaba por la rampa con las manos en los bolsillos aun existiendo el riesgo de acabar con los dientes en la arena.
El campamento estaba vacío, normal, eran las siete de la mañana y aunque el teléfono estuviera disponible, muchos apuraban hasta las nueve a pesar de la enorme fila que se montaba.
Conforme la bandera del campamento me anunciaba la llegada a recepción, empecé a escuchar unas voces. Hum, al parecer ya habían establecido la línea, de normal era yo el que la conectaba, habrían sido Ander o Sandra, los monitores.
Me paré de golpe al reconocer la voz de la chica, era Thesa y un escalofrío me recorrió recordando el episodio de la mañana anterior. Sin duda no pensaba repetirlo por lo que me encogí y poniéndome de cuclillas agudicé el oido. Sí, era consciente de que escuchar a escondidas estaba muy mal, pero era la única forma de tratar de entender algo sobre esa chica, tal vez necesitaba ayuda.
—... Los ejercicios de Vera no funcionaron y no sé, me descontrolé como hacía mucho que no. No va a funcionar.
«¿Quién es Vera?».
Thesa negaba con la cabeza recubierta de pelo gris. Se descontroló... ¿cómo? ¿Había habido una fiesta y yo no estaba al loro?
No escuchaba muy bien y como me faltaba la parte de la persona al otro lado de la línea, no me enteraba ni del clima.
—... Sus comportamientos no dependen de mí. —dijo en voz más alta alterada.
——No estoy enfadada. —dijo claramente enfadada.
—¿Qué haces ahí abajo?
Ups, esa no era la voz de Thesa. Levanté la mirada con las mejillas sonrojadas.
—Esto... —Piensa rápido—. Me recolocaba el calcetín. Ya sabe, los hombres somos más vanidosos de lo que aparentamos.
Solté una risilla y Sandra, la monitora, se cruzó de brazos.
—Vamos Pol, si quieres llamar ponte a la fila, no aquí.
—¿Qué? Yo no iba a llamar, solo me estaba poniendo bien el calcetín. —bajé el volumen de mi voz para que Thesa no se percatara de mi presencia.
—Pues venga, largo, que tengo que empezar a preparar el comedor.
—Sí sí claro, la dejo trabajar.
Y me marché sin decir nada más.
Mierda. Si Sandra no hubiera aparecido habría podido escuchar toda la conversación y así tratar de entender lo que le pasó. Estaba perdido, y yo quería ayudarla si era necesario.
De forma inconsciente caminaba en dirección a la cabaña de Emma. Si no compartiera habitación con mi ex, entraría y me colaría entre sus sábanas, pero no era el caso. Aunque, bueno, para que eso pasara no tendría que compartir con nadie, o yo tendría que estar realmente necesitado.
Se me encendió la bombilla. ¡Claro! Su compañera de habitación, Valentina, ella tendría la repuesta. Me planteé ir a su cabaña, la 5A, y no lo hice, a pesar de que estaría vacía. No me convencía la idea de pararle el sueño.
Como aún faltaba un mínimo de una hora para que fuera medianamente decente despertar a alguien, fui a la cafetería. Hasta las ocho no abrían, pero yo era una excepción. Para todo.
Subiendo la rampa más odiosa de todo el campamento, me tropecé y me hice una pequeña herida en la rodilla derecha. Maldije, ahora parecería un niño pequeño. El botiquín para desinfectar estaba en recepción, no fui, ya estaba muy avanzado y no pensaba volver a subir la rampa después. Entré en la cocina por la puerta de atrás. Saludé a las dos mujeres y al señor mayor que horneaban la repostería para el desayuno y les indiqué que iba a lavarme la herida. Lo hice como pude, no era muy flexible y la rodilla no me llegaba al fregadero, por lo que tuve que hacerlo con la mano mojada y poco más. Sin duda una desinfección horrible, pero valida por el momento.
Me serví una taza de café y con un croissant recién hecho me senté en la isla de la cocina y charlé con los tres cocineros durante una hora. Eran majos, muy majos, siempre me dejaban colarme.
*
Media hora después de lo estimado, pues estuve acompañando a Emma mientras desayunaba, me pateé el campamento en busca de los tortolitos. No podía ser tan difícil.
Al final los encontré en el embarcadero. Daniel estaba tumbado sobre las tablas de madera y con la cabeza apoyada en el regazo de Valen. Llamó mi atención, eran adorables, yo nunca estaba así con Em.
—Valen Valen, necesito tu ayuda. —ella dejo de acariciarle la cara a su chico y el muy rubiales me miró mal.
Me encogí de hombros y me senté al lado de mi amiga. Teniendo la cara de Daniel tan a mi disposición, me vi tentado. Le pasé una mano por la mejilla, «joder, que cutis, este usa crema cara» y se la pellizqué como hacen los abuelos.
—Que mono mi niño —le dije.
Agitó la cabeza y me miró aún más enfurruñado. A modo de respuesta se puso de medio lado.
—Venga, dejaros de estupideces y háblame de eso que tanto necesitas. —apremió Valentina.
—Es sobre Thesa. —confesé serio.
Valentina frunció el ceño.
—¿A ti qué se te ha perdido en ella?
—Oh, no me ataques, somos amigos.
—Sí, amigos. Tú encárgate de no hacerle daño.
Me centré en mis manos, cohibido.
—No es mi intención, si le hago daño no será a propósito.
—Lo sé. ¿Qué pasa con Thesa? Por cierto, no te creas que no me he dado cuenta de que te sabes bien su nombre.
—Ah, ya. Theresa me hace gracia, es como la de El corredor del laberinto.
—¡Tienes razón! Yo adoro esas películas. ¿Odias o amas a Theresa? —me preguntó Valentina.
—Yo amo a Theresa. Es cierto que los perjudicó, pero tenía sus motivos y considero que eran lógicos y debemos aceptarla por tener principios claros.
Tendió su puño en mi dirección para chocarselo y lo hice en señal de complicidad.
—Que bien tener a un amigo así. Daniel no se ha visto las películas —le revolvió el pelo con fuerza.
—Oye que yo no las veo porque Samuel me dice que son muy violentas. —se defendió él.
—Samuel es un blando. —añadió Valen.
Daniel se incorporó rápidamente y por poco le mete un cabezazo a su chica.
—¿Te estás metiendo con mi pelirrojo favorito?
—Buf, ya estás poniéndote en modo... modo piña. —se giró en mi dirección y le sonreí divertido—. Samuel es su mejor amigo de toda la vida, tienen una relación de dependencia muy tóxica.
—Sí, lo recuerdo, me lo contaste en navidad.
Valentina y yo nos conocimos en un curso de poesía en Barcelona. Ella vino a pasar una semana con su padre y por casualidad acabó encontrándose con el tío más maravilloso de la ciudad: Pol Luna.
—¿Le hablaste de mí y Samu? Gracias, amor. —frotó su cabeza contra su regazo. Dios, ese chico era de otro planeta—. ¿Vais a hablar de Thesa o qué?
—Es que creo que le pasa algo. No tengo ni idea de qué es, pero algo. A veces es distante conmigo, o con todos no sé. ¿Tú sabes si le ocurre algo?
—A todos nos pasan cosas en la vida, Pol. —ese fue el rubio.
Me pasé una mano por el pelo decolorado e ignoré al chico.
—No que yo sepa, pero Daniel tiene razón. —respondió ella.
Recordé su conversación por teléfono tratando de llegar a algo útil.
—Es como si se descontrolara.
Volvió a fruncir sus cejas castañas.
—¿Descontrolarse de qué?
¿De qué? Ni idea.
—Mira, Pol, déjala. Si tiene problemas tendrá que solucionarlos ella, no puedes ir de superman —hizo una pausa—. De todos modos, igual solo le caes mal.
Di un respingo.
—No le caigo mal, soy super simpático. —me defendí.
—Y pesado. —agregó Daniel.
—¿Qué te dice siempre Emma?
Apreté los labios.
—Que no puedo solucionar la vida de las personas.
Aunque yo sabía que a Emma le venía bien estar conmigo, juntos éramos mejores y los problemas no importaban tanto.
Valentina sonrió dando por zanjada la conversación.
Daniel se puso de pie de un salto.
—¿Alguien sabe si aún es hora de llamar?

***
Hola, esta semana y la siguiente no puedo asegurar que vaya a poder publicar los días previstos. Lo voy a intentar, pero no puedo prometer nada. Eso sí, se compensará 🥰
Espero que os haya gustado el capi, viene con muchos guiños a cosas...

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